domingo, 4 de octubre de 2015

Golpe de estado, apocalipsis familiar en algún lugar de Asia



Thriller escrito y dirigido por John Erick Dowdle (“Así en la tierra como en el infierno”, “La trampa del mal”, “Quarantine”). Y protagonizado por Owen Wilson (“El gran hotel Budapest”, “Midnight in Paris”, “Tras la línea enemiga”), Lake Bell (“Sin compromiso”, “No es tan fácil”, “Boston Legal”) y Pierce Brosnan (“El escritor”, “Mamma mia!”, “Muere otro día”). “Moralmente dudosa y políticamente simple”, según el crítico de Télérama Nicolas Didier, no es imprescindible verla.

Jack Dwyer (Owen Wilson), ejecutivo de una empresa estadounidense, y su familia –mujer y dos niñas- se ven atrapados en un violento golpe de estado en un país del Sudeste Asiático, al que acaban de trasladarse. Puede ser Laos, quizá Camboya; en los dos días inmediatos a su llegada, la familia sufre un auténtico calvario, perseguidos de revolucionarios sedientos de sangre, con el machete en una mano y en la otra una ametralladora, dispuestos a acabar con cualquier “extranjero”, y en especial con los representantes de la multinacional, a la que les enfrentan algunas diferencias en torno a la instalación de una depuradora (o algo parecido).

De nuevo, dos culturas enfrentadas que no se entienden; el director tiene mucho interés en mantener la incógnita del lugar, como insinuando que algo así le puede pasar a cualquier, en cualquier sitio. Owen Wilson hace el papel de perfecto padre de familia, dispuesto a salvar a su familia al precio que sea, lo que incluye lanzar a sus niñas de un edificio a otro desde una altura considerable de varios pisos. El personaje de la mujer es el de una esposa valiente, aunque cuando pretende ayudar mete la pata (por decirlo de forma políticamente correcta), pero muy llorosa: lo que recuerdo de ella es hora y media de una cara manchada con sangre y lágrimas. Y en cuanto a Pierce Brosnan, agente clandestino de la CIA en el país de marras, vuelve a comportarse como el James Bond que fue un día, en cuanto le dejan un arma en la mano, llegando en su sentido del deber a sacrificar su vida, proponiéndose como blanco a los rebeldes, para “salvar a la familia”.




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