martes, 17 de diciembre de 2019

“Una gran mujer” de Kantemir Balagov: la guerra no termina en la batalla final

Segunda película del ruso Kantemir Balagov (“Demasiado cerca), "Una gran mujer (Beanpole)” ganó en el último Festival de Cannes el Premio Fipresci de la crítica de la sección "Un Certain Regard"  y el Premio al Mejor Director. Su ópera prima ya se había alzado con el Premio Fipresci en el Festival de Cannes 2017 y ganó una Mención Especial en la sección Zabaltegui del Festival de San Sebastián de ese mismo año. Una de las dos protagonistas, Viktoria Miroshnichenko, ha estado nominada a Mejor Actriz en los Premios de Cine Europeo, fallados la semana pasada en Berlín. 

Apasionante película tristísima, un tanto asfixiante y a ratos demasiado lenta, que habla de fatalismo, de miseria, de mujeres que en plena juventud viven en un ambiente hostil y ya tienen sus vidas destruidas. Retrato minucioso de dos víctimas que no perdieron la vida en la contienda. Una lección magistral de dirección de actores.
Estamos en Leningrado, en la ciudad desolada, “en el primer otoño siguiente a la batalla” ( el asedio de la Wehrmacht comenzó el 8 de septiembre de 1941 y fue levantado por los soviéticos, que vencieron a los alemanes  el 27 de enero de 1944 con un saldo de casi dos millones de víctimas, de las que un millón eran civiles).Con una duración de 872 días, el asedio de Leningrado es el segundo más largo de la historia moderna, después del de Sarajevo en la década de 1990, que duró 1425 días).
Estamos en una zona devastada donde las familias, que siguen pasando la misma penuria que en la guerra,  se amontonan en habitaciones de lo que antaño fueron pisos espaciosos ocupados por la burguesía. Allí, en un cuarto compartido, dos mujeres jóvenes, Lya y Masha, que trabajan en el hospital repleto de jóvenes soldados destrozados llegados del frente, luchan por reconstruir sus vidas entre las ruinas.

Antes de esto, Lya (Viktoria Miroshnichenko, fascinante), una joven alta y grande (de ahí el apodo de “jirafa”, beanpole) que tiene episodios de bloqueo respiratorio, vive en el cuartucho con su hijo, un niño que muere asfixiado. Después, se debatirá entre la amistad tóxica de Masha (Vasilisa Perelygina) y los deberes que le imponen “los otros” (entre ellos, entregarse a un hombre para crear la vida que su amiga no puede o practicar la eutanasia con los soldados incurables que querría salvar…).


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