“Caído
acaso de la luna, Shakespeare, a gatas, baja por un tejado en declive;
contempla la escena; saca un compás, una brújula, una plomada, un astrolabio y
otros instrumentos más insólitos. Hace cálculos sobre la pizarra del techo y
concluye que aquella es la prolongación única de las líneas que él dejó
trazadas en la última escena de su comedia.” (de “El fraile
converso”- diálogo mudo)
“El plano oblicuo” es una de las
más celebradas recopilaciones de relatos de Alfonso Reyes (1889-1959), quien
fue para Borges “un tipo muy extraño y uno de los mejores prosistas en lengua
española desde que la lengua existe”. Una definición probablemente exagerada,
aunque es innegable el papel de este autor en la modernización del castellano
al otro lado del Atlántico.
Se trata de textos escritos por
Alfonso Reyes -político, ensayista, autor teatral, narrador…, como muchos otros
literatos latinoamericanos de su época-, entre 1910 y 1914, cuando se exilió en
España, desde la embajada mexicana en París, donde trabajaba, y se instaló en
Madrid trabajando al amparo de Menéndez Pidal en el Centro de Estudios
Históricos. Un tiempo que dejó una profunda huella en su obra, casi tanta como
él en los literatos del momento.
Publicado por primera vez en 1920, “El
plano oblicuo” es una colección de relatos primerizos, que se mueven entre el
surrealismo y el realismo fantástico, “anterior a Borges y a Cortázar, y
también a García Márquez, y que adolece, leída hoy, de cierta modernidad”, lo
que sin duda le aleja del lector medio: el lenguaje barroco y las referencias
cultas, incluso enciclopédicas que explican el interés de Borges por su estilo,
no resultan familiares en la era de Internet. Difíciles de leer.
Lo más probable es que -academicistas
al margen- este libro se lea con la curiosidad de saber qué podía interesar
tres o cuatro generaciones atrás, cuando el libro, como el viaje, era una de
las pocas conexiones con el mundo exterior. Ni el libro ni el viaje se parecen
hoy remotamente a los de finales del XIX y principios del XX, cuando ambos eran
todavía una aventura por desentrañar.
Las de Alfonso Reyes son historias breves
fabulosas (de fábula), poéticas, románticas a veces (seguramente porque uno no
puede nunca sustraerse del todo al ambiente) de un autor muy poco conocido por
estos pagos. “La imaginación y el sueño, la irrealidad y la reinvención mágica
de la realidad están en el punto de partida del texto inicial “La cena”, el
cuento que abre el libro y que es mi preferido (lo que no supone ninguna
originalidad), que enlaza sin ninguna discordancia con los relatos misteriosos
de un precursor muy cercano, Edgar Allan Poe, y que se ha considerado como “una
premonición del surrealismo latinoamericano, por sus motivos oníricos y
fantásticos” (Lee Kyeong Min, Universidad Nacional de Seúl, Seminario de
literatura mexicana).
“Tuve que correr a través de calles
desconocidas”. Esta frase inicial que nos lleva a las calles vacías, al sonido
amenazante de los relojes de las torres que recuerdan al personaje que llega a
su cita con retraso, acaba con la presentación de dos mujeres, tan misteriosas
como todo lo anterior, apenas entrevistas en la penumbra, y la inmersión del
lector en la pesadilla del relato donde se mezclan imaginación y sueño,
realidad e irrealidad.
Editorial Drácena
Colección Singulares
ISBN: 9788494648304
102 págs, 11,95€
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