El guionista y realizador francés Marc Fitoussi (“Copacabana”, “Pauline detective”) adapta para el cine la novela « Trahie » (Engaño), de la reina de la novela negra sueca Karin Alvtegen, y el resultado es « Las apariencias », una película cínica que remite a las obras del mejor humor negro de Chabrol, con personajes dispuestos a todo con tal de no perder sus privilegios.
Protagonizada
por Karin Viard (“Algo celosa”, “Polisse”) y el actor y cantautor Benjamin
Biolay (“Habitación 212”, “Un cuento francés”), acompañados de Laetitia Dosch
(“Passion sumple”), Lucas Englander (“Parliament”) y Pascale Arbillot (“Buenos
principios”), “La apariencias” llega a los cines españoles el próximo viernes,
16 de julio de 2021.
En
la Viena del Danubio Azul, un grupo de privilegiados expatriados franceses entre los que destaca
la pareja formada por Eve –encargada de la biblioteca del Instituo Francés- y
Henri, un prestigioso director de orquesta. Es una comunidad compuesta por ejecutivos de
empresas y personal de embajadas y círculos culturales que se encuentra al
recoger a sus hijos en la escuela, organiza cenas en los apartamentos de unos y
otros, y lamenta la falta de quesos
franceses. Llevan una vida aparentemente sin fisuras, en una especie de burbuja
de fiestas y espectáculos de alta gama, hasta el día en que Eve descubre que su marido
le engaña.
Dispuesta
a todo para mantener las apariencias, la mujer saca a relucir su lado más
diabólico (se venga, se embarca en una aventura absurda de una noche), pone en marcha las lenguas viperinas de un
grupúsculo social al que nada le gusta más que encontrar una víctima
propiciatoria y despliega todo un arsenal de estratagemas, no solo para
conservar el amor de su marido sino también, y sobre todo, para intentar evitar
en escándalo, que podría privarle de su estatus.
Alambicada
intriga policiaca, “Las apariencias” es
también un estudio de las costumbres de la alta burguesía y un recorrido por
los meandros de la especie humana, plasmado en un guión que mezcla los géneros:
lo que empieza como una comedia de alta sociedad va adquiriendo aspectos
sombríos hasta convertirse en una amenaza para todos esos personajes ambiguos “mitad ángeles, mitad demonios” y siempre
harpías, que desfilan por una trama en la que “las apariencias sociales,
familiares, conyugales y morales, constituyen el abono para una bajada a los
infiernos de una alegre amoralidad”.
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