(En el emocionado recuerdo de Vicenta, “rapada” de Chert (Castellón).
“A lo largo de la historia, el
olvido ha sido siempre la fórmula empleada ante el pasado traumático. Se
consideraba en parte que las víctimas del pasado es un precio que hay que pagar,
un precio que tiene la historia para el avance, para continuar adelante, y por
lo tanto… amnistía, olvido”. (José Antonio Zamora Zaragoza, científico titular en el
Instituto de Filosofía del CCHS / CSIC, Madrid).
Con siete candidaturas a los Premios Goya 2022 -entre ellas mejor película, mejor dirección novel y mejor guión- El documental “Sacar a la luz. La memoria de las rapadas” refleja el relato de las memorias de las mujeres a quienes el franquismo rapó (afeitó la cabeza) en castigo por haber sido “rojas” durante la guerra civil (1936-39) e incluso por haber permanecido en el territorio revolucionario o por ser hijas, hermanas, esposas o amantes de anarquistas, comunistas y otras variedades de humanos opuestos al golpe militar del 18 de julio. Un relato, en el participan también hombres, que constituye “un proceso dignificador y sanador en sí mismo”
En vísperas del 25 de noviembre, día por la eliminación de
la violencia contra las mujeres, el documental “Sacar a la luz. La memoria de
las rapadas” es uno de los eventos programados en diferentes asociaciones
feministas y de memoria, así como en casas de la cultura de la Comunidad
valenciana y Aragón, que son algunos escenarios de los hechos que relatan en la
película las directoras, Gema y Mónica del Rey Jordá, gemelas y artistas integrantes de Art Al Quadrat, y la psicóloga y antropóloga María Dolores Martín
Consuegra Martín-Fontecha, en
este proyecto “creado con la intención de
rescatar del olvido las causas y consecuencias de que las víctimas hayan
permanecido ocultas debajo de la alfombra de la historia”.
Durante la guerra civil y los
primeros años del régimen franquista
miles de niñas y mujeres sufrieron una violenta humillación pública: ser
rapadas al cero, especialmente en los pueblos - a veces por guadiaciviles y municipales,
pero no siempre; también por civiles con manso en plaza, “falangistas” y los propios vecinos- simplemente
por la sospecha de tener alguna relación con republicanos, y para
que sirvieran de ejemplo y advertencia al resto de la localidad.
La democracia nunca reparó a
estas mujeres, y eso es lo que, en la medida de sus posibilidades, intenta
hacer este documental. Ya sabemos, porque continuamente nos lo dicen sus
protagonistas (ayer mismo lo escuchamos en boca de José Sacristán, Premio Goya
de Honor, a toda la carrera), que “el cine no va a cambiar el mundo, pero
contribuye a que el mundo cambie”.
A través de los testimonios de
mujeres represaliadas, de los hijos e hijas que vivieron los hechos muy de
cerca, de los familiares y vecinos que
han escuchado el relato de las víctimas, nos ha llegado la memoria de aquellas
mujeres y hemos podido visibilizar un sufrimiento que ha marcado la vida de
varias generaciones.
El rapado de la cabeza fue la
parte visible de un castigo que después
se consideró “menor” y quedó al margen de la historia oficial, también por
tratarse de una venganza que afectaba al “honor” de las familias. Ahora, la
recuperación de esa memoria de una crueldad innecesaria, nos explica como
aquellas mujeres fueron humilladas hasta la obligación de exponerse a las
miradas de los vecinos mientras que, en muchos casos, el castigo incluía
también la obligación de borrar las pintadas y las consignas que dejaron los
vecinos en las paredes y los muros. No
fueron pocas las que tuvierin que hacerlo “después de ser violadas porque la
intención última era humillar a los vencidos utilizando para ello el cuerpo de
sus mujeres”.
El documental ensalza la importancia del testimonio de todas
estas víctimas, que tantas veces callaron por miedo y por vergüenza, considerado como palabra documentada “con capacidad para reescribir la historia, así como con un gran poder
terapéutico y pedagógico para
toda la sociedad”. Un atarea que sus realizadoras califican de “nada
sencilla debido a la dimensión política y social que provocó su olvido y
su silencio, y que siguen estando muy presentes” y tienen “mucho que ver con “aquél pasado traumático silencioso y confuso que se muestra a lo largo del
documental".
Ahora,
el olvido “ya no puede ser una fórmula”.
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