“Si falta el pan podremos comer patatas. Si se acaban las ideas, ¿qué
hacemos?”
Dirigida por el novel Matti
Geschnnoeck y protagonizada por el suizo Bruno Ganz (“El escritor”, “Lutero”,
“Pan y tulipanes”), “En tiempos de luz
menguante” está basada en la espléndida novela homónima de Eugen Ruge
(publicada en España por Anagrama).
Como una ampliación de aquella
fiesta de cumpleaños que organizaban sus hijos a una madre del este alemán que
no podía saber que el muro había caído (“Goodbye Lenin”), esta película -en el
otoño deBerlín 1989- se detiene en el
cumpleaños del nonagenario Wilhelm, un alto cuadro del Partido Comunista
de la República Democrática Alemana (RDA), que lo celebra rodeado de la
familia, los vecinos y algunos dirigentes del partido. Todo el mundo le lleva
flores, un camarada le entrega su enésima condecoración –que, junto con la
habitual reseña en el periódico, irá a parar a una caja de latón, baúl de los
recuerdos donde este patriarca, que “ha luchado 70 años junto a la clase
obrera”, guarda sus “chapas”- una
anciana rusa, expatriada, le regala un frasco de pepinillos, y su biznieto un
dibujo. También, como en aquel otro aniversario de la madre que solo veía un
trocito de muro desde su cama de enferma, un coro de las “juventudes del
partido” le homenajea con una canción que habla de gestas y héroes.
Wilhelm
es un estalinista incorregible, con evidentes señales de senilidad. Su hijo
Kurt, que vivió el gulag de los desterrados en plena adolescencia en que
falleció su hermano, sigue aferrado a los ideales comunista pese a todo. Su
nieto Sacha, el más esperado, el preferido del anciano, esta vez no llegará.
Fuera, al otro lado de las fronteras de la RDA, en Rusia ha comenzado la
perestroika, y Polonia, Checoeslovaquia, Rumania y Bulgaria ya han llevado a
cabo sus pequeñas revoluciones “de
terciopelo”.
Mientras
Wilhelm hace alarde de una amarga ironía con todos y cada uno de los presentes,
en la fiesta con buffet frío en una mesa que se desmorona empieza a circular el
secreto del nieto “que se ha pasado a Occidente” (que es lo mismo que decir
América según uno de los invitados), y empieza a hacerse patente el clima de
represión y silencio, de resentimientos y venganzas aplazadas, cuando la utopía
comunista ya se estaba cayendo a pedazos y el Muro de la vergüenza espera el
último empujón.
Está muriendo un
régimen, agoniza un matrimonio y esa familia está a punto de estallar en
pedazos. Las hojas amarillentas de los árboles de Unter den Linden presagian lo
que ya está llegando. Más que un relato de la agonía de la RDA « En
tiempos de luz menguante » en un retrato de familia, con claroscuros y un
humor desesperado. Una fotofija de tres generaciones de alemanes. Bruno Ganz
inmenso, como en tantas otras interpretaciones.
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