Situada
en el Berlín de 1975, dirigida por Christian Schwochow y
basada en Zona de tránsito, novela
autobiográfica de Julia Franck, Al otro lado del muro (Westen) narra el drama de Nelly,
una joven viuda de Alemania del Este que quiere empezar una nueva vida en la
República Federal de Alemania. Protagonizada por Jördis Triebel, Alexander
Scheer y Tristan Göbel, Al otro lado del muro –película que ya vimos en el
Festival del Cine Alemán de Madrid en 2014- refleja la asfixiante atmósfera en
que vivían los ciudadanos del Berlín ocupado
por los comunistas pro-rusos y cómo algunos tampoco encontraron lo que esperaban al otro lado del muro; y eso
cuando conseguían atravesarlo legalmente porque fueron muchos los que perdieron
la vida al intentarlo de forma clandestina.
En un verano a mitad de los años 1970, y cuando han pasado muchos meses de la muerte de su amante, Wassilij, en un accidente de coche, Nelly decide huir de la asfixiante República Democrática de Alemania con su hijo Alexej, y dejar atrás los penosos recuerdos, con la esperanza de volver a empezar al otro lado. Se trata de un período en el que la Stasi, el servicio secreto, envenenaba la vida de los ciudadanos del Este (todo el mundo era potencial confidente, nadie podía fiarse de nadie, ni siquiera de los miembros más directos de su familia), y en el que las autoridades occidentales sospechaban por principio de todos los que aspiraban al estatuto de “refugiado”. Nelly no escapa por razones políticas o ideológicas, sino para cambiar de vida; tampoco conoce a nadie en el Oeste y el paso de la frontera resulta ser mucho más difícil de lo que pensaba. Porque el Oeste no es el paraíso y en esa zona de tránsito, en manos de los aliados vencedores de la guerra –servicios secretos alemanes y agentes de la CIA-, donde madre e hijo viven en una habitación del centro para refugiados, los americanos sospechan que pueda tratarse de una espía a sueldo del Este por lo que no cesan de interrogarla y hacerle rellenar impresos, dilatando así el tiempo de espera hasta que pueda franquear el último obstáculo y pasar al otro lado.
En un verano a mitad de los años 1970, y cuando han pasado muchos meses de la muerte de su amante, Wassilij, en un accidente de coche, Nelly decide huir de la asfixiante República Democrática de Alemania con su hijo Alexej, y dejar atrás los penosos recuerdos, con la esperanza de volver a empezar al otro lado. Se trata de un período en el que la Stasi, el servicio secreto, envenenaba la vida de los ciudadanos del Este (todo el mundo era potencial confidente, nadie podía fiarse de nadie, ni siquiera de los miembros más directos de su familia), y en el que las autoridades occidentales sospechaban por principio de todos los que aspiraban al estatuto de “refugiado”. Nelly no escapa por razones políticas o ideológicas, sino para cambiar de vida; tampoco conoce a nadie en el Oeste y el paso de la frontera resulta ser mucho más difícil de lo que pensaba. Porque el Oeste no es el paraíso y en esa zona de tránsito, en manos de los aliados vencedores de la guerra –servicios secretos alemanes y agentes de la CIA-, donde madre e hijo viven en una habitación del centro para refugiados, los americanos sospechan que pueda tratarse de una espía a sueldo del Este por lo que no cesan de interrogarla y hacerle rellenar impresos, dilatando así el tiempo de espera hasta que pueda franquear el último obstáculo y pasar al otro lado.
La película
es una interesante manera de encarar los tópicos de una de las partes menos
agradables de la historia reciente: el destino de los ciudadanos que, por simple
azar geográfico, se encontraron del lado de los vencidos al finalizar la
Segunda Guerra mundial. Independientemente de sus posturas ideológicas, los
ciudadanos del Este alemán se vieron adscritos a un régimen que era la antítesis
del que tenían sus conciudadanos del oeste. En muchos casos, desde el comunismo
austero y pobre se identificaba el capitalismo del otro lado con Eldorado. Con
documentación falsificada, y la ayuda de algunos compatriotas, conseguían pasar
el muro e intentar otra vida.
En este
punto es donde empieza realmente la tesis de la película: en fin de cuentas, al
menos en principio la vida en el Oeste no era tan diferente de la del Este, los
ciudadanos de uno y otro lado estaban en manos de un burocracia kafkiana, de
idénticas características: los métodos utilizados por los servicios especiales
que dirigen los interrogatorios en la frontera difieren poco de los utilizados
por la Stasi, la terrible policía política de la RDA ; la muerte de su
novio, un científico (igual que la protagonista) está rodeada de gran misterio
y nunca se aclara; a la mujer la vigilan y siguen constantemente desde el mismo
momento de su llegada; un refugiado que simpatiza con ella se ve atacado por
desconocidos y personas que simpatizan con ella y cuando finalmente consigue
permiso para instalarse en el oeste, el único trabajo que le ofrecen es –teniendo
en cuenta su doctorado en Química- el de limpiadora en unos laboratorios.
Jördis Triebel, en el papel de Nelly, la
protagonista de esta historia, hace una
más que meritoria interpretación de un personaje vulnerable e incluso paranoico
en ocasiones, ciertamente herido por los acontecimientos, pero muy decidido y
con una enorme capacidad de supervivencia.
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