Mientras la policía egipcia vigila
estrechamente las entradas al edificio donde se encuentra el cadáver de Giulio
Regeni, estudiante y colaborador del diario comunista italiano Il Manifesto
–desaparecido en la noche del 25 de enero de 2016, en El Cairo- se van
filtrando pormenores de la autopsia: la muerte fue provocada por un fuerte
golpe en la cabeza pero en su cuerpo aparecen cuchilladas en la espalda,
quemaduras de cigarrillos, cortes en la nariz, una oreja cortada y grandes
hematomas en la cara, informa la prestigiosa periodista Katia Riccardi en el
diario La Reppublica el 4 de febrero; el periódico italiano añade que para la
policía egipcia, Regeni murió en un accidente de auto, aunque para Hosam
Nassar, el fiscal que ha estado a cargo de la autopsia y que ha confirmado las
torturas, “tuvo una muerte lenta y atroz”. Su cuerpo apareció, desnudo de
cintura para abajo –quizá para insinuar la hipótesis de un crimen con trasfondo
sexual- tirado en un foso de la carretera que va de El Cairo a Alejandría, muy
lejos de la casa donde vivía, en el barrio central de Giza.
Giulio Regeni, licenciado en
Económicas por la Universidad de Cambridge, se encontraba en Egipto preparando
una tesis doctoral sobre la economía egipcia, para la American University de El
Cairo, y esporádicamente colaboraba con Il Manifesto, enviando artículos que
publicaba con pseudónimo por temor a las represalias. “En los últimos tiempos
se le notaba preocupado”, dicen en la redacción del periódico, a la que la
familia del chico ha pedido que no publique el último texto que les envió, diez
días antes de su muerto, sobre el movimiento obrero egipcio (y que, sin
embargo, se ha publicado este 5 de febrero “porque estamos seguros de que es lo
que hubiera querido”). El 25 de enero, fecha de su desaparición, se conmemoraba
el quinto aniversario del inicio de la revuelta estudiantil en la Plaza Tahir,
que representó “un breve momento de democracia en la milenaria historia
egipcia”. Aquella noche, Regeni tenía una cita con un amigo en la Plaza Tahir,
literalmente tomada por el ejército y la policía, a la que nunca llegó.
Ha sido Noura Wahby, otra amiga de
Giulio Regeni, la primera en dar la alarma sobre su desaparición: “Es mi mejor
amigo. No sabemos nada de él desde el 25 de enero. Nos conocimos en 2014 en
Cambridge. Lleva años estudiando árabe. El 15 de enero fue su cumpleaños…
Encuéntrenlo, por favor”.
Para el enviado especial de La
Repubblica Carlo Bonini, hay que descartar totalmente que se trate de un delito
común, ni tampoco de terrorismo islámico: “Las sospechas recaen en los
servicios especiales o en los escuadrones de la muerte. No funciona la cortina
de mentiras con que el Ministerio de Interior y las autoridades de la policía
egipcia llevan 24 horas intentando esconder la verdad. Descartadas otras
hipótesis, queda solo un posible motivo: el “político”, que se evidenciaba en
el miedo que aseguraba sentir cuando pedía que sus artículos aparecieran
publicados con pseudónimo: “Si decidís publicarlo, hacedlo con pseudónimo
porque estoy preocupado”.
El miedo manifestado por Regeni -escribe
La Repubblica- no parece neutro, como no lo es el lugar en que desapareció: la
Plaza Tahir en el momento en que se producían redadas de opositores al régimen de
Al Sisi. Al parecer, dos testimonios hablan de la detención la noche del 25 de
enero de un joven occidental, de cuyo paso por los calabozos y cárceles
egipcias no ha quedado ninguna huella. “No se puede excluir -finaliza esta
crónica- que Giulio haya terminado en manos de algún escuadrón de la muerte o
alguna unidad paramilitar, a cuyas torturas no haya resistido”.
“La pista del arresto sumario por
parte de la policía – escribe Giuseppe Acconcia en Il Manifesto del 5 de
febrero- es la más plausible por varias razones… Giulio ha escrito artículo
sobre los movimientos sindicales, el último (que se ha podido leer en la
edición digital del periódico desde las 10 de la mañana- cuenta lo poco que
queda del sindicalismo independiente en Egipto (http://ilmanifesto.info/in-egypt-second-life-for-independent-trade-unions/).
Giulio había asistido a reuniones de trabajadores en El Cairo. (…) En los
últimos meses han sido detenidos en Egipto decenas de periodistas y estudiosos
extranjeros, la mayoría expulsados del país posteriormente (…) Ya son más de
600 las personas desaparecidas durante el régimen militar de Al Sisi”.
Tomasso Di Francesco, el director
de Il Manifesto que firma el editorial de primera el 5 de febrero en el que
exige conocer “toda la verdad”, recuerda que aunque es cierto que el chico”
temía por su seguridad”, Giulio “no era ni un violento ni un enemigo de Egipto,
al contrario amaba el país y se iba a doctorar en Cambridge con una tesis sobre
la crisis de los modelos económicos en Oriente Medio”.
En la misma publicación, el
periodista Acconcia explica que Egipto es un régimen militar y un estado
policial desde el golpe de estado del 3 de julio de 2013 que llevó al poder al
general Abdel Fattah al-Sisi. Desde aquel momento se encuentra fuera de la ley
el principal partido de oposición, Libertad y Justicia, brazo político de la
organización Hermanos Musulmanes. Se han aprobado leyes anti-protesta y anti-terrorismo,
en una confusión legal que muchas veces mezcla ambos conceptos. En el país hay
miles de presos políticos y continuamente se denuncian casos de tortura en las
cárceles.
“En los días de manifestaciones,
los ataques más intensos son siempre contra extranjeros. En los últimos meses,
un sentimiento de difusa xenofobia ha obligado a abandonar el país a decenas de
periodistas y estudiosos (…) Ahora el régimen ha entrado en una fase de
represión más incisiva que la que siguió al golpe de 2013 (…) Se ha aprobado
una dura legislación contra los símbolos de los Hermanos Musulmanes y del
Movimiento del 6 de abril”.
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