« Una fábula sobre le
educación, tan absurda como inquietante » (Elisabeth
Philippe- NouvelObs)
Revisión muy
personal, efectuada por el realizador Serge Bozon (“Tip Top”), del celebérrimo
relato gótico “El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde”, de Robert
Louis Stevenson. O, lo que es lo mismo, narración en torno a una personalidad
doble protagonizada por la francesa Isabelle Huppert (“Elle”, “La pianista”), una
de esas actrices a las que venera la crítica de su país.
Melodrama con
tintes fantásticos sobre las dificultades de la educación en las ciudades
dormitorio, que cuenta también con los actores José García (“A fondo”, “Ahora
me ves”) y Romain Duris (“Nueva vida en Nueva York”), que en esta película no
es ni el guapo, ni el malo, ni el estafador simpático que seduce a la chica. Es
tan solo un excéntrico director de instituto.
Una tímida profesora de física (Isabelle
Hupprt) de un instituto de la periferia es despreciada por sus alumnos, y por
los demás profesores. Durante una noche de tormenta, mientras lleva a cabo un
experimento en su laboratorio, es atravesada por un rayo y cae desmayada.
Cuando despierta se siente radicalmente cambiada, por las noches se transforma
en una persona luminiscente, una superwoman con poderes electrizantes, y en
clase cambia de comportamiento y de método.
La
distribuidora, no haciendo otra cosa que su trabajo, nos ha seleccionado un repertorio de elogios,
tanto para la película, como para el realizador y la intérprete, que al parecer
se entienden perfectamente y han repetido. Pero sucede que, como casi
siempre, no ha habido unanimidad y junto
a quienes consideran esta película “excelsa, magnífica, fantástica…”, e incluso
“un tesoro”, y quien piensa que es la definitiva “sobre inmigración y
educación” (aunque eso ya se dijo de “La clase” y algunos otros sucedáneos),
también ha habido quien, antes que yo, la ha definido como “ininteligible”.
No digo que
no sea laudatoria la intención del director –que fue profesor en un instituto
de la periferia parisina- de explicar a tanto desinteresado de las cuestiones
realmente políticas de la vida cotidiana, como es el caso de la educación, la
realidad francesa (y de otras latitudes) contemporánea, la importancia que
tiene la transmisión de conocimientos y el empeño de algunos educadores en que
sus alumnos puedan beneficiarse de esa igualdad de oportunidades, tan cacareada
y tan poco real. Me quejo de que lo haya hecho de una manera tan alambicada que
solo va a satisfacer a los fans del cineasta y dejar estupefactos al resto de
espectadores, de que sea una película muy difícil de ver “con una Isabelle
Huppert sonámbula, sus efectos especiales “realistas” y un discurso demasiado clásico sobre la
importancia de los estudios” (Première).
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