AI, campo de internamiento en Xinjiang
« En China, cientos
de miles de personas musulmanas son perseguidas, internadas y torturadas en los campos
llamados de ‘transformación por la educación’. ¿Objetivo? La asimilación a una
nación laica y homogénea mediante la eliminación de sus tradiciones culturales
y religiosas ».
La sección francesa
de Amnistía Internacional (AI) ha publicado este 10 de junio de 2021 el
resultado de una investigación en la que recoge las opiniones de decenas de ex
detenidos que detallan las medidas adoptadas por las autoridades chinas a partir de 2017 “para eliminar las
tradiciones religiosas, las prácticas culturales y las lenguas de las minorías
étnicas musulmanas de la región de Xinjiang”. Medidas represivas que, asegura
la organización de defensa de los derechos humanos, “están orquestadas a gran
escala por el estado y equivalen a crímenes contra la humanidad”
Persecuciones,
encarcelamientos y torturas, llevadas a cabo con la excusa de de la lucha
contra el « terrorismo », que tienen como víctimas a los miembros de
las minorías uigures, kazajos, huis, usbekos y tadjikos.
Según
el informe de AI, las autotidades chinas han creado “uno de los sistemas de
vigilancia más sofisticados del mundo” y una red de siniestros centros de
“transformación por la educación”, en realidad campos de concentración, en todo
Xinjiang, donde se tortura y se llevan a cabo malos tratos sistemáticos con el
objetivo de “constituir a la fuerza una nación laica y homogénea a la que
inculcar las ideas del Partido Comunista”.
Una
distopía de pesadilla en la que uigures, kazajos y el resto de minorías
musulmanas son víctimas de crímenes contra la humanidad y violaciones de sus
derechos humanos “que amenazan con hacer desaparecer su identidad cultural y
religiosa. Un número incalculable de personas están sufriendo adoctrinamiento,
tortura y malos tratos en campos de concentración mientras que millones más
viven atemorizados sabiéndose a merced de un dispositivo de vigilancia
tentacular”.
Desde
los primeros meses de 2017 se han sucedido las detenciones arbitrarias de un
gran número de mujeres y hombres pertenecientes a las minorías étnicas de Xinjiang,
de mayoría musulmana. Cientos de miles, quizá un millón e incluso más, han sido
enviados a los campos de internamiento.
AI ha
recogido los testimonios de medio centenar de personas detenidas por
actuaciones que el derecho internacional considera absolutamente legales, como
estar en posesión de una imagen religiosa o comunicarse con alguien residente
en el extranjero. Habitualmente, la policía irrumpe en casa de la gente y la
detiene sin ningún procedimiento regulado. A la mayoría de los detenidos les
interrogan en una comisaría –con frecuencia en una “silla del tigre”, un
ingenio metálico que les sujeta los pies y esposa las manos, inmovilizándoles
en una postura dolorosa, o mientras permanecen encapuchados-, allí les toman
los datos personales y después les envían a un campo.
Una vez
en el campo, las personas están constantemente seguidas y evaluadas, no tienen vida privada ni autonomía y la
menor desobediencia se castiga con severidad. Los internados tienen prohibido
hablar entre ellos y se les castiga si responden a los guardianes en una lengua
que no sea el mandarín.
Una
mujer, a la que detuvieron por instalar en su teléfono móvil la aplicación de
WhatsApp, ha explicado a AI: “Nos levantan a las 5 de la mañana y lo primero es
hacer la cama, que debe quedar perfecta. Luego tiene lugar la ceremonia de izar
la bandera y prestar juramento, Después tenemos clases, comida, más clases,
cena, otra vez clases, y acostarse. Cada noche, en relevos cada dos horas, dos
detenidos vigilan a sus compañeros de celda (…) No tenemos ni un minutos para
nosotros. Es agotador”.
Los
detenidos permanecen encerrados en sus celdas salvo cuando, escoltadas por los
guardianes, acuden a las clases, al refectorio o a los interrogatorios, de
forma que ven muy poco la luz del día y raramente pueden hacer ejercicio. En
cuanto a la “educación forzada” que reciben en las clases, “consiste en
adoctrinarles para que repudien el Islam, renuncien a su lengua y a sus
prácticas culturales y estudien la propaganda del Partido Comunista Chino”.
Todos los ex detenidos con los que hemos hablado –sigue el
comunicado de AI- “han sufriso tortura o malos tratos”. Normalmente se trataba
de tortura psicológica a causa de la deshumanización cotidiana, pero también de
tortura física como golpes, descargas eléctricas, aislamiento, privación de
alimentos, agua o sueño, y utilización de métodos paralizantes, como la ya
mencionada “silla del tigre”, en la que varios manifestaron haber permanecido
24 horas, e incluso más. AI asegura en su informe haber conocido el caso de un
detenido que murió tras permanecer en “la silla” durante 72 horas, en las que fue obligado a
orinar y defecar sin levantarse, y ante los ojos de sus compañeros de celda que
tenían prohibido ayudarle.
Tras la liberación, todos los ex detenidos son objeto de
vigilancia electrónica y física constante por parte de funcionarios que “se
instalan” durante un tiempo en los domicilios y denuncian cualquier
comportamiento “sospechoso” (que va desde algún rito religioso hasta la
instalación de programas informáticos no autorizados”. Además, los ex detenidos tienen muy restringida la libre circulación: los agentes
de la seguridad patrullan contantemente las calles y gestionan miles de puestos
de control llamados eufemísticamente “puestos de policía de proximidad”.
Como resultado, muchas personas han dejado de rezar y de dar
muestras de su fe, especialmente en lo relativo a la forma de vestir y a las
expresiones coloquiales. Están prohibidos el Corán, las alfombras de oración y
cualquier otro objeto religioso. En todo Xinjiang “se han demolido
sistemáticamente mezquitas, santuarios, cementerios y otros lugares religiosos
o culturales”.
El
informe de AI pone el acento en el hecho de que se ignora qué les ha sucedido a
cientos de miles de personas detenidas. Algunas continúan en los campos, otras
han sido condenadas a largos años de cárcel. Al parecer, otros muchos han sido
trasladados a lugares donde se les somete a trabajos forzados. “Según los datos
facilitados por las autoridades chinas y las imágenes obtenidas por satélite,
en Xinjiang se han construido nuevas prisiones desde 2017”.
Ante
esta situación, AI ha puesto en marcha una recogida de firmas para pedir el
desmantelamiento de los campos, la liberación de las personas detenidas en
ellos arbitrariamente, y el final de los ataques contra las minorías musulmanas
de Xinjiang :
https://www.amnesty.fr/discriminations/actualites/ouighours-kazakhs-minorites-musulmanes-victimes-crimes-humanite?utm_source=newshebdo&utm_medium=email&utm_campaign=newshebdo-2021-06-11
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