domingo, 25 de octubre de 2015

Little Boy, la guerra que nunca existió


Little Boy (algo así como chiquillo) es el nombre del código de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima, en Japón, el 6 de agosto de 1945, desde el avión bombardero B-29 Enola Gay del ejército estadounidense. La bomba que arrasó una ciudad con quinientos años de historia (1589) -levantada en la costa del mar interior de Seto- y algo más de un millón de habitantes, formaba parte del Proyecto Manhattan, desarrollado durante la Segunda Guerra Mundial, y contenía algo más de 64 kilos de uranio 235; 700 gramos entraron en fisión causando unos daños humanos realmente incalculables -materiales también, claro- cuyas secuelas no se han extinguido todavía.

Jugando con el nombre de la bomba y la baja estatura del niño de 7 años Pepper Busbee, a quien todo el mundo en el pueblo conoce como Little Boy -que durante la guerra, está dispuesto a todo incluido utilizar la magia, para conseguir que su padre, llamado a combatir en sustitución de otro hijo mayor declarado inútil, regrese cuanto antes a la pequeña localidad de O’Hare, California, donde reside la familia-, el director mexicano Alejandro Monteverde (Bella, 2007) y el productor y actor Eduardo Verástegui han construido este melodrama sentimental y épico, y también manipulador de la historia, que apuesta por el todo es posible (algo así como la fe puede mover montañas, vencer los prejuicios y algunos otros imposibles).

La auténtica protagonista de la película es la esperanza de un niño que, para cumplir el mayor de sus deseos, llega incluso a entablar amistad con el anciano Hasimoto, único japonés vecino y residente en las afueras del pueblo desde hace varias décadas y al que, tras el ataque y la destrucción de Hiroshima, los vecinos identifican con la cara del enemigo lo que le convierte en el blanco de las burlas y la violencia de adolescentes desalmados y adultos racistas y xenófobos.

Un ilusionista que actúa en el teatro de la localidad y el párroco del pueblo marcarán al niño las “buenas acciones” que debe cumplir para que la magia y un buen dios aceleren el regreso de ese padre soldado en el frente de Filipinas, al que mientras tanto se ha dado por desaparecido en combate.

Naturalmente las cosas no pueden quedar así. Al final todo se acelera para seguir estando en el mejor de los mundos, las gentes se vuelven más tolerantes, el padre no estaba muerto sino herido y regresará al hogar y al pueblo, donde será aclamado como un héroe.

Una película que sin duda tendrá más detractores que aplausos, una historia almibarada hasta el empacho, plagada de referencias bíblicas.



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