lunes, 20 de marzo de 2017

«Caminos para un reencuentro», un amor que llegó demasiado tarde


Ella Maillart, nacida en 1903 en Ginebra y fallecida en 1997 en Chandolin, Suiza, era hija de un peletero liberal y de una deportista danesa. Atraída desde muy joven por los deportes de riesgo, practicó alpinismo, ski y vela y a los 16 años fundó el primer club femenino de hockey. En 1924 fue la única mujer que participó en las regatas olímpicas, representando a Suiza. Miembro del equipo suizo de ski defendió los colores de su país en los cuatro primeros campeonatos mundiales de ski alpino. Escritora y aventurera, atravesó el Cáucaso en 1930, efectuó un viaje de seis mil kilómetros, que duró siete meses, de Pekín a Srinagar, junto al reportero británico y agente del M16 Peter Fleming. En 1937 atravesó India, Afganistán, Irán y Turquía haciendo reportajes, y en 1939 viajó de Ginebra a Kabul, en un Ford junto a su propietaria Annemarie Schwarzenbach (a quien llamó Christina en el libro “El camino cruel”), también escritora, más joven y morfinómana, que intentaba inútilmente salir de su adicción. Después pasó cinco años recluida en un monasterio en el sur de India. De regreso a Suiza, y muerta Annemarie, se construyó un chalet en el pueblo de Chandolin, a 2.000 metros de altitud, donde vivió sola hasta 1948. Posteriormente sería guía turística cultural, descubriendo distintos lugares de Asia a pequeños grupos de viajeros. Sus manuscritos se conservan en la Biblioteca de Ginebra, sus fotografías en el Museo del Elyseo de Lausanne y sus películas en la Cinemateca de la misma ciudad.

Annemarie Schwarzenbach, nació en 1908 en Zurich y murió en noviembre de 1942 en Sils, Suiza, en un estúpido accidente de bicicleta. Fue periodista escritora y también aventurera Perteneciente a una familia de la alta burguesía, era nieta de un general e hija de un magnate de la seda. Estudió en Zurich y París, se doctoró en 1931, y a los 23 años publicó su primera novela, “Los amigos de Bernhard”; fue amiga de los hijos de Thomas Mann y les apoyó en su lucha contra el nazismo. Aunque poco atraída por los hombres, en 1933, después de un viaje por España con la fotógrafa Marianne Breslauer, se casó en Persia con Claude Carac, secretario de la legación francesa en el país de las mil y una noches. Tras viajar a la Unión Soviética y a Estados Unidos, en 1938 inició las curas de desintoxicación que continuaría prácticamente hasta el final de su vida. En 1939-1940, aprovechando la neutralidad suiza mientras Europa volvía a estar en guerra, viajó en coche de Ginebra a Kabul con Ella Maillart. Cuando se separaron, regresó a Estados Unidos donde volvió a la morfina, pasó por varias etapas depresivas e intentos de suicidio, y siguió distintos tratamientos psiquiátricos. Mantuvo una estrecha amistad con la genial escritora Carson McCullers, que se enamoró apasionadamente de ella y le dedicó la novela «Reflejos en un ojo dorado». Tras una estancia en el Congo belga, regresó a Suiza en 1942, donde falleció al poco tiempo. La mayor parte de sus manuscritos y documentos fueron destruidos por su madre el mismo día de su muerte. Lo que queda, se conserva en los Archivos literarios suizos, en Berna. ¡

Estas dos mujeres -dos pioneras del feminismo de la primera mitad del siglo XX- son las protagonistas de la novela «Caminos para un reencuentro», de Montse Barderi, escritora, periodista y filósofa, y Emma Vilarasau, actriz, miembro del legendario Teatro Lliure y Premio de la Crítica de Barcelona.

Mediante unas cartas ficticias, cruzadas entre Ella y Annemarie, las dos protagonistas de la historia, una vez distanciadas tras el viaje a Kabul, las autoras discurren sobre algunos de los temas universales de la condición humana: la soledad, las relaciones personales, el amor, el significado del viaje (que, evidentemente, en los años 30/40 era muy distinto del que tiene actualmente), la aventura, el descubrimiento, la superación y sobre todo la vida. También está en estas páginas el descenso a los infiernos de la adicción a la droga y los vanos esfuerzos por salir de ella (de hecho, son muchos los teóricos de la psicología que aseguran que los drogadictos, como los alcohólicos, lo son para toda la vida. En este caso, la heroína enferma, abandona su dependencia a la fuerza, pasa el mono encerrada en algún lugar del Congo belga mientras las autoridades averiguan si es, o no, una espía nazi).

El intercambio postal de las dos mujeres, lleno de imponderables porque ambas se encuentran separadas por miles de kilómetros y un continente en guerra, experimenta un crescendo a medida que avanza el relato. De una primera etapa de distanciamiento, debido a la decepcionante experiencia que ha sido el viaje, va evolucionando hasta un amor con muchos matices, porque mientras una de ellas parece buscar en él un apoyo fundamental para continuar la lucha contra sus demonios interiores, la otra -siempre reticente y casi desesperadamente libre- se muestra distante hasta el final, cuando decide jugárselo todo a la carta de la innegable atracción afectuosa que siente. Pero, como ocurre tantas veces en la vida, también para ella la epifanía llega demasiado tarde: cuando Ella escribe a Annemarie que sale de India para reunirse con ella en Suiza, Annemarie ha sufrido un accidente y, tras varios días en coma, ha fallecido. Ella no lo sabrá hasta pasado un tiempo, doloroso porque continúa escribiendo y enviando telegramas sin respuesta.


Editorial HUSO
Narrativa de viajes
ISBN: 9788494624551
131 páginas, 16,95

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