Urgente, callejera, carnal,
amorosa y política”
Premiada en el Festival de San
Sebastián 2017 con dos Conchas de Plata (a la Mejor Directora, Anahí
Berneri, y a la Mejor Actriz, Sofía Gala
Castiglione), la película “Alanis” nos cuenta tres días de la vida de una joven
prostituta, y su pequeño hijo, en una
Buenos Aires “multirracial, marginal e inmigrante”.
“Las prostitutas dominicanas que
llegaron engañadas con un futuro mejor, las peleas por ganar un lugar en la
calle y los apartamentos “privados”. El vacío legal, la persecución y la
vergüenza de quienes ejercen un trabajo, son víctimas de una forma de
esclavitud o simplemente encontraron una forma de sobrevivir”, en palabras de
la directora (“Un año sin amor”, “Por tu culpa”, “Al aire libre”).
Alanis tiene 25 años y trabaja de
prostituta. Tiene un bebé de año y medio y, con su amiga Gisel, ocupa un
apartamento donde viven, cuidan del pequeño y reciben a sus clientes hasta que
unos inspectores les cierran el piso y detienen a Gabriela. Sola y abandonada
por todos, Alanis se traslada temporalmente a casa de su tía, que vive en un
barrio miserable y violento donde Alanis lucha por sacar a su amiga del
calabozo, cuidar de su hijo (en la vida real el hijo de la protagonista) y
recuperar su dignidad, ofreciendo sus servicios por la calle, donde otras
prostitutas la agreden por intentar quitarles la clientela. “Comienza
entonces un peregrinaje por camas prestadas y trabajos precarios con conflictos
con las autoridades, la burocracia estatal, clientes perversos, colegas
violentas y amigas que no lo son tanto”
(Diego Batlle, La Nación).
“En la lucha, que es
cruel y mucha”, titula Juan Pablo Cinelli su crítica en el diario argentino
Página 12, consiguiendo un sobrio y definitorio resumen de una película cruda y
muy real, que retrata un mundo hostil para algunas mujeres sin permitirse caer
en la emotividad gratuita: la vida de Alanis es cruel, el sistema la va
empujando hacia la marginalidad, y ella lo sabe y está preparada, con escasas
armas, para afrontarla. Su mundo es sórdido pero la realizadora lo ha dotado al
mismo tiempo de toda la belleza y ternura que, sin ningún duda, encierra,
logrando una composición “casi pictórica” de escenas en que abunda la carne y
el amor entre sus protagonistas.
Alanis lleva a
cuestas una dosis de desencanto, su tristeza es la que quien no cree en la
solución de los problemas, aunque mantiene la esperanza de que cualquier forma
de convivencia puede traducirse en una familia “que podrá ser informal,
ensamblada y hasta fragmentaria, pero también real”, aún sabiendo que lo
sórdido va a seguir acechándola cada día.
Tanto la directora como la protagonista, Sofía Gala
Castiglione (“El resultado del amor”, “Madraza”), merecen que sumemos nuestro
aplauso a los muchos conseguidos en San Sebastián (http://periodistas-es.com/65-festival-de-san-sebastian-doble-presencia-argentina-92122) por
haber contado de una manera tan lúcida, y tan llena de humanismo y amor, una
historia muy política que retrata esa realidad social tantas veces ignorada,
cuando no estigmatizada, que se presta a manipulaciones y maniqueísmos, en los
que ellas no han caído en ningún momento. En el caso de “Alanis”, la prostituta
no es presentada como “una víctima sino como una mujer que tiene recursos y
lucha para sobrevivir”.
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