martes, 26 de febrero de 2013

Un año ajetreado: la iniciación de la mano de un personaje



Unos meses antes del ’68, Anne se casa con Godard y protagoniza su película La Chinoise. En un año lectivo, la estudiante de último curso de bachillerato entra en la complicada vida de los adultos de la mano de uno de los personajes más emblemáticos del cine francés y conoce a todos los que tienen algo que decir en la vida intelectual parisina. A los franceses –quizá también a otros pueblos, incluido el nuestro- les gusta alimentar sus mitos, especialmente los intelectuales; una vez aceptados en el olimpo de la fama (nada que ver con los people, celebrity y otras especies más actuales) se instalan en la comodidad de “haber llegado” y de ahí solo les mueve alguna gaffe imperdonable, o la muerte. Y se puede llegar de muy distintas maneras, por méritos propios o ajenos.

No estoy segura de las condiciones de la llegada de Anne Wiazemsky (65 años, actriz y escritora), nieta del muy católico Premio Nobel de Literatura 1952 François Mauriac y descendiente de un príncipe polaco por parte de padre,  quien saltó a la celebridad el 21 de julio de 1967 cuando –menor de edad y sin el consentimiento familiar-, se casó con el abanderado de la nouvelle vague, el realizador suizo entonces maoísta bastante militante Jean-Luc Godard, diecisiete años mayor; un matrimonio que duró trece años.

Ahora, casi medio siglo después, Anne Wiazemsky, ha contado en el libro Un año ajetreado, su encuentro con el cineasta, sus amores casi furtivos en habitaciones de hotel, su papel de protagonista en la película de Godard La Chinoise (después de haber sido la niña de Au hasard, Balthazar, de Robert Bresson) al tiempo que saltaba del instituto a la universidad de Nanterre, y el encuentro entre su abuelo y su marido (muy temido por todos, aunque finalmente se resolvió en algo parecido a mutua admiración), episodios todos seguidos muy de cerca por la prensa de la época (sobre todo por la prensa amarilla, empeñada en presentar a Godard como un corruptor de menores; su anterior esposa, la actriz Anna Karina, tenía 21 años cuando se casaron, pero estaban juntos desde mucho antes), y especialmente por los papparazzi que, en cualquier caso, eran mucho menos agresivos que los de ahora.

Ese año “ajetreado” es el de la iniciación de la autora en la vida adulta, en el que no solo se atreve a escribir una carta al cineasta diciéndole que le ama, sino que se enamora y de propina tiene oportunidad de conocer a las grandes figuras de la intelectualidad y el pensamiento, en constante renovación, europeos: falta menos un año para que se produzcan los acontecimientos de Mayo del 68 y durante esos meses, a veces sola, a veces de la mano de Godard, Anne conoce a Daniel Cohn-Bendit (aunque no le aprecia en lo que valía entonces, y se limita a nombrarle como “el pelirrojo”), se cuela en las tertulias de los cafés, templos donde pontifican Sartre, Beauvoir y otros filósofos, conoce a varios cineastas que ya formaban parte de la historia de un Arte con mayúscula /(Truffaut, Rivette, Bertolucci…), y a críticos como Cournot.

La historia, presentada como una novela, yo la he leído como un retazo de autobiografía aun ignorando si es cierto todo lo que se cuenta en ella y, sobre todo, cuanto se ha omitido. Dando el relato por bueno, lo que la autora nos enseña no es solo una parte de su intimidad –no ignoremos que ha pasado casi medio siglo desde entonces y que su memoria tiene que ser al menos igual de selectiva que la del común de los mortales- sino sobre todo el retrato que conserva del hombre fuera de lo común con el que compartió esa importante parte de su vida, realizador de títulos inolvidables como A bout de soufflé, Masculio Femenino, 2 ó3 cosas que sé de ella, Pierrot le fou, Elogio del amor o Je vous salue, Marie: un hombre generoso,  posesivo, autoritario, celoso…, un tipo que elogiaba el Libro Rojo de Mao y circulaba por París en un Alfa-Romeo descapotable, mucho más sentimental de lo recomendable y con una propensión natural al llanto que escondía, junto con otras cosas, detrás de sus sempiternos cristales ahumados. Y, frente a él, el retrato también de una familia muy conservadora y convencional aunque, como suele suceder en ese tipo de colectivos, acostumbrada a mirar para otro lado porque “lo que no se ve no existe”.

La pareja se divorció en 1979, después de haber compartido otras películas y otras vivencias. Años más tarde, cuenta Nelly Kaprièlian en su reseña del libro publicada en 2012 en la revista Les Inrocks, “cuando coincidieron en el Festival de Cannes, Godard dijo que no quería volver a verla nunca más”.


Un año ajetreado
Editorial Anagrama, Colección Panorama de narrativas
Traducción, Javier Albiñana
ISBN 978-84-339-7857-8
224 páginas, 17.90 €

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