Sam Chitsama es un teclista y bailarín mozambiqueño de 33 años que vive en Sudáfrica y que, por un precio razonable, se presta a vengar a todos los “ofendidos”. Chitsama está dispuesto a cantar en WhatsApp amenazando e insultando a vuestros enemigos, y también como venganza en casos de infidelidad conyugal, rencilla familiar o cualquier otro tipo de actuación que consideremos que merece un “castigo”, según la información publicada en el digital Rest of World, especializado en nuevas tecnologías.
Sam
Chitsama se ha convertido en una celebridad como cantante “que se alquila”
entre la numerosa diáspora mozambiqueña
que vive en Sudáfrica, y que al día de hoy se acerca al medio millón de
personas. Chitsama canta fundamentalmente en udau, una
lengua local del oeste de Mozambique y el este de Zumbabue, salpicada con
frases en portugués y en Zulu, lengua perteneciente al grupo de las bantúes que
cuenta con mucho hablantes en el Africa austral, y sus creaciones son canciones
de amor u homenajes a los buenos empresarios y a quienes practican la caridad.
Pero últimamente ha descubierto que puede ganarse bien
la vida con las que llama “canciones de chsimes”: “Si me pagas puedo cantar en
WhatsApp tus problemas familiares y convertirlos en públicos”, ha declarado a
la publicación.
En las comunidades de migrantes –escriben Nyasha Bhobo
y Kudakwashe Magezi, autoras del
reportaje- , muchas de las cuales se encuentran en las ciudades mineras
auríferas de Sping y Welkom, además de en Soweto, la mayor aglomeración de
Sudáfrica, las « canciones de chismes » son un buen negocio. Los
clientes pagan a músicos como Chitsama hasta 40 dólares para que grabe y
difunda por WhatsApp los casos de esposas repudiadas por avergonzar
públicamente a las amantes de sus marido, los nombres de los ladrones de
ganado, o el de un hermano que se ha quedado con toda la herencia familiar.
Chitsama tiene una segunda fuente de ingresos, esta
vez a partir de 60 dólares, por « relanzar » las historias cada tres
meses, y si es posible añadiéndoles detalles. Según la publicación, Chitsama
cuenta con « hordas de fans en Sudáfrica y en Mozambique » y su
repertorio no se limita a los aspectos más desagradables de la existencia:
también puede cantar felicitaciones o enhorabuenas”. .
Los cantantes como Chitsama, que se cuentan por
decenas, ofrecen “más que una simple diversión. Ofrecen, a las partes en
litigio, una manera nueva de manijfestar su enfando o su rabio, e incluso de
obtener justicia en algunos procedimientos civiles”: “Tu pagas y cantando tus chismes yo transformo tus emociones en
canciones y en ritmos que se pueden bailar”.
En 2005, Chitsama, como otros miles de jóvenes
mozambiqueños antes y después de él, dejó su casa en la provincia de Manica,
en el oeste de Mozambique, para trasladarse a Polokwane, en el norte de
Sudáfrica, huyendo de las consecuencias sociales y económicas de una guerra
civil que duró 15 años y dejó más de un millón de muertos. Se sentían atraídos
por los migrantes que regresaban todas las Navidades alardeando de las ganancias
conseguidas en las minas de oro abandonadas de Sudáfrica. Pero en la última
década la economía africana pasa por dificultades, uno de cada tres empleados
ha perdido su trabajo y los puestos que quedan libres son de trabajos precarios
muy mal pagados.
Por eso, Chitsama ha decidido copiar a otros
compatriotas músicos que antes que él intentaron ganarse la vida en esta
pintoresca profesión de “cantante de chismes”. La mayor parte de sus clientes son migrantes
mozambiqueños que han hecho fortuna. El primero de sus clientes en 2018 fue “un
magnate del oro de la diáspora » quien le encargó cantar el nombre de un
jardinero cuya mujer había sido “amante del magnate” en Mozambique.
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