Mitad homenaje a Noam Chomsky
–lingüista y escritor político radical que en diciembre cumplirá 87 años y
pertenece por derecho al selecto club de los «abuelos indignados» (Stéphane
Hessel, José Luis San Pedro…) que tanto han enseñado a varias generaciones de
jóvenes rebeldes-, al que los niños de la película recitan de memoria, y mitad
funeral por la utopía, «Captain Fantastic», que me ha parecido una película muy
mediocre, nos lleva a los bosques del noroeste estadounidense donde, aislado de
la sociedad, vive un tipo (Viggo Mortensen) que dedica toda la vida a intentar
que sus seis hijos, de entre 5 y 20 años, leguen a ser adultos fuera de
la norma, solidarios, imbuidos de los derechos humanos, anticapitalistas y
también extraordinariamente inteligentes.
Como una “familia Trapp” heredera
de aquellos hippies contraculturales de los años 1970 que construían comunas
que tampoco han sobrevivido al paso del tiempo, además de historia, literatura y
filosofía, los chicos (y las chicas) aprenden a pescar, cazar y a sobrevivir en
un medio hostil, criticando el pensamiento único de la sociedad consumista y
comentando a Dostoievski y Nabokov. En diciembre, en lugar de celebrar la
Navidad, la tribu del bosque celebra el cumpleaños de Chomsky. Y sobre todo,
los muchachos aprenden a pensar, lo que es un punto muy positivo. El aspecto
más negativo de la quimera: el padre no se ha empeñado lo suficiente y es todo
lo opuesto de antiautoritario, además de muy contradictorio; está en contra de
la “religión organizada” pero defiende el budismo. Un imposible.
Cuando la madre, bipolar, recluida
en un sanatorio, se suicida, la familia “ideal” abandona el paraíso que se
había creado; el contacto con el mundo exterior llevará al padre a cuestionar
los métodos empleados. Como no podía ser de otra manera en un contexto tan
conservador como es la América de los bordes de las autopistas, y como está
dirigida por Matt Ross (El lenguaje del amor, Recursos Humanos, actor en
American Psyco entre otras), tiene un final agridulce.
Drama muy alejado del sueño
americano con resultado poco convincente y momentos patéticos, cuento poético
del buen salvaje, que defiende la libertad de conciencia y, pese a que su
director lo niega, parece enviar el mensaje de que otro mundo no es posible. A
los 58 años, Viggo Mortensen (El señor de los anillos, Sigmund Freud) sigue
siendo un hermoso ejemplar de la raza humana pero, al igual que la película, no
cumple las expectativas y por momento resulta arrogante y exasperante. Muchas
cosas suenan falsas en el Edén, además de un pelín machista.
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