La historia que cuenta la película “Crescendo” (#makemusicnotwar) está inspirada libremente en la West-Eastern Divan Orchestra, un proyecto ideado en 1999 por el músico Daniel Barenboim y el filósofo Edward Said, que pretendía reunir a jóvenes talentos musicales palestinos, árabes e israelíes e incitar un foro para el diálogo y la reflexión acerca del conflicto israelí-palestino. No se trata de un documental, es una ficción con mucho de realidad.
Dirigida por Dror Zahavi (“For my father”) e
interpretada en los principales papeles por el galardonado actor austriaco Peter Simonischek (Premio al Mejor Actor del
Cine Europeo en 2016 por su interpretación en la película “Toni Erdman” de
Maren Ade) y los jóvenes: Daniel Donskoy (“En el lugar del crimen”,“Victoria”) y Sabrina Amali (“4 Blocks”), junto a un puñado de
jóvenes y esforzados músicos, llega a los cines este viernes, 16 de
octubre de 2929.
El famoso director de orquesta Eduard Sporck –que no
es ni palestino ni israelí, sino un alemán hijo de una pareja de nazis
fusilados por los aliados al finalizar la Segunda Guerra mundial- recibe y
acepta la propuesta de formar una orquesta con músicos jóvenes isralíes y
palestinos, para dar un concierto por la paz en la región, un acontecimiento que
transmita la idea de que es posible terminar con el conflicto que lleva
enquistado desde hace más de medio siglo, cuando el estado hebreo empezó a
apropiarse de los territorios palestinos.
El objetivo, que ya parecía difícil al planearlo, se demuestra mucho más difícil en la realidad, porque el enfrentamiento entre los jóvenes se produce de inmediato y con dureza; en particular, entre los dos músicos con más talento, la violinista palestina Layla y el israelí Ron, también violinista y además virtuoso, que no escatiman los ataques y los insultos. Sporck decide trasladar al grupo a una especie de refugio en el Alto Adigio, en el Tirol del Sur, un lugar entre Italia y Austria lleno de recuerdos infantiles para él, donde piensa que será más fácil llevar a cabo el proyecto.
A través de
la música y cumpliendo las aspiraciones de los jóvenes intérpretes, intenta
explicarles que las dos facciones que representan son víctimas de la historia,
que lo mismo que en un concierto no se puede tocar “contra”, el conflicto entre
las dos naciones debería resolverse “a favor”. El proyecto de la orquesta da
lugar a un emocionante proceso colectivo de transformación que obliga a los
jóvenes a cuestionarse a sí mismos, poner en cuarentana sus egos y reflexionar sobre el sentido de su opción
política, en la mayoría de los casos “mamada”. A fuerza de ir superando
choques, los jóvenes terminan por encontrar una especie de entente que puede llevarles
a superar los odios, la intolerancia y el terror del conflicto que no acaba
nunca.
Escrita y realizada con gran equilibrio la historia,
un drama con su pizca de romanticismo, me parece que merece exhibirse en
escuelas y clubs juveniles, para acercar el conflicto histórico a las nuevas
generaciones y estimular algo tan escaso en nuestras sociedades como es el
respeto al otro, al diferente. Profunda y sensible, “Crescendo” es una
declaración de humanismo y un deseo de la llegada de tiempos mejores.
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