Muros de Lennon en Hong Kong |
Cuando se cumplen diez
semanas de protestas, el aeropuerto lleva dos jornadas inactivo y los tanques
del ejército chino se encuentran aparcados en Shenzhen, ciudad vecina de Hong Kong – donde el martes, 13 de agosto de
2019, se llevó a cabo un “ejercicio anti-motín, en el que participaron 12,000
hombres, según un vídeo distribuido por la policía local, “que parece destinado
a impresionar a los militantes pro-democracia de Hong Kong- todo el mundo
se pregunta por las intenciones del gobierno de la República Popular y
hay quien evoca la posibilidad de otro Tiananmen en el territorio
independiente.
(Recordemos: fue hace
treinta años. En la noche del 3 al 4 de junio de 1989, los tanques del ejército
chino invadieron la Plaza, que llevaba varias semanas ocupada por estudiantes y
obreros. La represión causó miles de muertos, según diferentes fuentes, aunque
en realidad nunca se ha conocido el número exacto, y dejó una de las imágenes
más impactantes del siglo XX, la del “Tank Man”, el desconocido que se colocó
frente a los tanques impidiendo que la columna avanzara).
Los analistas
internacionales empiezan a decir que “Pekín no va a tolerar que la insurrección de
Hong Kong se prolongue durante meses”, y hasta parece natural, dados los
antecedentes, que recurra al ejército para frenarla. El diario Huffington Post
recordaba estos días que el gobierno de Pekín es sospechoso de haber intentado,
sin éxito, infiltrar en el
movimiento a las mafias, las tristemente
célebre triadas, en los últimos días de julio Por su parte, el artista y
disidente chino Ai WeiWei, avisaba el 13 de agosto de 2019, desde Berlín donde
reside, de que “Pekín podría endurecer el tono” después de que algún
responsable gubernamental ya ha apuntado que en la protesta se ven “signos de
terrorismo”, para dar más argumentos a una posible represión de envergadura.
Para Chis Patten, que
fue el último gobernador británico de la región semi-autónoma, una intervención
dura de China en Hong Kong sería una “catástrofe”: “Sería contraproducente que el gobierno chino diera la impresión de que adoptará otros métodos si no cesa
rápidamente –ha dicho en declaraciones a la BBC- “Sabemos lo que quiere decir
otros métodos en la historia de China”.
“Pekín utiliza la
amenaza del APL (Ejército de Liberación Nacional) para asustar a los
manifestantes”, asegura el investigador Ben Bland, del Instituto Lowy
australiano. “Pero enviarlo sería muy peligroso para la reputación de la
economía china”, tambaleante en las últimas semanas por la guerra de los
aranceles que libra con los Estados Unidos de Trump. Desde la masacre de
Tiananmen, el gobierno chino no ha vuelto a sacar nunca al ejército para
reprimir a manifestantes. El balance de entonces, aparte de los miles de
muertos, fueron “dos años de estancamiento económico y una China sin relación
con las demás naciones".
Por eso, treinta años
más tarde, Wu'er Kaixi, un antiguo dirigente
estudiantil del movimiento de Tiananmen
que vive en Taiwan, duda de que Pekín se arriesgue a enviar el ejercito
a las calles en un centro financiero de la importancia de Hong Kong: "No
hay que olvidar que el gobierno chino se mueve por su interés, y que el interés
personal de los dirigentes chinos está ligado al mantenimiento de la
estabilidad económica en Hong Kong. Creo que aprendieron la lección del alto
coste que tiene usar al ejército para reprimir ».
"La represión de Tianamen fue una lección para el
Partido Comunista Chino (PCC) », subraya el politólogo Wu Qiang, ex profesor de la Universidad
Tsinghua de Pékin. Tras la masacre, los países occidentales impusieron un
embargo sobre la venta de armas a China, aunque eso no impidió “muchos
intercambios” entre Pekín y las fuerzas policiales de algunos países europeos y
Estados Unidos, “acostumbrados a reprimir sin que corra la sangre. Gran parte
de esos intercambios se refiere a la manera de responder a los levantamientos
políticos y a las manifestaciones pacíficas », asegura. « El régimen
chino no tiene experiencia de operaciones anti-motines en una sociedad libre,
se encuentra en fase de aprendizaje », afirma Wu Qiang.
El sinólogo Willy Lam, de la Universidad china de Hong
Kong, piensa que si el régimen chino renuncia abiertamente al uso del ejército
quizá opte por infiltrar soldados o policías entre la sociedad de Hong Kong: "Llevarían
uniformes de la policía de Hong Kong para que no se viera como una actuación
oficial”, imagina. Una suposición que ha negado la policía del territorio
autónomo.
"Se trata sobre todo –estima el profesor Wu
Qiang- de impedir que la situación de Hong Kong se propague en China
continental ». « Lo que asusta
al poder chino son las ramificaciones que puedan surgir en la propia
China », apuntala el sinólogo Jean-Pierre Cabestan, de la Universidad
Baptista de Hong Kong.
La antigua colonia
británica está pasando por la crisis política más grave desde su retrocesión a
China en 1997. Iniciado a principios de junio como rechazo de un proyecto de
ley que pretendía autorizar las extradiciones de algunos delincuentes, el
movimiento ha ido ampliando sus reivindicaciones, denunciando el retroceso de
las libertades y la injerencia del gobierno chino en sus asuntos internos.
La mayoría de los
participantes en las marchas y sentadas
pro-democracia que a lo largo de estas
semanas han reproducido la “manifestación de los paraguas” de 2014, cuando se pedía
la elección del gobernador (ahora gobernadora) por sufragio universal, han
usado rayos laser para cegar a la policía, se han cubierto el rostro con
mascarillas y pasamontañas para evitar ser identificados, los días 12 y 13 de
agosto han desfilado con un apósito ensangrentado sobre un ojo (en solidaridad
con una mujer que perdió uno a causa de un pelotazo policial) y, finalmente,
llevan cuarenta y ocho horas ocupando el aeropuerto de Hong Kong (el segundo
del mundo en carga y el octavo en pasajeros), donde se han anulado cientos de
vuelos, son muy jóvenes, cerca de la mitad tienen veinte años, tienen estudios,
algunos universitarios, y detestan a la policía, según un estudio efectuado por
investigadores de cuatro universidades del territorio, según
los resultados
publicados por el digital belga Le Vif el 13 de agosto.
Los investigadores han
estudiado a los participantes en 12 manifestaciones –concentraciones y
desfiles- y el resultado es que el 54% son hombres y el 46% mujeres. De las
6.688 personas interrogadas, el 77% tiene o está cursando estudios superiores y
el 21% está en estudios secundarios. Un 49% tienen entre 20 y 29 años, un 19%
entre 30 y 39, y los menores de 20 años son un 11%. Los de 40 años o más son un
16%. La mitad de los encuestados dicen pertenecer a la clase media y un 41% se
reconoce de “clase baja”. En lo que se
refiere a los motivos que les han llevado a comprometerse en el movimiento
pro-democracia, el 87% declara que quería la retirada del proyecto de ley de
extradición; sobre la actuación de la policía, el 95% se declara insatisfecho
con su actuación y un 92% pide que una investigación independiente estudie la
violencia con que está actuando.
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