En un primer tiempo, cuando –era casi el pleistoceno- con la desaparición de la dictadura se fue también la obligación de programar en los cines, antes de la película, el Nodo (entre diez y quince minutos de noticias del régimen a mayor gloria del dictador, su impresentable familia y sus amiguetes mayormente corruptos), los exhibidores llenaban el vacío que dejó con la proyección de un documental o un “corto” (abreviatura de cortometraje).
Después, y
como no era gratis porque el cortometraje es una película en todo regla solo que dura
menos, “el corto” fue desapareciendo de una sala tras otra para dejar sitio a
la publicidad, que para entonces ya no eran fotografías o dibujos estáticos
sino mensajes filmados, películas de
propaganda de los productos que íbamos estrenando a medida que el país se
incorporaba a la modernidad.
No sé otros,
pero yo he echado de menos los “cortos”. Respeto que haya gente que se gane la
vida con la publicidad pero eso ya existía antes; sólo que se proyectaba
durante el descanso (entre el corto y la película), que es otra cosa que
también ha desaparecido y que era de gran utilidad, en particular para ir al
baño, dar dos caladas a un pitillo y chismorrear un poco en el vestíbulo.
Incluso para ligar: los tiempos vacíos del cine y el teatro fueron cómplices de
muchas aventuras y algunos romances.
Celebro cada
vez que tengo oportunidad de ver un corto interesante, y también me pregunto
qué futuro le espera aparte de acudir a los muchos festivales que hay dedicados
exclusivamente a este tipo de películas y, en el mejor de los casos,
coleccionar trofeos en una estantería. Eso hasta ahora, porque tengo puestas
todas mis esperanzas en las plataformas que crecen como setas y, seguro, en
algún momento van a apostar fuerte por los cortos, aunque solo sea para llenar
huecos de programación.
Todo lo
anterior para entrar en materia y hablar de “Cris Superstar”. Una inteligente y
divertida película que dura en torno a la media hora, musical bastante pop homenaje
a “Jesucristo Superstar”, y también a los Monty Phyton, dirigido por Guillermo Fernández Groizard (“Esto no es una cita”, Premio del Público en
el Festival de Málaga, y una larguísima experiencia en series: “Menudo es mi padre”, “Compañeros”,
“Mis adorables vecinos”, “Policías, “Cuenta atrás”…) e interpretado por
Virginia Rodríguez (“Compañeros”, “Hospital central”, “Esto no es una cita”),
Naím Thomas (“Operación Triunfo”, “Muerte en Granada”, “40 el musical”,
“Aladdin”), Darío Frías (“Al salir de clase”, “Cuéntame”, “Esto no es una
cita”) y un coro de estupendos músicos, cantantes y bailarines.
La historia comienza en la carretera. En
una limusina viajan Patatoni, dueño de Buzz TV y magnate malévolo de la TV, y
Wagner, propietario de televisiones en el norte que Patatoni quiere comprar. Se
detienen en una Steak House donde Cris lleva diez años trabajando de camarera. La
ilusión de su vida siempre fue salir del pueblo y convertirse en actriz.
Cuando Patatoni le hace una oferta que
pone su vida patas arriba los compañeros de trabajo, los clientes que andan por
allí, alguien que pasa por la carretera
y los dos magnates de la limusina acompañan los altos y bajos del estado
de ánimo de la camarera con una serie de brillantes coreografías/números musicales.
Vale la pena pasar un buen rato viendo
“Cris Superstar”. Espero que, aunque esto de la pandemia está complicando todo,
no pase demasiado tiempo antes de que pueda recomendarla, y mejor en pantalla
grande.
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