Basada en hechos reales, "La profesora" es una
historia sobre el miedo, el oportunismo y la dignidad humana que se desarrolla
en la ciudad eslovaca de Bratislava en la década de los 80. Dirigida por los
eslovacos Petr Jarchovsky, también autor del guion, y Jan Hrebejk (realizador
de Divided We Fall (2000), Honeymoon, premio al mejor director en el festival
de Karlovy Vary 2013, y de Beauty In Trouble, premio Especial del Jurado en
2006).
Reflexión sobre algunos de los dilemas morales y las muchas
ambigüedades de los regímenes comunistas en los países que conformaban la galaxia
soviética europea, “La profesora” (una auténtica manipuladora de alumnos y
padres), que no solo da clases de secundaria sino que además dirige el partido
comunista de la localidad, es una brillante interpretación de la actriz Zuzana
Mauréry, en el papel de la “camarada” María Drazdechova, que le ha valido el
premio a la mejor actriz protagonista en 2016, en el festival más importante de
su país.
En 1983, en un instituto al que acuden alumnos de clase
media en Bratislava, la nueva profesora María Drazdechova pide a cada alumno
que se levante, diga su nombre y la profesión de sus padres. Poco a poco se
hace evidente que las notas de esos chicos tienen que ver menos con sus
conocimientos que con las cualidades aleatorias de su situación familiar. Tras
el intento de suicidio de un estudiante, se convoca una reunión urgente de
padres en el centro, para intentar denunciar a la profesora; pero, dado que se
trata de una alta funcionaria del Partido, solo se atreven a pedir un traslado.
En una clase tras el telón de acero, la película nos habla
del futuro de unas familias acomodadas, que van a hacer todo lo posible por
mantener su situación, incluso mirando hacia otro lado cuando se producen
situaciones de abuso de poder. Es una historia estremecedora que, por otra
parte, se parece a muchas otras vividas en nuestro país en los años de la
posguerra, cuando funcionaba la delación y muchos “rojos” vivían medio
escondidos (incluso escondidos del todo, convertidos en “topos”), y sus hijos
soportaban en las escuelas el castigo de haber nacido en la familia
“equivocada”.
El guion se basa en un incidente real que él mismo vivió
cuando frecuentaba la escuela primaria y está plagado de situaciones irónicas;
no me atrevo a definirlas como de humor, porque nada puede hacer sonreír menos
que un niño torturado psicológicamente. Y denuncia sin ambigüedades el enorme
vacío moral generado por los comunismos de la estela soviética donde, como en
el peor de los capitalismos, florecían los favoritismos, la corrupción, la
injusticia, el nepotismo, los regímenes del terror y la obscenidad ética.
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