Con fecha 17 de agosto de 2021 el Pentágono ha hecho público un detallado informe titulado «What We Need to Learn: Lessons From Twenty Years of Afghanistan Reconstruction» (https://www.sigar.mil/pdf/lessonslearned/SIGAR-21-46-LL.pdf), más o menos “Lo que tenemos que aprender: las lecciones que debemos sacar de veinte años de reconstrucción en Afganistán”, elaborado por el SIGAR (Special Inspector General for Afganistán Reconstruction, organismo creado en 2008 para vigilar el derroche, el fraude y los abusos cometidos en el marco de la guerra en Afganistán) y basado en entrevistas con más de 700 responsables y el análisis de miles de documentos producidos durante las dos últimas décadas.
Según la información publicada este sábado 21 de agosto en el digital
francés Slate se trata del décimo segundo documento de “enriquecimiento por la
experiencia” del SIGAR, consta de 122
páginas, llevaba meses durmiendo en los cajones y entre otras cosas califica de
“irrealizable” la perspectiva de construir un Afganistán pacífico y estable” y
asegura que el gobierno estadounidense nunca estuvo convenientemente “equipado
para una empresa tan ambiciosa en un ambiente tan ingobernable”. Lo que corrobora la opinión
manifestada en más de una ocasión por el actual presidente Biden de que la
misión estaba condenada al fracaso desde el principio, independientemente del
tiempo que permanecieran las tropas americanas en el país y de las cantidades
de dinero que se invirtieran en él.
En una especie de resumen,
el informe constata que la presencia estadounidense ha servido para introducir
mejoras en materia de sanidad, situación de las mujeres y medio ambiente, pero no
en los demás aspectos de la vida cotidiana. Incluso manifiesta algunas dudas “de
que se los progresos conseguidos se puedan mantener ».
Para los autores del
informe, el resultado no es tanto una crítica de las operaciones militares como
del supuesto “de que el día que los soldados estadounidenses se marcharan del
país iban a dejarlo en condiciones de funcionar y desarrollarse ».
El fracaso de la estrategia
de Estados Unidos –tanto por el funcionamiento de su administración como por
las limitaciones sociales, políticas y económicas de Afganistán- es de tal
magnitud que « cuestiona la capacidad de las agencias gubernamentales
estadounidenses para concebir, llevar a la práctica y evaluar las estrategias
de reconstrucción”, en cualquier lugar, una vez que ha quedado demostrado que
son incapaces de compartir “los medios y las responsabilidades (…) Los
proyectos destinados a atenuar los conflictos les han llevado a actuar en
sentido contrario, e incluso a financiar involuntariamente a los insurgentes ».
Según este informe, el
desconocimiento de las dinámicas sociopolíticas y económicas del país, les ha
llevado a actuar « a ciegas » constantemente, imponiendo « con
torpeza modelos tecnocráticos occidentales a las instituciones económicas
afganas, formando a las fuerzas de seguridad en el manejo de armas sofisticadas
que no podían mantener, e imponiendo un estado de derecho formal a un país en
el que cerca del 90% de las decisiones se adoptan de manera informal”.
Por culpa de ese
desconocimiento del contexto, los responsables estadounidenses han puesto el
poder en manos de personas influyentes que
“han desviado la ayuda para enriquecerse personalmente y enriquecer a
sus aliados”. En Afganistán se han dilapidado miles de millones de dólares en
la creencia de que cuanto más dinero se invirtiera más pronto se obtendrían
resultados, sin advertir que estaban alimentando la corrupción; y cuando
intentaron remediarlo “distribuyendo el dinero por canales no oficiales” la
consecuencia fue que “los pocos
funcionarios íntegros del gobierno afgano no aprendieron nunca a gestionar sus
propias administraciones” porque –en lo que el informe califica de “lobotomías
anuales”- una vez que alguien se demostraba capaz y honesto lo trasladaban a
otro puesto, “obligando a sus sucesores a recomenzar todo desde el principio”.
Finalmente, el informe del SIGAR destaca el fracaso
del ejército estadounidense en el objetivo primordial de llevar seguridad a las
distintas zonas del país para después emprender la tarea de cumplir con los propósitos
sociales, políticos y económicos encomendados a la misión de Estados Unidos en
Afganistán, que debían abrir la puerta a inversiones a largo plazo que ayudaran
a la reconstrucción del país, lo que nunca ha ocurrido en los últimos veinte años.
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