“Jackie”, película dramática que
narra los cuatro días de Jacqueline Kennedy (antes Bouvier y después Onassis)
siguientes al asesinato de su marido, JFK, presidente de Estados Unidos. Por
tanto, asistimos al momento siguiente a los disparos, con una Jackie vestida de
rosa y salpicada de la sangre y el cerebro de la víctima, al traslado del
cadáver y el funeral oficial en el cementerio de Arlington, con una viuda
enlutada, acompañada de sus hijos muy pequeños y con el rostro tapado por un
velo, y finalmente a la inevitable mudanza porque la Casa Blanca no es más que
una residencia temporal y, desaparecido John Fitzgerald Kennedy, la señora de
Lyndon B. Johnson -vicepresidente y sucesor natural en caso de fallecimiento
del titular- daba evidentes señales de impaciencia para ocuparla y poder
cambiar cortinajes y sofás cuanto antes.
Jackie es una biografía -bien que
de solo cuatro días-, un biopic poco convencional, sobre quien fuera Primera
Dama de Estados Unidos, que recuerda mucho a “Neruda”, uno de las anteriores historias
cinematográficas firmadas por Pablo Larraín. En ambas -aquella y ésta- Larraín
ha conseguido su propósito de centrar al personaje en un determinado momento de
su vida, ignorando el resto y, en mi opinión, en las dos lo ha hecho con éxito.
Me gustó mucho «Neruda» y me ha gustado «Jackie», a través de cuya mirada
asistimos a esos días terribles, para su país y para la propia Jacqueline. En
la superposición de la intimidad del personaje y la historia, que era el gran
reto, Larraín ha salido victorioso, lo mismo que en “Neruda”: “Los dos se me
han aparecido…en mis pesadillas”.
Y ya, de paso, aprovecho para
mencionar otras dos películas enormes del cineasta chileno: “No”, sobre la
resistencia a la dictadura de Pinochet y el papel de la publicidad en los
resultados del 5 de octubre de 1988, cuando el dictador perdió un referéndum y
tuvo que abandonar el poder, y “El club”, en torno a los casos de religiosos
católicos pederastas.
Con una Natalie Portman de
protagonista, que a pesar de tener una estatura bastante inferior a la de
Jacqueline Kennedy ha conseguido un parecido sorprendente con ella: “Yo sabía
más o menos lo que todo el mundo. El personaje de Jackie Kennedy es muy
apreciado por los estadounidenses, saben cómo hablaba, como caminaba, como vestía;
todos tienen su propia idea de Jackie. No me considero una gran imitadora, solo
he intentado que el personaje resultara creíble”.
La película mezcla documentales de
la época con imágenes de ficción en una reconstrucción de la época, y sobre
todo del momento, presentando las luces y sombras de una mujer que todo el
mundo creía frívola y frágil, inteligente, arrogante y un poco ingenua también,
y que en los días más dramáticos de su vida mostró una gran determinación.
“Jackie” es un retrato psicológico de una mujer enamorada que vivió una
tragedia en primera persona. Una mujer que, después de muerto, se empeña en que
su marido ocupe un lugar en la historia; lugar que además tiene intención de
compartir.
Como reenviándonos a un mundo en el
que imperan los ideales, y no hay necesidad de buscar ni la fortuna ni la
gloria, porque allí todo es perfección y fortuna, la película termina con la
música de “Camelot”, una de las quimeras que acompañaron a JFK durante toda su
vida, y un tema que el matrimonio Kennedy bailaba abrazado en momentos de
intimidad, cuando vivían tiempos felices que parecía pudieran durar para
siempre, y desaparecían del horizonte los malos rollos que les persiguieron y
las otras mujeres que compitieron con Jackie durante los años de convivencia
con el presidente de Estados Unidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario