“El sufrimiento no es monopolio de nadie”
Primer actor árabe en conseguir la Copa
Volpi a la mejor interpretación
masculina en el Festival de Venecia 2017, Kamel El Basha es uno de los
protagonista de “El insulto”, del realizador libanés Ziad Doueiri (“West
Beirut”, “El atentado”), donde se narra como un insulto a destiempo inicia un
enorme conflicto entre un palestino refugiado y un cristiano libanés, llegando
a reabrir viejas heridas y a convertirse en un caso nacional; un choque entre
religiones y culturas que solo la tolerancia podrá resolver.
Cuando Toni (Adel Karam,
conocido actor de series de televisión libanesas), cristiano libanés
propietario de un taller de reparación de automóviles, riega las plantas de su
balcón y el agua cae accidentalmente sobre la cabeza de Yasser (Kamel El Basha,
“Solomon’s Stone”, también actor de teatro, guionista y productor), palestino
clandestino y capataz de una obra
cercana, estalla una violenta discusión. En el Beirut actual, un insulto puede
llevar a dos hombres ante los tribunales. En este caso, el palestino insultado
solo reclama excusas. El enfrentamiento entre los abogados sitúa al Líbano al
borde de un grave conflicto social y convierte el asunto en un conflicto de
estado.
No exenta de un humor muy
negro, la película “El insulto”, realmente soberbia, pulveriza muchos de la
tabúes que pesan sobre el país al recordar hechos históricos que, pese a haber sido borrados de la memoria oficil
permanecen en la consciencia colectiva, como la masacre de Damour en 1976,
cuando las milicia palestinas asesinaron brutalmente a centenares de civiles cristianos.
Sin tomar partido por ninguno
de los contrincantes y destacando los efectos perversos de la obcecación, “El
insulto” es la historia de dos hombres y un juicio, pero también algo más,
magistralmente interpretado por sus dos protagonistas. Dos hombres que
arrastran agravios diferentes aunque muy similares, dos hombres con la misma
actitud ante la ofensa: un mutismo en el que se entienden mejor que cuando
hablan.
“El insulto” es una película
universal que, a partir de un caso de libro, casi anecdótico, nos mete de lleno
en el conflicto comunitario existente en un país de refugio, y nos devuelve a las heridas sin cerrar de los quince años de
guerra civil (1975-1990) y su relación
con las tensiones del presente, que
explican al menos en parte el atolladero ideológico que recorre todo el Próximo
Oriente. Todo el conflicto es un pretexto para el mensaje reconciliador de paz
de las últimas secuencias.
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