"En un mundo en
que la comedia se ha vuelto obscena, siempre nos quedará París -que no ha sido
más divertido o más encantador que a través de los ojos del dúo burlesco que
forman Abel & Gordon”. (Peter Debruge, Variety)
En la biblioteca de un pueblo del Canadá más profundo, Fiona recibe una
carta de su tía Martha, que ahora tiene 93 años, quien un buen día se marchó a
París para hacer carrera como bailarina y nunca regresó. Martha no quiere que
la encierren en una residencia y pide ayuda a Fiona que puede así cumplir su
sueño de ir a París, vestida de verde con una mochila roja y la bandera
canadiense ondeando sobre ella. Pero
cuando llega a París, Fiona se cae al Sena, pierde su equipaje y comprueba que
Martha ha desaparecido. Fiona, que habla un pésimo francés, la busca
incansablemente ayudada por Dom, una especie de clochard poético, junto al cual recorre los puentes del Sena, sube
a la Torre Eiffel, visita el cementerio del Père Lachaise…y vive una historia
que es un poco reproducción de la historia de amor que Martha tuvo con Norman
“Perdidos en París” (Lost in Paris) es el
cuarto largometraje del dúo burlesco de clowns y bailarines Dominique Abel y
Fiona Gordon -tras “El iceberg”, “Rumba” y “El hada” (La fée)-, todo un himno a la libertad y al amor en
el que se combinan humor poético y bufo, teatro gestual y arlequinada. Una
verdadera oda al cine de Charles
Chaplin y Jacques Tati con personajes geniales en situaciones delirantes,
y tremendamente divertidas. A la pareja protagonista se unen dos leyendas del
cine francés: Emmanuel Riva (nominada
al Oscar por “Amor” de
Michel Hanecke, pero no olvidemos que hace sesenta años nos dejó sin palabras
en “Hiroshima mon amour”), en su última interpretación en el cine a los
87 años, y un pantomímico Pierre
Richard (“La cabra”, “¿Y si
viviéramos todos juntos?”), de 84 años.
"Perdidos en París", es
una comedia deliciosa, original, tierna, colorista y trepidante. Una historia
llena de poesía y de sueños en color, en la que disfrutamos con la presencia de
esta Emmanuelle Riva que no tira la toalla, una abuela algo senil pero llena de
ánimo y deseos, y con este París que
sirve de elegante decorado a una historia burlesca e irrealista que, por otra
parte, no puede tener más referencias de la realidad actual.
No estamos ante una gran producción llena de proezas
técnicas, efectos especiales y muchas fanfarronadas. Estamos ante una comedia muy
moderna, sencilla, eficaz y refrescante, que nos presenta el eterno encuentro
entre un hombre y una mujer, casi con los mismos mimbres y la misma manufactura
artesanal con que lo hacían los pioneros del cine. En “Perdidos en París”
asistimos a un festival de colores y sonidos, movimiento, ritmo y gestos que
nos hablan de la condición humana: las relaciones, el amor, la vejez y la muerte, el egoísmo y la solidaridad, el
lugar del extranjero, la incomunicación, lo absurdo de la existencia…en fin, los
temas eternos del arte.
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