Para
recordar y rendir homenaje a un gran músico, 14 años puede ser un aniversario
como cualquier otro. Mi amigo Xulio, dibujante de excepción pero antes
cantautor, quería una oportunidad-
acariciada largo tiempo- para dibujar a Ray Charles. Y a mí, es fácil
convencerme: si todos los días son el día de la mujer trabajadora o de la
defensa del medio ambiente, todos los 10 de junio pueden perfectamente ser el
aniversario del genio del Rhytm’n blues.
Ray
Charles, pianista, organista, compositor y director de orquesta y, sobre todo,
figura legendaria con lugar propio en el mundo de la música, murió el 10 de
junio de 2004 después de cinco décadas de éxitos incontestables, dejando para
la historia una carrera musical fecunda y diversa, en la destacan decenas de
« clásicos” que han dado la vuelta al mundo y han servido de inspiración a
varias generaciones de artistas. Como sucede a menudo, detrás de su imagen
legendaria está la trayectoria vital de un hombre que tuvo que sobreponerse a
sus carencias y a algunos dramas personales.
Ray Charles (nacido como Ray Charles Robinson),
apodado “el genio” por Frank Sinatra, es una de las grandes figuras del Rythm’n
blues, uno de los fundadores de la música “soul”, que es lo mismo que decir
música con alma y, en la época de la segregación racial en Estados Unidos, el
cantante preferido de un público que no distinguía de colores y se emocionaba
con sus canciones de inspiración jazz, country y blues.
Con solo 17 años decide emanciparse, se instala en Seattle,
y debuta en los grandes clubs de la zona como cantante acompañado de su propia
orquesta. En 1949 graba el primer disco que lleva su nombre – Ray Robinson- en
la carátula. Son años prometedores: conoce a Quincy Jones, firma un contrato
con la compañía Swing Time Records y en 1951 produce “Baby, Let Me Hold Your
Hand”, un 45 r.p.m. que asciende rápidamente en las listas del R&B. Desde
su debut hasta 1963 produce 15 álbumes y compone gran cantidad de canciones. De
la fusión de jazz, country, R&B e incluso góspel, nace el “Soul”, que
coloca a Ray “Robinson” Charles, la leyenda con gafas negras, entre los grandes
intérpretes de la década de 1950: la mezcla de “deseo sexual y liturgia” que
imprime a sus interpretaciones, gracias también al poyo de sus coristas negras,
The Raelettes, le convierte en una estrella del panorama musical, primero en
Estados Unidos e inmediatamente después en Europa. En el mundo triunfa el
swing, luego llegan el rock and roll y la
música pop angloamericana. “Ray Charles deja pasar las corrientes, las absorbe,
las fusiona e inspira a tres generaciones de músicos (…) Cuarenta años más
tarde, 12 Grammys y cientos de millones de discos vendidos » (L’Express, 1999).
Es entonces, y para evitar confusiones con un famoso boxeado
de la época llamado también Ray Robinson, cuando cambia definitivamente su
nombre por el de Ray Charles. Y es entonces también cuando empiezan a llegar
los grandes éxitos internacionales: “I Got A Woman”, “The Right Time, “What I
Say”, “Georgia on My Mind”, “Unchain my Heart…el álbum “The Genius of Ray
Charles” (1959) y la creación de su propia productora “Ray Charles Enterprises”
(1963). Cuando se niega a actuar en una sala de Georgia, causa de la ley de segregación, le prohíben
actuar en todo el estado. Llegado más tarde el fin de la segregación, el
gobierno de Georgia le presentó sus excusas en público y eligió su versión de
la celebérrima canción “Georgia on My Mind” (escrita en 1930 por Hagy Carmichael y
Stuart Gorrell) como himno oficial.
« Melodies bring memories ». O algo así como que la música suele estar
asociada a los recuerdos, que tiene el sorprendente poder de reenviarnos a otros espacios, con
frecuencia lejanos, y a otros tiempos. La canción « Georgia » es
sobre todo « una forma acústica que une pasado y presente, una forma
precisa que cumple una función de referencia, y que incluye todo un contexto
visual (pétalos, pinos, claro de luna… » (Georgia On My Mind de Ray Charles
Bernard Lortat-
Ed. Jacob 2006)
A pesar de que la crítica y el público le miman, o quizá por
ello, Ray Charles cae en la dependencia de la heroína, y tras graves y
sucesivas enfermedades es forzado por sus allegados a hacer una cura de
desintoxicación. Desde entonces, y hasta el final de sus días, arrastró una grave enfermedad hepática.
Regresa en 1966, pero en las dos décadas
siguientes solo consigue pequeños éxitos puntuales. Aprovecha esa pausa para
publicar su autobiografía: “Brother
Ray” (1978). La entrada, en 1986, en el Rock’n’Roll Hall of Fame, y las
apariciones en televisión durante los años 1990 y 2000 le devuelven el interés
de un público que le había abandonado, y desde entonces y hasta su muerte en
2004, a los 73 años, continuó haciendo giras de conciertos por todo el mundo. “De él se decía que podía cantar la guía telefónica. En
efecto, transformó el gospel en canción de amor, el country en gospel, el
gospel en blues (…)Ray Charles era ese extraño cocinero que, a partir de
producciones mediocres de las variedades estadounidenses, e internacionales,
podía servir obras maestras. Un alquimista que transformaba lo común en bello…”.
La última vez que apareció en un escenario fue el 30 de
abril de 2004, en el Teatro Griego de Los Angeles, festejando su concierto
número 10.000, junto a Clint Eastwood. Acababa de grabar un álbum de dúos
–titulado “Genius Loves Compagny”- junto a Norah Jones, B.B. King, Steve
Gander, Van Morrison y Willie Nelson, entre otros. En febrero de 2005, ese
disco recibió ocho premios Grammy, entre ellos el de la mejor grabación del
año. El mismo año se estrenó el largometraje sobre su vida, “Ray”, dirigido por
Taylor Hackford e interpretado por Jamie Fox, que ganó el Oscar al Mejor
Actor.
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