“Los
lugares se llevan.
Los
lugares están en uno” (Jorge Luis Borges)
"La piel quemada”, el último
libro de Eduardo Moyano -compañero de mis años en Radio Nacional, la radio
pública que nunca debió ser considerada radio gubernamental (lo que en realidad
lleva varias décadas siendo; de lo que fue en la dictadura ya se ha dicho
todo)-, que habla de cine y emigración, me ha acompañado durante todo un verano
distinto y doliente.
Me interesa el tema y siento un
afecto auténtico por Eduardo, siempre redactor de Cultura, ex director de Radio
Exterior de España (lo que en parte explica su interés por el tema, “éramos la
radio de la emigración”), ex director de “El ojo crítico”, programa de
referencia durante años, y afectado, como tantos otros compañeros, por el ERE
de 2008 que dejó en la calle a muchos buenos periodistas en esa edad incierta -más
de 50 menos de 65- en que se acaban las expectativas profesionales.
Lo que significa que recomiendo el
libro a los apasionados del cine, a los interesados en los fenómenos
migratorios y a los solidarios con los migrantes y refugiados de hoy mismo, que
nada tienen que ver con los que aparecen en las 200 películas que incluye el
libro, para el que su autor ha elegido el título que llevaba una película de
1967 del actor y director catalán José María Forn, que para Moyano “es de lo
mejor que se ha hecho nunca sobre emigración (…) rompió con la tónica de la
época y mostró el contraste que se vivía en la España de los años ’60, entre los
turistas que llegaban y los emigrantes que buscaban un medio de vida en otro
país”.
Más tarde, cuando empezó el
fenómeno inmigratorio en nuestro país, en torno a los años ’90 -“la inmigración
que llegaba era rechazada sin que los españoles se acordaran de que también
nosotros habíamos sido emigrantes"-, el cine no permaneció ajeno, como no
lo está a los “recientes cambios sociales que también se reflejan en la gran
pantalla, en títulos como Perdiendo el norte, Hermosa juventud o En tierra
extraña, que explican cómo estamos emigrando ahora mismo”.
En unas declaraciones a la agencia
EFE, Moyano explica que "el cine permite recordar o estar pendiente de lo
que se pierde entre las noticias y, de alguna manera, conciencia a la sociedad
del problema de la inmigración; es verdad que el cine es entretenimiento, pero
también es dejar testimonio del tiempo en que vivimos".
El libro -que el autor ha dedicado
a miles de personas, a “todos aquellos que tuvieron que cerrar la puerta de su
casa, de su barrio, de su gente para abrir otra, sin saber si les funcionaría
la llave a cientos o miles de kilómetros de distancia”; y también a la familia
aumentada, de la madre a los nietos; a los amigos, a los vecinos del barrio y a
los compañeros del colegio, con el deseo de que todos “sigamos viajando pero no
por necesidad”- es una obra de consulta, que servirá para futuras tesis y
ensayos, incluye textos y opiniones de cineastas como Josep María Forn y Daría
Esteva, en una larga entrevista, así como fragmentos de otras realizadas a
directores como Icíar Bollaín, Roberto Bodegas, Carlos Iglesias, Enrique
Gabriel, Felipe Vega o Llorenç Soler. "Más que ningún otro medio, el cine
ha sido un elemento integrador, ha creído en la multiculturalidad y ha actuado
con anticipación a la propia sociedad; también como elemento de denuncia ante
las injusticias", asegura este Eduardo Moyano de hoy, con el que comparto
sesiones matinales de cine bueno, malo y peor, que de todo hay, en las que de
vez en cuando aparecen historias de emigrantes y refugiados de ahora mismo
(como Deephan de Jacques Audiard, Palma de Oro en Cannes 2015 o Fuocoammare, de
Gianfranco Rossi, oso de Oro en la Berlinale 2016), y el evidente rechazo de
los países de la UE a integrarlos entre sus gentes, fenómeno al que el autor se
refiere en el apunte final.
La piel quemada. Cine y emigración
Eduardo Moyano
Ediciones de La Torre
ISBN: 9788479607807
336 páginas, 19€
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