El director español Álvaro
Longoria, ganador de un Goya al Mejor documental por Hijos de las nubes,
presenta ahora el largometraje documental The Propaganda Game, resultado visual
y sonoro de unos cuantos días como huésped oficial del régimen totalitario de
Corea del Norte, más una serie de entrevistas a “expertos occidentales” y
antiguos corresponsales en el país del líder supremo Kim Jong-un, tercer
miembro de una dinastía de dictadores comunistas que se inició con el abuelo
del actual, Kim Il-sung, y se perfeccionó con su padre, Kim Jong-il quien, sin
razones aparentes, se saltó la línea sucesoria y nombró heredero del régimen al
más pequeño de sus vástagos -que le sucedió en 2011- , educado en un colegio
privado y carísimo de Berna (Suiza), políglota y militar con rango de general
de cuatro estrellas. O sea, lo más. Para que no haya duda, Kim Jong-un es ese
chico gordito, con pelo cepillo y siempre vestido con casaca Mao, dictador de
un país comunista a la peor vieja usanza y consumidor en la intimidad de
“decadentes” juegos de consola y música occidental.
Guiado por un señor de Tarragona
que se llama Alejandro Cao de Benós - único extranjero residente en el país que
trabaja para el gobierno (sus padres también son objeto de entrevista y
explican que al chico aquí no le convencía nada la izquierda y ahora es feliz
en la República Popular Democrática de Corea) aunque, según Wikipedia, ha
vuelto a residir por estos pagos y es algo así como un cónsul honorario del
país hermético en España- el equipo dirigido por Alvaro Longoria, estrechamente
vigilado y dirigido por oficiales del régimen, ha recorrido calles,
fotografiado imponentes construcciones y monumentos modelo “realismo
soviético”, asistido a bodas entre sonrientes señoritas ataviadas con traje
regional y jovencísimos militares con el pecho lleno de medallas, sesiones de
patinaje, momentos de ocio en un parque acuático y entrañables funciones
infantiles en las que encantadoras niñitas vestidas de rosa y anodinos niños
bastante grises entonan cánticos en homenaje al máximo líder, con los ojos
cuajados de lágrimas.
También asistieron a una misa
católica, en una iglesia nueva como el resto de edificios que aparecen en el
documental, donde solo había un par de decenas de “fieles” –sobre todo fieles
del género femenino, todas con idéntico velito ridículo blanco tapando sus
coronillas- , aunque, para su sorpresa, más tarde alguien desde occidente les
explicó que ese, y otros momentos, no son más que montajes, escenografías con
actores (como hace algunos años en China, ¿recuerdan?, los turistas recorrían
en visitas siempre guiadas las nuevas zonas residenciales donde, en
habitaciones donde nadie se había sentado ni dormido nunca, unas supuestas
familias “afortunadas” les daban la bienvenida al apartamento que el
padrecito-estado acababa de entregarles. Una vez que los turistas seguían
viaje, los chalets se cerraban con llave, pestillo y cerrojo, y los personajes
recibían un jornal por la actuación).
The Propaganda Game ha pasado ya
por un puñado de festivales, Roma, Zurich, Mar del Plata y el de San Sebastián
2015 con excelente acogida, porque aunque resulte prácticamente imposible
separar lo verdadero (si es que hay algo) de lo falso, nadie puede negar el
interés de traspasar una de las fronteras más herméticas del mundo y, en las
condiciones que sean, asistir al devenir de la vida cotidiana de un pueblo
totalmente desconocido. Máxime cuando, apenas tiene oportunidad, ese pueblo
manifiesta que es feliz y se esfuerza por hacer patente esa felicidad.
“El film analiza las estrategias
utilizadas por los diferentes figurantes para manipular la “verdad” y sus
intereses. Noticias falsas, medias verdades y polémicas surrealistas sirven
para que el espectador saque sus propias conclusiones. El objetivo de Longoria
es revelar las tensiones entre dos máquinas de propaganda - una interna,
dedicada a mantener felices a los 24 millones de habitantes del país, y otra
global dedicada a demostrar desde Occidente que Corea del Norte es poco más que
un espectáculo de fenómenos políticos”…como si todo el país fuera en realidad una
gran feria, o un circo inmenso en el que las mujeres pueden optar entre 18
cortes distintos de pelo autorizados.
The Propaganda Game no pretende dar
respuestas pero deja muchos interrogantes abiertos… Solo intenta mostrar “un
régimen donde todos aman a su líder desde que tienen uso de razón porque han
sido educados de esa manera…una propaganda que se inocula desde la iniciación y
es muy difícil sacar de la cabeza… Lo que nos quiere decir es que tanto
nosotros como ellos vivimos en una burbuja, en el mito de la caverna que este
cineasta, ha intentado traspasar. ¿Cuál es la verdad? Preguntas que no tienen
respuesta (por ejemplo, de donde viene el dinero), contradicciones (las
iglesias católicas, budistas… pueden ser montajes), casos recientes y polémicos
(como el de la película The Interview, cuyo estreno en Estados Unidos se
intentó censurar desde Pyonyang)…The Propaganda Game nos dice que pensemos que
no somos poseedores de la verdad absoluta y que la batalla mediática a la que
se ven sometidos Estados Unidos y Corea del Norte perjudica al resto de países
cuando pretenden valorar lo que allí ocurre…” (El blog de cine español).
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