El realizador húngaro Läszlo Nemes -ganador
del Gran Premio del Festival de Cannes,
el Oscar y el Gobo de Oro de 2015 con su primer largometraje, “El hijo de
Saúl”, una impresionante película sobre el holocausto visto desde un punto de
vista hasta entonces inédito (el de un prisionero del campo de concentración de Auswitz)- ha
vuelto a acertar con su segunda película, “Atardecer”, de nuevo una obra brillante de casi dos horas
y media,en forma de cuento de misterio, que “invita al espectador a que, junto
a la protagonista, busque un posible camino a través del laberinto de fachadas
y capas”.
Y
de sombreros. En 1913, en Budapest, ciudad que rivaliza con Viena por ser el
corazón de Europa en pleno apogeo del imperio austro-húngaro, Irisz Leiter
(Juli Jakab, quien según el realizador tiene todo el aspecto de salir de una
máquina de retroceder en el tiempo, “No Man’s Island”, “El hijo de Saúl”), una
joven de veinte años, llega desde Trieste, donde ha crecido y ha aprendido el
oficio de modista, a la capital húngara con la esperanza de poder trabajar en
la antigua sombrerería de sus padres, muertos trágicamente. Al nuevo dueño, de nombre Oszkar (Vlad Ivanov, “El concierto”,
“Bachillerato”, “Ana, mon amour”), no le interesa contratarla. La búsqueda de
un hermano, cuya existencia ignoraba.
que es al parecer líder anarquista y autor del asesinato de un político, lleva
a Irisz a investigar acerca de sus orígenes familiares y a moverse por las
calles de una ciudad laberíntica y violenta, y por los meandros de una sociedad
agonizante que está viviendo la antesala del caos de la Primera Guerra Mundial.
Lo mismo que en “El hijo de Saúl”, la
cámara de “Atardecer” sigue a la
protagonista durante toda la narración, perdida en esa ciudad que era entonces
una de las más importantes de Europa, donde se cruzaban diferentes pueblos y
culturas, así como los partidarios de todos los movimientos políticos, de la
extrema derecha a la extrema izquierda, que iban a desarrollarse durante todo
el siglo XX; una ciudad hervidero, menospreciada por el emperador que vivía en
su palacio de Viena. El espectador va descubriendo la ciudad al mismo tiempo
que Irisz, que la dejó cuando tenía dos años y a la que siente no pertenecer,
en un viaje que en todas partes revela un ambiente de complot, de conspiración,
de secretos y misterios.
Dividida entre el pasado, el presente y
un futuro gris que se adivina, entre tradición y modernidad, Irisz busca su
lugar en ese mundo de pesadilla, entiende poco a poco que el imperio se
desmorona y descubre la perversidad de los hombres de la alta burguesía que se
aprovechan de las jóvenes inocentes, para acabar sumiéndose en un desconcierto
identitario.
“Atardecer” es una película muy
personal, una fábula cruel y valiente que invita a mirar alrededor y asumir el
estado del mundo actual. En ese viaje memorable y mayoritariamente nocturno que
comparte la protagonista y el espectador de “Atardecer”, el realizador
Laszlo Nemes ha establecido un
paralelismo entre la sociedad delicuescente que provocó la Primera Guerra, y la
situación en la actual Unión Europea, donde confluyen países de culturas
distintas, lenguas diferentes y sistemas opuestos, “donde existe una fosa entre
la burguesía y las clases populares, donde crecen ideas extremistas,
fundamentalismos religiosos y movimientos terroristas. Donde se vive con el miedo permanente de un atentado,
una crisis económica, una catástrofe ecológica… donde algunos ven las señales
de un apocalipsis o, al menos, del declive de una civilización…”.
Según declaró Laszlo Nemes cuando la
película se presentó en Cannes es un homenaje al drama “Sunrise” (Amanecer) de
Friedrich Wilhelm Murnau, estrenado en 1927: “Sunrise me ha inspirado.
Describía brillantemente la locura urbana de Estados Unidos y el optimismo de
la gente, la confianza que tenían, su inventiva…Esa película, y mis películas,
hablan de las esperanzas y desesperanzas de una civilización”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario