Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia 2017 y Premio a la
Mejor Película en el Toronto, “Sweet Country”, de Warwick Thorton (“Sansón y
Dalila”, Premio Cámara de Oro en el
Festival de Cannes 2009), es un western que expone el racismo y las divisiones
sociales en la Australia de los años 1920. Y es también una grata sorpresa.
En las grandes extensiones donde conviven, bien que mal, aborígenes y
blancos, aparece asesinado un granjero blanco lo que exacerba las tensiones
habituales, provocadas por el racismo y la esclavitud. Un grupo de granjeros
busca al sospechoso, un aborigen liberado, y le sienta ante el juez.
Con unos escenarios que no tienen nada que envidiar a los de Sergio Leone y
una historia que tanto se parece a la Estados Unidos, con unos blancos que se
apropian de los territorios de los aborígenes, “Sweet country” es, sin género
de dudas, un western al uso, con sus ranchos, cowboys, fusiles, caballos y
venganza. Un western que denuncia el racismo que se encuentra en el trasfondo
del paso de la Australia rural al país moderno que es hoy.
Evidentemente, ni todos los blancos son seres abyectos ni todos los
aborígenes almas cándidas con comportamientos ingenuos. Lo que sí queda claro
es que la justicia no es a palabra de los jueces sino el plomo de las pistolas.
Sam es un aborigen de mediana edad que trabaja para un predicador en el
Territorio Norte de Australia. Cuando Harry, un veterano de guerra, se va a
vivir a un puesto fronterizo cercano, el predicador envía a Sam y su familia
para ayudarle a reparar los corrales. Las relaciones entre los dos hombres
empeoran progresivamente hasta llegar a un intercambio de disparos, en el que
San mata a Harry en defensa propia. Convertido en criminal, Sam huye con su
esposa por el desierto. La utoridad militar local, el sargento Fletcher,
organiza una batida de caza para encontrar a Sam.
Inspirada en hechos reales, el australiano Waewick Thorton ha realizado una
película muy bella apoyada en el sólido trabajo de sus actores –Hamilton
Morris, Bryan Brown, San Neill, entre otros-, un drama emocionante que denuncia
la perversión de la dominación de los blancos y la injusticia de la explotación,
en lo que finalmente se convierte en una
requisitoria contra la injusticia.
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