El 30
de diciembre de 1980,
cuando el periodista José Antonio Gurriarán, de 41 años, caminaba por la Gran
Vía de Madrid, oyó una gran explosión. Había estallado una bomba en la fachada
del edificio de Swissair. Después de ver lo que había ocurrido, entró en una
cabina de teléfono cercana para llamar a un fotógrafo del diario Pueblo, y en
ese momento estalló una segunda bomba a sus pies. Hubo 9 heridos, entre ellos
Gurriarán, que resultó afectado en ambas piernas. Cuando salió del hospital,
caminando con muletas, quiso conocer a los autores del atentado. Un año más
tarde, en 1982, en Libano, se reunió con los líderes del ESALA (Ejército Secreto
Armenio para la Liberación de Armenia). Iban cubiertos con pasamontañas y
durante la entrevista no abandonaron los fusiles Kalashnikov. El periodista
regaló un libro del pacifista estadounidense asesinado Martin Luther King, al jefe del grupo armenio.
Ese mismo año publicó “La Bomba, un
no rotundo a la destrucción y a la muerte y un viva a la vida”, libro en el que
relata su búsqueda por Francia, Estados Unidos, Alemania y Líbano, de los tres miembros
del ESALA que colocaron la bomba que le dejó malherido. Hoy, Gurriarán encabeza
el movimiento para que el gobierno español reconozca de una vez el genocidio
armenio.
Traducido al armenio y al francés,
tuvo gran repercusión internacional y, en 2015, el realizador francés de origen
armenio Robert Guédiguian, presentó en el Festival de Cannes la película “Une
histoire de fou” (Una historia de locos) que, libremente inspirada en el libro
de Gurriarán, se estrena en España en marzo de 2017.
En “Una historia de locos”,
Guédiguian ha tenido el acierto de conectar la historia particular de un herido
accidentalmente en un atentado que, evidentemente, no iba dirigido contra él,
con la memoria de un pueblo que lleva casi cien años reclamando que se le haga
justicia por el genocidio llevado a cabo entre los años 1915 y 1918, y
posteriormente a la guerra mundial, entre 1920 y 1923, por el estado de
Turquía: “El pueblo armenio -según las enciclopedias más reconocidas- se vio
sujeto a deportaciones, expropiaciones, secuestros, tortura, masacre e
inanición. Una gran parte de la población de Armenia fue trasladada a Anatolia
y Siria, desde donde la mayoría fue enviada al desierto para morir de hambre y
sed. Gran número de armenios fueron masacrados metódicamente a lo largo y ancho
del Imperio otomano. Ya en 1915, la comunidad internacional condenaba el
genocidio armenio como un crimen contra la humanidad”.
Es probable que el realizador
Guédiguian se haya planteado muchas veces como contar el genocidio de su
pueblo; y desde luego su respuesta es con seguridad la más inteligente: no
contándolo directamente, sino a través de las vivencias de una víctima
colateral; es decir hablando de sus efectos, sus consecuencias casi un siglo
después. El propio director de “Una historia de locos” ha dicho que “quería
contar la historia de la memoria de este genocidio y, más aun, la historia de
la memoria de esta historia a través de sus personajes”. Protagonizada por
Grégoire Leprince-Ringuet (Las nieves del Kimanjaro), Ariane Ascaride (El
cumpleaños de Arianne), Simon Abkarian (Gett: El divorcio de Viviane Amsalem) y
Syrus Shahidi (Reencontrar el amor), es una película realista en la que el
personaje central, herido en un atentado, se centra, igual que hizo el
periodista español, en entender la causa armenia.
Berlín 1921. Unos segundos de
silencio. Un disparo y un hombre que cae al suelo. Talaat Pacha, principal
responsable del genocidio armenio es ejecutado en plena calle por Soghomon
Thelirian, cuya familia fue exterminada. En el juicio, Thelirian explica con
tanto detalle el genocidio que el jurado popular le declara inocente. Sesenta
años más tarde, Aram, un joven marsellés de origen armenio, atenta en París
contra el coche del embajador turco. Un joven ciclista que pasaba por el lugar,
Gilles Tessier, resulta gravemente herido. Huido, Aram se une al Ejército de
Liberación de Armenia en Beirut. Con sus camaradas, jóvenes armenios llegados
de las cuatro esquinas del planeta, deciden que hay que recurrir a la lucha
armada para que se reconozca el genocidio y les devuelvan la tierra de sus
abuelos. Mientras tanto, la madre de Aram visita en el hospital a Gilles, que
ha perdido ambas piernas en el atentado y que ni siquiera sabía que existía
Armenia: le pide perdón en nombre del pueblo armenio y le confiesa que su hijo
puso la bomba. Gilles, en París, intenta comprender los motivos mientas Aram no
está de acuerdo con sus superiores en Beirut; hasta el día en que accede a
conocer a su víctima y convertirle en su portavoz.
Una película audaz, un deber de
memoria, alguna reflexión sobre la venganza y el perdón, y una pregunta
inevitable: «¿Existe un terrorismo justo?». Mezclando la Historia con mayúscula
y las pequeñas historias personales, los recuerdos familiares y los traumas
olvidados, Guédiguian, a los 62 años, que llegó al cine “por casualidad” a los
22 y con una veintena de filmes a sus espaldas, firma ahora una historia didáctica,
muy sobria y humanista. Una historia militante, naturalmente, a favor de un pueblo
sacrificado y en contra del verdugo turco. “Una obligación con las generaciones
futuras”.
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