“La película… es un
montaje de archivos. Si, ¡pero qué archivos y que arte del montaje!” (L’Humanité)
En
1895 los hermanos Lumière, ingenieros hijos de un industrial que era también
fotógrafo y pintor- inventan el
Cinematógrafo –por mucho que cueste entenderlo a partir de la máquina de coser
familiar- y ruedan las primeras
películas de la historia del cine. Se trata de más de mil películas de una
duración en general inferior al minuto. Lo que en principio era una demostración
de la posibilidad de recoger imágenes en movimiento, y sin que realmente
figurara entre sus propósitos, se convirtió en la invención del arte de filmar:
escenografía, travelling, zoom, remake… todo se encuentra ya en esos segundos
de obras maestras, algunas reconocidas mundialmente, otras totalmente ignoradas
hasta ahora…”Lumière, comienza la aventura” es una selección de 108 películas
restauradas, una mirada amorosa y única a esas imágenes inolvidables de los
primeros años del siglo XX.
Siempre
se ha dicho que las películas de los Lumière podían considerarse los primeros
documentales de la historia del cine, por contraposición a las de Méliès que se
consideran más como “ficción”, debido a la escenografía. Pero eso no es exacto.
El estudio de la primera, primera película- “La salida de los obreros de la
fábrica Lumière”- es cualquier cosa menos documental, toda una puesta en escena: el hecho de que,
nos explica el comentario, existan tres versiones de la misma ya es toda una
pista. Otra, el que ninguno de los “figurantes” mire a la cámara, situada justo
enfrente del portalón de la usina. Louis Lumière, el autor de esos maravillosos
segundos que abrieron la puerta al séptimo arte, se reveló también como
director de actores orientando los movimientos de la multitud, prestando
atención a los caballos de la carreta…Cada una de las 108 películas que figuran
en “Lumière, la aventura comienza” demuestra esa aspiración de convertir en un
arte lo que empezó como un descubrimiento científico.
Las
primeras películas de la historia del cine eran escenas de la vida familiar, el
trabajo, la sociedad. Los hermanos Lumière –Auguste y Louis- usaban la fábrica
de sus padres como escenario, filmaban su ciudad, Lyon, las personas, los
niños, las carreras de saco o el juego de la petanca… Esa infancia del cine son
películas mudas, en blanco y negro y en torno a los 50 segundos de duración,
llenas de caritas de niños, de comidas familiares, de juegos...a las que
posteriormente se fueron incorporando imágenes de otros mundos –Africa, Asia,
América…-filmadas por los “reporteros Lumière”. Y también, en cierto modo, la invención de la comedia, con el célebre gag
del « Regador regado » (del que existen dos versiones), e incluso de
la ciencia ficción con la “Charcutería mecánica”…. De la salida de la fábrica a
un poblado perdido de Indochina, del andén de la estación de La Ciotat a las
calles de Chicago, todo el cine de los
Lumière está plagado de descubrimientos, de invenciones, de “primeras veces”.
Los
hermanos Lumière fueron los primeros, los pioneros, los creadores de lo que ya
empezó siendo un autentico arte. La película “Lumière, comienza la aventura” es
un empeño sentimental, una auténtica declaración de amor al nacimiento de ese
arte, narrada en off por Thierry Frémaux –director del Instituto Lumière de
Lyon- que ha encontrado el tono justo para resultar didáctico y divertido a la
vez, y apoyada en una hermosa banda
sonora a base de composiciones de quien fuera el niño prodigio de la música romántica
a caballo entre los siglos XIX y XX, Camille Saint-Saëns.
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