“Hubo
un tiempo en que el periodismo era un deber nacional. Te lo juro”
(Dan Rather, Daniel Irvin Rather Jr., nacido en 1931 en Texas, ex presentador
estrella del telediario “60 minutos” de la CBS Evening News durante 24 años
(hasta marzo de 2005) cuando fue expulsado del canal a cuenta del escándalo que
cuenta la película La verdad (Truht).
El mejor Robert Redford (Todos los
hombres del presidente), ahora lleno de arrugas, y una seductora Cate Blanchet
(Blue Jasmine) protagonizan La verdad, un thriller basado en el Rathergate, el
escándalo periodístico que agitó las elecciones presidenciales de 2004, que en
Estados Unidos ha vuelto a abrir el debate de las relaciones que existen entre
la prensa, el poder político y los intereses de las grandes corporaciones
mediáticas. Se trató de la emisión de una serie de documentos y testimonios que
cuestionaban el historial militar de George W. Bush (entonces aspirante a la
Casa Blanca), asegurando que, a finales de los años ’60 y principios de los
’70, había buscado enchufes para “esconderse” en la Texas Air National Guard
(Guardia Nacional) en lugar de ir a luchar a Vietnam. Completan el reparto Dennis
Quaid (Traffic), Elizabeth Moss (Mad Men), Topher Grace (Interstellar) y John
Benjamín Hickey (Banderas de nuestros padres).
La película es la opera prima del
cineasta James Vanderbilt, conocido guionista de Zodiac y Asalto al poder, y
está basada en las revelaciones que aparecen en el libro Truth and Duty: The
Press, The President and The Privilege of Power (La verdad y la vida: la
prensa, el Presidente y los privilegios del poder), escrito por la productora
Mary Mapes, personaje protagonista junto a Dan Rather (el periodista
presentador de los informativos estrella de la cadena). El escándalo que ambos
desataron acabó no solo con sus carreras en el canal sino que incluso estuvo a
punto de poner fin al informativo CBS News. El problema es que no pudieron
aportar pruebas de lo que estaban asegurando; algunas de las personas que
testimoniaron se negaron a aportarlas, y otros testimonios fueron simplemente imposibles
de verificar.
En vísperas de las elecciones
presidenciales estadounidenses de 2004, el país está en guerra con Irak y
Afganistán y todo parece indicar que George W. Bush será reelegido. La
productora de la CBS Mary Mapes y el presentador Dan Rather –comunicador estrella
de los informativos durante 24 años-, tras el éxito conseguido al destapar la
existencia de la cárcel de Abu Ghraib donde soldados estadounidenses torturaban
y humillaban a iraquíes detenidos, descubren un escándalo que puede cambiar el
curso de los acontecimientos y lo cuentan en un programa especial, desatando
una auténtica tormenta informativa y una inesperada reacción en la cadena, que
somete a los periodistas a un auténtico juicio exigiéndoles que revelen sus
fuentes y presenten pruebas de lo que han dicho. Los dos luchan hasta el final
–el final de sus carreras en la CBS- mientras toman conciencia de las
ingerencias políticas y económicas en la línea editorial del medio para el que
trabajan (y de todos los demás).
A pesar de los años transcurridos,
y de que ninguno de los dos periodistas trabaja en el canal desde 2004 -a Mary
la echaron y Dan Rather se despidió antes de finalizar el contrato-, la CBS se
ha negado ahora a difundir la publicidad de la película La verdad (Truth),
alegando que en algunos momentos falta a la verdad.
Tanto Cate Blanchett como Robert
Redford están magníficos y muy dignos en su “encanto discreto” y sus papeles de
“reveladores” de un fenómeno que se mantienen en nuestros días: la forma en que
dan las noticias, muchas veces sin que el periodista pueda avalar lo que está
contando, la manera -buena y mala- en que Internet ha irrumpido en la terreno
de la información, mezclando verdad y falacia y organizando un totum revolotum
con hechos acaecidos y deseos del informador; y, finalmente, el peso de la
propiedad de los medios en el relato de la información.
Estudiado por innumerables
organizaciones de periodistas, y también de detectives virtuales, Memogate
(también conocido como Rathergate) no tuvo para sus autores la suerte de su
antecesor, el Watergate. La película puede competir dignamente con anteriores
producciones cinematográficas sobre el papel de los medios en la sociedad, y
las presiones que padecen las grandes corporaciones tanto del mundo político
como de las grandes empresas y lobbys financieros. Desgraciadamente, no es un
fenómeno circunscrito a Estados Unidos.
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