La Comisión de la Condición de la
Mujer de Naciones Unidas (CSW), que tiene como misión promover los derechos de
las mujeres en todo el mundo, cuenta desde el 25 de abril de 2017 con un nuevo
miembro: nada menos que Arabia Saudí, país que aplica rigurosamente la charia y
practica un islamismo riguroso, y donde cada mujer depende durante toda su vida
de un tutor masculino (padre, hermano, marido…e incluso hijo) para vivir,
estudiar, trabajar, viajar
Entre 2018 y 2022, y gracias a la
votación efectuada en el Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC), el
reino ultraconservador “defenderá” los derechos de las mujeres junto a los
otros 45 miembros de la Comisión que, hasta ahora, ponían especial énfasis en
sus declaraciones en el objetivo de conseguir la igualdad de los sexos.
Una decisión que lo menos que se puede
hacer es calificarse de «broma», como ha hecho el semanario L’Express, o de «absurda
y moralmente reprensible», como tímidamente lamenta Hillel Neuer, director
general de la ONG UN Watch, con sede en Ginebra, en un comunicado en la página
web de la organización, declaraciones que reproduce el semanario francés
Marianne : “Todas las mujeres saudíes tienen que contar con un tutor masculino
que es quien decide en todo lo importante, controlando en su nombre la vida de
una mujer desde que nace hasta que muere”. Un poco más rotundo, el mismo Neuer
escribe en su cuenta de Twiter: “Elegir Arabia Saudí para la protección de los
derechos de las mujeres es como nombrar jefe de bomberos a un pirómano”.
Las mujeres saudíes tienen vetado
el acceso a muchos trabajos, prohibido conducir o viajar sin autorización,
obligación de llevar velo más o menos integral, según las regiones... Pese a
conocer todas estas circunstancias, y a la abstención de siete miembros del
ECOSOC, y por eliminación, cinco países miembros de la Unión Europea han
elegido, con voto secreto, para que entre a formar parte de la CSW al reino
saudí, un régimen que protege a las mujeres “en la medida en que la charia
garantiza la igualdad de sexos”; o sea, nada, según el diario británico The
Independent, que da cuenta de una primera reunión sobre el asunto, celebrada en
marzo al margen de las instituciones onusianas, a la que asistieron trece
hombres y ninguna mujer.
No olvidemos que llueve sobre
mojado. Ya en 2015, Arabia Saudí fue elegido para presidir una de las
comisiones consultivas de la ONU sobre derechos humanos; y ello a pesar de los
cientos de ejecuciones sumarias, muchas de ellas por decapitación, que se llevan
a cabo cada año en el reino; a pesar de que las prisiones saudíes están llenas
de presos condenados por ejercer sus derechos, entre otros la libertad de
expresión como es el caso del bloguero Raif Badawi, condenado en 2014 a diez
años de cárcel y mil bastonazos por apostasía; a pesar de tener una justicia
que castiga a cortar las manos de los ladrones o a lapidar a los adúlteros…
Aparte de Arabia Saudí, otros doce
países pasarán a integrarse en la CSW de la ONU en 2018. Se trata de Argelia,
las Islas Comores, la República Democrática del Congo, Ghana, Kenia, Irak,
Japón, Corea del Sur, Turkmenistán, Ecuador, Haití y Nicaragua. A nadie se le
escapa que en muchos de estos países no solo no se respetan los derechos de las
mujeres, sino que ni siquiera se respetan los derechos humanos universales.
Como anécdota en el marasmo de
violaciones de los derechos de las mujeres en Arabia Saudí, algunas grandes
transnacionales (entre las que se encuentran Starbucks, Ikea, H&M…)
“abdican de los valores que defienden en sus países de origen para agradar al
régimen saudí, practicando un comercio cínico”, escribía, en febrero de 2016,
Abdallah Soidri en la revista francesa Marianne.
Con la excusa de que “Starbucks” se
adecua a las costumbres locales, en Arabia Saudí prohíbe la entrada de mujeres
a sus locales; es el chofer del taxi que las lleva quien entra en el
establecimiento para comprar el “té chai”de su pasajera.
En el otoño de 2012, Ikea
desarrolló una campaña publicitaria específica para Arabia Saudí. En una foto
del catálogo se veía a un joven en un cuarto de baño lavándose los dientes; en
la foto original la madre acompañaba al adolescente: “Según las tradiciones del
país, la madre no iba convenientemente vestida, a pesar del pijama se le veían
la cara y el pelo”.
En 2011, la marca de moda sueca
H&M “arregló” una foto de la modelo brasileña Gisèle Bundchen para la
publicidad destinada a los países de Oriente Medio, con la siguiente
explicación: “Para algunos mercados, más estrictos en cuanto a la cantidad de
piel que se puede enseñar, hemos optado por colocar accesorios sobre las
fotografías. No es nada dramático”. Curiosamente, tanto Satrbucks en Estados
Unidos como Ikea en Suecia defendieron el matrimonio homosexual en 2010, con
imágenes y slóganes ad hoc en sus catálogos.
Pero tampoco son los únicos:
distintas discográficas se pasan con el fotoshop en las carátulas de los discos
de sus artistas femeninas –como Lady Gaga, Madonna o Kate Perry- para evitar la
censura de los controles saudíes, no solo alargando los vestidos más sexys sino
también escondiendo piernas, brazos y hombros.
Lo que acaba de ocurrir con la
elección de Arabia Saudí para integrar la CSW de la ONU es mucho más que
absurdo, es intolerable. La Organización de Naciones Unidas ha traicionado ya
muchos de sus principios fundacionales, alcanzando hace tiempo la gota que
colma el vaso, con resoluciones que muchos de sus miembros no firman, y otros
aunque las firman no aplican nunca.
Los cada vez menos países
auténticamente democráticos y respetuosos de los derechos fundamentales que
quedan en la ONU deberían plantearse, de una vez y para siempre, o bien la expulsión
de los estados que no cumplen sus compromisos, o bien la disolución de un
organismo que no hace más que demostrar reiteradamente su ineficacia ante las
leyes del mercado y el capital y las posiciones ultrafundamentalistas de una
gran parte de los países de obediencia islámica.