En
la central nuclear donde Gary –parado irredento, que va de un trabajillo a
otro- consigue un contrato, y donde trabajan Karole y su marido Tony, especie
de capataz o jefe de equipo, los descuidos y los accidentes se convierten en
peligrosas radiaciones para los obreros embutidos en la incómoda ropa aislante.
En
una comida entre compañeros en el campamento de caravanas, instalado junto a un
río, donde se acomoda la comunidad de los trabajadores contratados por la
central, Karole explica a Gary con un prolongado beso en la boca los posibles
efectos adversos de la “dosis”. A medida que avanza la historia, Gary estará
más afectado no solo por la radiactividad, sino también por las consecuencias
de su amor por Karole.
De
la realizadora francesa Rebecca
Zlotowski (Belle Epine) e interpretada por Tahar Rahim (Un profeta, Gibraltar) y Léa Seydoux (actriz
fetiche de la directora, Palma de Oro por La vie d’Adéle en el
Festival de Cannes 2013, La Bella y la Bestia, Gran Hotel Budapest), la película
Grand Central – que forma parte del ciclo de Cine Inédito Francés que los Cines
Verdi vienen proyectando durante todo 2014, en sesión única una vez al mes- se
puede ver el jueves 20 de noviembre.
En
general, el ciclo ha estado compuesto por películas al menos interesantes, que
no habríamos visto de otra manera. Lamentablemente no es el caso de Grand
Central que -haciendo a un lado el tema siempre apasionante y muy social de los
inconvenientes y las posibles posteriores secuelas biológicas de vivir cerca, y
no digamos de trabajar en una central nuclear- centra el argumento en la
historia tórrida de los encuentros secretos de la pareja protagonista. Igual de
lamentable también que sea casi únicamente morbo lo que parece esperarse
siempre de la actriz (famosa por su papel de lesbiana inductora en La Vida de
Adéle), y que sea “una fuerte sensualidad” lo que le exigen los realizadores,
sin ofrecerle otras posibilidades. Tedioso el actor francés de origen argelino
Tahar Rahim, quien evidentemente tiene un rostro fotogénico pero muy pocas
expresiones en su repertorio para dar vida a un personaje tan atormentado como
el del joven trabajador de la central nuclear.
La
crítica francesa, tan amante y tan defensora como sus gobiernos de la
“excepción cultural”, que abarca naturalmente al cine y sus actores (lo que no
es un defecto sino una virtud; otro gallo cantaría si las cosas fueran así en
España), ha sido capaz de encontrar en esta película de escaso interés general
reminiscencias (que a mí se me escapan) de grandes títulos de la literatura y
de cineastas del mejor cine de género (Beckett, Renoir, Resnais…), así como
parentescos lejanos de la actriz con la mejor Simone Signoret y del actor con
estrellas del tipo Robert Mitchum. Total, casi nada.
En
cualquier caso se trata de una historia de amor a tres, de una mujer que ama a
dos hombres –entre los que existe una relación laboral de poder- y de dos
hombres que aman a la misma mujer; una tragedia del siglo XXI sobre la que
pesan las catástrofes de Chernobyl y Fukushima (ésta última ocurrida cuando la
autora estaba dando los últimos toques a los preparativos del rodaje). Un
melodrama que tiene como personajes a proletarios de la última generación, esos
que encerrados en ropajes de cosmonautas fabrican algo tan inocente como la
luz, a partir de algo tan peligroso como las fusiones y fisiones atómicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario