“La verdad es subjetiva y arbitraria”
Esta película
es una joya, una rara avis en el panorama cinematográfico estadounidense, un
film emocionante hasta hacer saltar las lágrimas al contemplar tanta belleza
encerrada en la historia de un hombre anciano, muy anciano, que ha sobrevivido
a sus contemporáneos en algún lugar del desierto cercano a la línea de
demarcación con México, donde conviven
dos culturas y se dan esos tipos que pertenecen a la sabiduría fronteriza, y
solo a ella. Hay algo inmensamente entrañable en ese aparato de radio que solo emite corridos.
Un hombre de
90 años sin mujer y sin hijos que a fuerza de repetir la rutina cotidiana de los
seis ejercicios de yoga matinal con un corrido de fondo, el desayuno en la
cafetería, la compra de leche en el supermercado (esa leche que es lo único en
su nevera), el crucigrama del periódico y el Bloody Mary vespertino en el bar
donde siempre suena Johnny Cash, y donde diariamente discute tras insinuar el
gesto de encender un cigarrillo prohibido, se replantea su vida y quiere darle
un sentido ahora que se acaba.
Emocionante
este canto del cisne del gran Harry Dean Stanton, el inolvidable protagonista
de la inolvidable “Paris Texas” (1984) de Win Wenders, fallecido en septiembre
de 2017, que es también un homenaje al actor quien, según declaraciones
propias, fue secundario en más de doscientas películas, y el primer
largometraje dirigido por el actor John Carroll Lynch (“Fargo”, “The walking
dead”, “American horror”).
El guión de
“Lucky” ha dado a Harry Dean Stanton la oportunidad de ser él mismo, si bien
excesivamente delgado y envejecido, fumar sus cigarrillos de siempre, evocar su
juventud en Kentucky, donde un incidente a los trece años le llevó después a
creer solo en la relatividad de todo (ese “ungatz” repetido en la película, esa
forma en que los mafiosos italianos expresan la “inanidad del ser”), en la
predestinación, en que el mundo no tiene principio ni fin, que no somos nada y
tenemos que vivir el instante siendo siempre nosotros mismos: “Una filosofía
heredada de su profundo conocimiento de los textos de la Cábala, el budismo,
Eisnstein, Carl Jung y sobre todo Shakespeare, Otelo y Macbeth en particular.
Un pensamiento expresado muy abiertamente en el último tercio de ‘Lucky” (Bande-à-part), que a lo largo del día Lucky
comparte con diferentes interlocutores, entre ellos un excéntrico deprimido,
interpretado por el realizador David Lynch.
Balada
existencial, más que testamento añadido a 60 años de carrera, “Lucky” hace
complejas las emociones simples y simples los interrogantes complejos” (Cahiers de cinéma). Rodada en
cinemascope, “como un western crepuscular”, es la epopeya interior de un cowboy que parece llevar toda la vida
deambulando por el desierto de Wenders, por ese Oeste que parece inventado por
y para el cine, arrastrando una crisis
interna que es un enfoque filosófico y emocional de la muerte, con la tristeza
de ver que la vida se acaba y la determinación de vivir con plenitud lo que
quede de ella.
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