miércoles, 5 de noviembre de 2014

Blue Lips, una de gente buena con Sanfermín al fondo




Seis historias que tienen como marco los Sanfermines, dirigidas por seis directores: cinco de ellos - Daniela De Carlo, Julieta Lima, Gustavo Lipzstein, Antonello Novellino y Ricardo Nobuo Shima- se conocieron estudiando cine en Los Ángeles y escogieron al sexto, el valenciano Nacho Ruipérez, en un concurso por internet.

Seis personajes procedentes de seis ciudades distintas –Río de Janeiro, Los Angeles, Honolulu, Buenos Aires, Roma y Pamplona- salen de su rutina habitual para recalar en Pamplona, por diferentes motivos, precisamente en los días de sus fiestas patronales, cuando las calles se convierten en un espectáculo con más de un millón de personas y unos cuantos grupos de toros como protagonistas, todos corriendo por sus calles angostas. Está la joven argentina enferma (Malena, no podía llamarse de otra manera, no se especifica el mal que le aqueja), de familia acaudalada que la envía a la clínica universitaria, famosa en el mundo entero en el tratamiento de algunas enfermedades graves; están el reportero estadounidense, el fotógrafo italiano, la hawaiana campeona de Hula la ex estrella del fútbol brasileño que rueda un spot aprovechando el “marco incomparable”, y la viuda pamplonica.

Todos– Oliver, Malena, Guido, Vittorio, Sagrario y Kalani- esconden un drama interior; cuando se cruzan, de a dos e incluso de a tres, se tienden una mano y se ayudan a remontar los conflictos internos. Los labios azules –un título bastante cogido por los pelos- son los labios manchados de vino tinto de Sagrario, la viuda que ahora alquila su piso y sobre todo sus balcones en la mundialmente célebre calle Estafeta.

Nada nuevo bajo el sol, todo bastante predecible, quizá otro montaje habría combinado mejor las mini-historias y habría conseguido un resultado más apreciable. Y ahora, la herejía: yo odio los festejos multitudinarios, en especial cuando se grita continuamente, se come y se bebe sin solución de continuidad y el alba les sorprende tirados por las aceras y las escalinatas de los monumentos públicos. No fui capaz de disfrutar ni un minuto de los Sanfermines, aquella vez que me enviaron a hacer un reportaje del desenfreno, y no he sido capaz de entretenerme con esta película.


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