Para cumplir con
su cita anual con los espectadores, Woody Allen (“Manhattan”, “Hannah y sus
hermanas”, “Midnight Paris”, “Blue Jasmine”, “Café Society”), ha elegido para
su largometraje número cuarenta y nueve una historia de pasiones desenfrenadas,
violencia e infidelidad, con cuatro personajes cuyas vidas se cruzan en la
marea y la música estridente del parque de atracciones de Coney Island, en los
años ’50 del siglo XX.
Como siempre,
son grandes nombres de la pantalla los que componen el reparto y el equipo
técnico de esta película, cuyo romántico y un poco kitsch argumento nos remite
a las “novelitas rosas” que hace décadas se cambiaban en los kioskos, lo mismo
que los cromos.
Kate Winslet (“Titanic”, “El lector”), espléndida en el papel
de Ginny, una ex actriz reconvertida en camarera con un hijo pirómano, que le
ha valido el premio a la Mejor Actriz en los Hollywood Film Awards; Jim Belushi
(“Danko: calor orjo”, “Superagente K-9”), casi desconocido como Humnpty, el
encargado de la atracción de “los caballitos”, marido de Ginny; Justin
Tiberlake ”La red social”, “In Time”), más conocido como cantante top, antes
niño prodigio, en Mickey, el bañista seductor que quiere llegar ser dramaturgo; y Juno Temple (“El caballero
oscuro”, “Black Mass”) que es Carolina, la hija del primer matrimonio de
Humpty, que reaparece después de mucho tiempo, recién separada de un gánster.
Junto a ellos, y par bien, Vittorio Storaro, director de fotografía.
Y pese a todo
esto, pese a la calidad interpretativa y a ser visualmente magnífico, pese a
tener un encantador ambiente de “blues de posguerra” (la Segunda, claro), pese
a estar dirigida por Woody Allen, uno de mis cineastas favoritos, debo decir
que “Wonder Wheel” me ha decepcionado (como me decepcionó su anterior serie de
ciudades) porque me ha parecido que no tenía nada que decir y está
“cumpliendo”. Con Woody Allen es siempre igual, a veces te entusiasma y otras le
detestas.
El triángulo amoroso
de esta historia llorona y previsible –que cuenta todos los tics del autor:
amores imposibles, infidelidad, deseo, pasión, depresión… y que podría haber
sido una producción teatral a caballo entre Tennessee Williams y Eugene O’Neill-
es muy aburrido, y el resultado una película que carece de interés.
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