jueves, 20 de septiembre de 2018

“Madame Hyde” de Serge Bozon, difícil melodrama semifantástico

« Una fábula sobre le educación, tan absurda como inquietante » (Elisabeth Philippe- NouvelObs)


Revisión muy personal, efectuada por el realizador Serge Bozon (“Tip Top”), del celebérrimo relato gótico “El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde”, de Robert Louis Stevenson. O, lo que es lo mismo, narración en torno a una personalidad doble protagonizada por la francesa Isabelle Huppert (“Elle”, “La pianista”), una de esas actrices a las que venera la crítica de su país.

Melodrama con tintes fantásticos sobre las dificultades de la educación en las ciudades dormitorio, que cuenta también con los actores José García (“A fondo”, “Ahora me ves”) y Romain Duris (“Nueva vida en Nueva York”), que en esta película no es ni el guapo, ni el malo, ni el estafador simpático que seduce a la chica. Es tan solo un excéntrico director de instituto.

Una tímida profesora de física (Isabelle Hupprt) de un instituto de la periferia es despreciada por sus alumnos, y por los demás profesores. Durante una noche de tormenta, mientras lleva a cabo un experimento en su laboratorio, es atravesada por un rayo y cae desmayada. Cuando despierta se siente radicalmente cambiada, por las noches se transforma en una persona luminiscente, una superwoman con poderes electrizantes, y en clase cambia de comportamiento y de método.

La distribuidora, no haciendo otra cosa que su trabajo,  nos ha seleccionado un repertorio de elogios, tanto para la película, como para el realizador y la intérprete, que al parecer se entienden perfectamente y han repetido. Pero sucede que, como casi siempre,  no ha habido unanimidad y junto a quienes consideran esta película “excelsa, magnífica, fantástica…”, e incluso “un tesoro”, y quien piensa que es la definitiva “sobre inmigración y educación” (aunque eso ya se dijo de “La clase” y algunos otros sucedáneos), también ha habido quien, antes que yo, la ha definido como “ininteligible”.

No digo que no sea laudatoria la intención del director –que fue profesor en un instituto de la periferia parisina- de explicar a tanto desinteresado de las cuestiones realmente políticas de la vida cotidiana, como es el caso de la educación, la realidad francesa (y de otras latitudes) contemporánea, la importancia que tiene la transmisión de conocimientos y el empeño de algunos educadores en que sus alumnos puedan beneficiarse de esa igualdad de oportunidades, tan cacareada y tan poco real. Me quejo de que lo haya hecho de una manera tan alambicada que solo va a satisfacer a los fans del cineasta y dejar estupefactos al resto de espectadores, de que sea una película muy difícil de ver “con una Isabelle Huppert sonámbula, sus efectos especiales “realistas” y un  discurso demasiado clásico sobre la importancia de los estudios” (Première).




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