“Puedo
escribir los versos más tristes esta noche.
Yo
la quise, y a veces ella también me quiso.
En
las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La
besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella
me quiso, a veces yo también la quería
Como
no haber amado sus grandes ojos fijos.” (Poema 20)
Neruda, la película dirigida por
Pablo Larraín (Santiago 73, No, El Club) centrada en los años de clandestinidad
del poeta, escondido por todo el país junto a su segunda mujer, Delia, tuvo una
excelente acogida por parte de la crítica en el pasado festival de Cannes (mayo
2016) (http://periodistas-es.com/cannes-2016-neruda-poesia-sin-fin-70373).
No es una biografía (en todo caso
un pedazo de “antibiografía”, según definición del propio realizador), en la
que todo ocurre durante el verano de 1948 cuando Pablo Neruda (Luis Gnecco,
actor chileno de teatro, cine y televisión), senador de la república, en una
sesión del Congreso acusa al gobierno chileno de traicionar a los comunistas,
lo que provoca que el presidente, el dictador González Videla -con el que había
colaborado el que más tarde sería Premio Nobel de Literatura en la campaña
electoral-, le prive del aforamiento y ordene su busca y captura. Mientras la
pareja huye, saltando de una residencia a otra, perseguida por el siniestro y
patético prefecto de la policía (Gael García Bernal; Y tu mamá también, Diarios
de motocicleta), Neruda comienza a escribir el “Canto General”.
En paralelo las dos vidas de
perseguidor y perseguido que no llegan nunca a cruzarse, tan solo se intuyen
cerca, y con la historia narrada por la voz en off del actor mexicano Gael
García Bernal, este relato de las aventuras de un Neruda bebedor, putero,
fumador de opio y bardo genial, mezcla realidad y fantasía sin establecer distinciones
entre ambas, con guiños al surrealismo (Buñuel) y al cine negro (Hitchcock),
tiene más en cuenta lo que el poeta representa en el imaginario chileno que los
hechos propiamente históricos.
El
resultado es un regalo para la vista, un poema visual “tejidos de escenas
cortas, insólitas, causticas y soñadoras” (Cécile Mury, Télérama): disfrazado,
Neruda recita su Poema 20 en una fiesta que más parece una orgía, en unos
urinarios se burla de su adversario político…Angustiado, sabedor de antemano del
fracaso, llegando siempre demasiado tarde, el policía es un personaje de una
pieza, “casi como el malo de un comic” que se traslada de la fontanería del
poder en la capital Santiago hasta la cordillera de los Andes, siguiendo la
estela de magia y fascinación que Neruda va dejando a su paso. En una de las
casas, le deja también un libro. “La caza a Neruda es como el ensayo general
del drama político que se avecinaba en Chile y que Pablo Larraín ha escrutado
en todas sus películas. De alguna manera, un tal Augusto Pinochet, al que vemos
dirigiendo un campo de concentración de prisioneros, esperaba su hora. La de
matar la poesía”.
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