André Øvredal, el realizador
noruego de la aclamada película “Troll Hunter”, dirige a Emile Hirsch (“Hacia
rutas salvajes”) y Brian Cox (“Churchill”) en una historia de terror que ha
conseguido, entre otros, el Premio especial del Jurado en el último Festival de
Sitges y el Premio a la Mejor película de Terror en el Fantastic Fest de
Austin.
Austin y Tommy, padre e hijo,
forenses de un pequeño pueblo de Virginia, reciben el cuerpo de una mujer,
joven y bella, no identificada. La víctima no presenta ninguna huella
sospechosa y no se conoce tampoco la causa de la muerte. Pero la policía local
necesita una explicación que dar a la prensa a la mañana siguiente, lo que
significa una noche de intenso trabajo para el dúo. La autopsia irá revelando
los secretos que esconde el cadáver, muchos de los cuales parecen desafiar a la
ciencia.
Y esto es la película que responde
con toda precisión al título: una autopsia. Una historia entera que
prácticamente sucede en su totalidad en una sala de la morgue. Horror
sangriento, imágenes impactantes, suspense elevado a una potencia alta,
momentos angustiosos de tensión…la oscuridad que llega por sorpresa y el
silencio habitual del laboratorio forense tienen también su parte en la
consecución de una fábula de misterio poco habitual, con momentos brillantes y
otros incluso desagradables.
Los dos actores consiguen una
química real y casi perfecta buscando explicaciones racionales a los indicios
que van apareciendo a lo largo de todo el proceso. Y es aquí donde puede
residir el posible atractivo de esta película de género: más allá del miedo que
puede suscitar en el espectador, lo interesante es que se trata de una película
sobre el trabajo científico y detectivesco de los forenses y sus métodos de
indagación y deducción. Padre e hijo van recogiendo muestras y tomando apuntes
que, poco a poco, encajarán todas piezas del misterio que encierra el cadáver
de Jane Doe, como si se tratara de armar un puzle.
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