La España de charanga y pandereta, Como un acto más de homenaje a Luis Garcia Berlanga, que en este año 2021 habría celebrado su centenario, “La escopeta nacional”, una de sus películas más emblemáticas, se reestrena con todos los honores y en copia digital restaurada este viernes, 18 de junio de 2021. No solo la distribuidora, también TVE y otras
cadenas, así como distintos canales de televisión de pago, llevan desde el
pasado 12 de junio, fecha del nacimiento del único realizador español que
puede considerarse alumno y heredero del mejor Buñuel, y el único que ha merecido
la categoría de genio. Toda su filmografía forma parte de nuestra historia
del siglo XX, todas las ficciones que nos ha dejado –con la ayuda de la
creatividad y la pluma de Rafael Azcona, su guionista de cabecera- merecen
formar parte de la educación general de las nuevas generaciones, para que
aprendan como eran las cosas antes de ellos y cuan sano saber reírse de uno
mismo. En “La escopeta nacional”, la primera película que
Berlanga realizó tras la muerte del dictador Franco y la llegada de la
democracia, reanudó su colaboración con el guionista Rafael Azcona,
recuperando la genialidad del dúo que ya había concebido historias como las
de “Plácido” y “El verdugo”, relatos de aquella misma España negra que un siglo antes pintara Goya. “La escopeta nacional”, comedia coral protagonizada
por José Sazatomil, Luis Escobar, José Luis López Vázquez, Rafael Alondo,
Mónica Randall y Bárbara Rey, habla fundamentalmente de nuevos ricos producto
de la corrupción a través de unos personajes que hoy parecen haberse
reencarnado en tipos como ese político conservador de la más rancia derecha
valenciana que no hace muchos años contaba billetes de 500 euros escondido en
el interior de un automóvil, por poner un ejemplo. Más “berlanguiano”
imposible. Parece como si Azcona y Berlanga hubieran
profetizado en esta película la llegada de personajes que llevan meses
desfilando por nuestros juzgados implicados en asuntos como la Gürtel, la
Púnica, los tejemanejes con los fondos buitres, las construcciones de
hospitales y megaciudades de la justicia, la ilegal adquisición de
titulaciones universitarias o los espionajes varios, y que tienen apodos con
resonancias tan mafiosas como “el bigotes” o “la lideresa”. Todos ellos, y
algunos más, estaban en “La escopeta nacional” treinta años antes de que les
conociéramos en vivo y en directo. |
La historia, con moraleja, presenta a un fabricante
catalán de porteros electrónicos que viaja a Madrid, acompañado de su amante,
para asistir a una cacería que él mismo ha organizado a través de un
intermediario, que se publicita también como “conseguidor” y que le ha
prometido ponerle en contacto. con gentes de la alta sociedad que van a
invertir en su negocio. En la finca del marqués de Leguineche –inefable Luis Escobar- conoce a diversos personajes y vive multitud
de situaciones tan absurdas como disparatadas. “La escopeta nacional” es una sátira despiadada que
reúnecasi todos nuestros tópicos:
están el aristócrata que ya no es lo que era, y alquila todo –su finca, sus
criados, su familia y a él mismo- al mejor postor, en este caso al empresario
catalán –que paga y exige ver la contrapartida- que lleva a su amante a los
viajes de negocios porque es incapaz de imaginar una escapada romántica; la
amante, que es cualquier cosa menos la chica boba con vocación de mantenida,
aunque está encantada de que la mantengan; y todo el resto de asistentes a la
cacería -tipos de gomina, bigote y loden verde; mujeres con chaleco y
escopeta- entre los que no podía
faltar “el ministro”. Berlanga es probablemente quien mejor ha filmado la posguerra, el franquismo y la transición
inacabada; y “La escopeta nacional” es una obra de arte, algo así como el “Celtiberia show” de Carandell y las
viñetas de Chumy Chúmez y El Roto llevadas
a la pantalla grande. |
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