jueves, 27 de junio de 2013

La bicicleta verde (Wadjda), un film espléndido de un país que ni hace ni ve cine



En mitad del desierto, en un país, Arabia Saudí, que produce diez millones de barriles de petróleo diarios y una película cada siglo, “se acaba de producir el milagro” (L’Humanité,): la aparición de La bicicleta verde (Wadjda), la primera película no solo producida en un país que carece de salas cinematográficas (el único en el mundo donde las galerías comerciales no disponen de una última planta con un multicine), sino además dirigida por una mujer, Haifaa Al Mansour.

Presentada en el Festival de Venecia 2012, público y crítica aplaudieron su valor, su sensibilidad y la maestría con que está contada la historia de una adolescente saudí que sueña con una bicicleta. En la primavera de 2013, Al Mansour recibió en Cannes el Premio Revelación que entrega la emisora France Culture Cinéma. La bicicleta verde se estrena en los cines españoles el 28 de junio de 2013.

Antes que nada hay que decir que La bicicleta verde es una buena, excelente película, y también que es feminista, militantemente feminista: una oda a la libertad en una sociedad que mantienen a sus mujeres estrechamente vigiladas y que significa “el nacimiento de una cineasta que alía sensibilidad y valor”.

La bicicleta verde es la historia de Wadjda, adolescente de doce años que sueña con tener una bicicleta para poder hacer carreras con su vecino Abdullah. Pero resulta que Wadjda vive en una familia conservadora (normal) de uno de los países más integristas del planeta islámico, donde las mujeres tienen únicamente reservados los papeles e esposa y madre, y donde las niñas no pueden montar en bicicleta porque podría peligrar “su virtud” y con ella la honra de toda la familia.

Esta anécdota es la percha en la que la directora, de 38 años, cuelga la vida familiar saudí, el papel de la escuela, la religión, el fundamentalismo y la poligamia y, sobre todo, las dos vidas que están obligadas a compaginar las mujeres saudíes: la del interior del hogar, donde disfrutan de todas las novedades tecnológicas, joyas y ropa de marca, y la de la calle donde tienen prohibido conducir y no pueden andar solas ni establecer ningún tipo de contacto con los hombres.

Por eso, la historia de Wadjda –una niña distinta de sus compañeras de la escuela coránica, que escucha rock y viste vaqueros y zapatillas - y todos sus esfuerzos para conseguir una bicicleta –que finalmente le compra su madre, herida y despechada cuando el marido abandona el hogar para construir otra familia en otro sitio- es un desafío a todos los tabúes que gobiernan el país, una denuncia del conservadurismo y una oda a los deseos de emancipación y libertad de, al menos, la mitad de la población. Pero es también una parte de la realidad escondida del país: “La actriz, “Waad Mohammed llegó al casting con jeans, baskets y cascos en las orejas. No habla inglés pero pertenece a la juventud conectada y global”

Con una historia construida sobre principios considerados universales, como la amistad entre dos niños (con el agravante de ser de distinto sexo), las relaciones familiares, el aprendizaje de las reglas y la tradición y las mil y una maneras de intentar transgredirlas, la cineasta saudí confiesa “no haber querido provocar a las instancias de mi país, sino únicamente compartir mis opiniones, mi manera de ver el mundo”. El rodaje fue difícil porque “en algunos barrios a la población les molestaba mi presencia al frente de un rodaje; entonces me escondía en un camión y daba las órdenes a distancia”.

Haifaa al-Mansour nació en 1974 y La bicicleta verde es su primer largometraje. Tras estudiar literatura en la Universidad de El Cairo, se trasladó con su marido a vivir a Australia, donde consiguió un master en cine en la Universidad de Sydney. Es autora de tres cortometrajes y del documental Women Without Shadows (Mujeres sin sombras). En su país admiran y discuten su trabajo exactamente por lo mismo: plantear una visión crítica sobre el carácter restrictivo de la cultura tradicional saudí. “Wadjda –ha dicho- es mi sobrina, más o menos. De pequeña era increíblemente fogosa, adoraba el fútbol. Al hacerse mayor se resignó a hacer lo que sus conservadores padres esperaban de ella: casarse y abandonar sus sueños de realización personal. Es triste. Pero en Arabia Saudí hay muchas jóvenes llenas de brío y potencial que mañana tendrán que jugar un papel de primer plano en el reino”.



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