Testamento fílmico de un cineasta
imprescindible
“No es
tanto que Alain Resnais se ha muerto como que no habrá más películas de Alain
Resnais” (Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes, al
anunciar la muerte del cineasta, ocurrida el 1 de marzo de 2014, apenas dos meses después de que este
filme ganara el Oso de Plata en el Festival de Berlín y dos meses antes de que
el Festival de Cannes le otorgara la Carroza de Oro por toda una vida).
Amar, beber y cantar, una reflexión sobre el amor y la muerte (temas eternos y recurrentes
en muchas las obras de Resnais, para quien “el cine es un cementerio viviente”),
tercera adaptación que Resnais hace del dramaturgo
inglés Alan Ayckbourn, en este caso de Life of Riley, después de Smoking/No
Smoking y Coeurs, está centrada en las peripecias de George, personaje al que
le quedan pocos meses de vida y cuya situación viene a trastocar la tranquilidad de su grupo de
amigos de toda la vida. El último plano que nos queda de Alain Resnais es el de
una joven depositando en un atumba una tarjeta postal con un dibujo de la
muerte.
Pero
George Riley, en la película está ausente; no aparece en una sola de las
escenas. La suya es una sombra alargada que monopoliza las conversaciones de
los seis personajes muy presentes en cambio en este juego de luces y
contraluces, muy teatral, muy fantástico, muy hermoso y “muy Resnais”, uno de
los padres de la nouvelle vague que
lleva renovando y reinventado el séptimo arte desde los años 1960, con una veintena larga de largometrajes entre
los que se encuentran muchos de los títulos del mejor cine de autor (solo por
recordar algo, sus primeros largometrajes fueron Hiroshima, mon amour, 1959, y L’année
derniére à Marienbad, 1961; pero también La guerre est finie, 1966, Mon oncle
d’Amérique, 1980, Smoking/No Smoking, 1993, Vous n’avez encoré rien vu, 2012). Autor
de cortos y documentales en sus comienzos, también debemos a Resnais la primera
obra de referencia sobre los campos de exterminio nazis (Nuit et Brouillard,
1956).
En la
campiña inglesa, tres parejas ven interrumpida su rutina durante algunos meses
por el comportamiento de su amigo George, a quien han diagnosticado una
enfermedad terminal. De distintas
maneras, George ejerce una extraña seducción sobre las tres mujeres: Mónica,
Tamara y Kathryn (Sabine Azéma, Caroline Silhol, Sandrine Kiberlain), una vieja
amiga, una ex amante y una ex esposa; las tres creen que les ha ofrecido acompañarle
a Tenerife, para unas últimas vacaciones. Mientras tanto, los maridos –un
financiero y marido infiel a quien gusta representar teatro amateur, un médico
y un granjero (André Dussollier, Michel Vuillermoz e Hippolyte Girardot)-
asisten impotentes a los vaivenes de sus esposas, marcados también ellos por el
comportamiento de George. Entre los seis surgen rivalidades y afloran viejas
rencillas no resueltas; todos hablan continuamente de la muerte con el
denominador común del amor. Y por encima, o sobre todo, humor, un divertimento
del autor para su público. Y un saber mantener la atención del espectador en
todo momento.
Jugando
con la teatralidad del argumento, alternando decorados exteriores de tramoya, irreales,
a base de telones con dibujos de cine animado, interiores reales y colores
cambiantes, la narración adquiere aires de cuento, tonos de fábula que estallan
en momentos de creatividad realmente intensa. El último regalo de este gran
autor a un público fiel desde hace más de sesenta años (“Sesenta años de
creación cinematográfica, entre formalismo de vanguardia y cultura popular”,
Samuel Douhaire, Télérama) está lleno de humor, de energía, plagado de
referencias literarias e interpretado por un grupo de sus “fieles”, que
naturalmente encabeza Sabine Azéma, actriz-fetiche y compañera sentimental del
cineasta desde 1980.
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