miércoles, 19 de abril de 2017

"La profesora", una condena de los comunismos pre-morten


Basada en hechos reales, "La profesora" es una historia sobre el miedo, el oportunismo y la dignidad humana que se desarrolla en la ciudad eslovaca de Bratislava en la década de los 80. Dirigida por los eslovacos Petr Jarchovsky, también autor del guion, y Jan Hrebejk (realizador de Divided We Fall (2000), Honeymoon, premio al mejor director en el festival de Karlovy Vary 2013, y de Beauty In Trouble, premio Especial del Jurado en 2006).

Reflexión sobre algunos de los dilemas morales y las muchas ambigüedades de los regímenes comunistas en los países que conformaban la galaxia soviética europea, “La profesora” (una auténtica manipuladora de alumnos y padres), que no solo da clases de secundaria sino que además dirige el partido comunista de la localidad, es una brillante interpretación de la actriz Zuzana Mauréry, en el papel de la “camarada” María Drazdechova, que le ha valido el premio a la mejor actriz protagonista en 2016, en el festival más importante de su país.

En 1983, en un instituto al que acuden alumnos de clase media en Bratislava, la nueva profesora María Drazdechova pide a cada alumno que se levante, diga su nombre y la profesión de sus padres. Poco a poco se hace evidente que las notas de esos chicos tienen que ver menos con sus conocimientos que con las cualidades aleatorias de su situación familiar. Tras el intento de suicidio de un estudiante, se convoca una reunión urgente de padres en el centro, para intentar denunciar a la profesora; pero, dado que se trata de una alta funcionaria del Partido, solo se atreven a pedir un traslado.

En una clase tras el telón de acero, la película nos habla del futuro de unas familias acomodadas, que van a hacer todo lo posible por mantener su situación, incluso mirando hacia otro lado cuando se producen situaciones de abuso de poder. Es una historia estremecedora que, por otra parte, se parece a muchas otras vividas en nuestro país en los años de la posguerra, cuando funcionaba la delación y muchos “rojos” vivían medio escondidos (incluso escondidos del todo, convertidos en “topos”), y sus hijos soportaban en las escuelas el castigo de haber nacido en la familia “equivocada”.

El guion se basa en un incidente real que él mismo vivió cuando frecuentaba la escuela primaria y está plagado de situaciones irónicas; no me atrevo a definirlas como de humor, porque nada puede hacer sonreír menos que un niño torturado psicológicamente. Y denuncia sin ambigüedades el enorme vacío moral generado por los comunismos de la estela soviética donde, como en el peor de los capitalismos, florecían los favoritismos, la corrupción, la injusticia, el nepotismo, los regímenes del terror y la obscenidad ética.




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