miércoles, 6 de marzo de 2019

Natalia Cabral y Oriol Estrada dirigen “Miriam miente”, la inevitable adolescencia


“Miriam miente”, estreno en el largometraje de la cineasta dominicana Natalia Cabral y el realizador catalán Oriol Estrada (“Tu y yo”, “El sitio de los sitios”, ambos documentales premiados en distintos certámenes) es una historia de adolescencia que viene avalada por el reconocimiento de los festivales de Karlovy-Vary (Premio del Jurado Ecuménico), del Cine Iberoamericano de Huelva (Colon de Oro al mejor largometraje) y de Gijón (Premio al mejor guión de película española).

“Miriam miente” nos introduce en una familia pequeño burguesa dominicana donde Miriam, una niña mulata que está a punto de cumplir 15 años, conoce a un chico por Internet y, pese a sentirse muy atraída por él,  no sabe como presentarlo a su familia porque es negro. Miriam y sus amigas van a celebrar la fiesta “de los 15”, una tradición muy arraigada y muy kitsch en varios países caribeños, y a medida que se acerca la fecha toda la vida familiar gira en torno a la celebración, que en otras culturas sería un cumpleaños más  en plena crisis de identidad (que es lo normal en la adolescencia) o puede que ni eso, pero que en este caso representa la entrada de la joven en el mundo de los adultos: después de cumplir los 15 podrá tener novio, o incluso casarse, dos acontecimientos clave en la vida de cualquier mujer. De ahí la importancia de la fecha y elegir vestido, peinado y sobre todo pareja.   Lo normal sería que Miriam invitara a quien considera su “novio de Internet”; como no se atreve, va dejando pasar el tiempo empalmando una mentira con otra para justificar la ausencia del muchacho.

No es un drama en el sentido clásico, pero sí una historia con tintes dramáticos, donde quedan expuestos la diferencia de clases (en los distintos comportamientos de Miriam y su amiga) y los prejuicios raciales; y  porque la adolescente lo pasa muy mal, encerrada en su timidez natural y agobiada por la creciente presión familiar que necesita conocer y “entrenar” al chico que será su “pareja” en una celebración tan importante como desfasada.




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