El sueño de una paz sin
vencedores ni vencidos
Thomas Woodrow Wilson |
Después de varios meses,
incluso años, celebrando aniversarios de distintos acontecimientos relacionados
con la Primera Guerra mundial (8 juil. 1914 – 11 nov. 1918), no
encuentro razones de peso para pasar de largo por uno de mis episodios
preferidos, el que la historia recuerda como “Los 14 puntos de Wilson”, cuyo
centenario se celebra el 8 de enero de 2018.
Hace cien años, el 8 de enero de
1918, en el Senado estadounidense, el presidente Thomas Woodrow Wilson retomó y
desarrolló un discurso pronunciado el año anterior, cuando todavía la primera
potencia económica mundial se mantenía neutral respecto al conflicto europeo, en
el que preconizaba “a peace without victory” (una paz sin victoria), lo que escandalizó
a todos los estados beligerantes.
Había pasado un año y, a pesar de los deseos de su presidente,
visceralmente idealista y pacifista, Estados Unidos se había visto
obligado a participar en el conflicto junto
a la Triple Entente.
Dando un poco de marcha atrás, en
1914, cuando en Europa se declara la guerra, los estadounidenses eran
mayoritariamente aislacionistas, pero el temor a que Alemania propiciara una
contienda entre Estados Unidos y México acabó con las reticencias del Congreso
y en abril de 1917 el país se une a la Entente Francia-Reino Unido-Rusia.
Alemania capitula el 11 de
noviembre de 1918 cuando se firma el Armisticio en un vagón de ferrocarril en
el bosque de Rethondes, cerca de Compiégne. Casi un año antes, en enero de 1918,
el presidente Wilson propone una nueva política internacional: sus 14 puntos
están basados en el derecho, la cooperación y la trasparencia para establecer
una paz mundial duradera. Los 14 puntos y el Tratado de Versailles llevaríann a
una reflexión de los antiguos adversarios y a la creación de la Sociedad de
Naciones en 1919. Wilson se encuentra con el rechazo del Senado a la hora de
ratificar el tratado y, de esa forma, Estados Unidos queda fuera del sistema
que había contribuido a crear.
El demócrata Wilson había presentado un listado de catorce propuestas
“para crear objetivos bélicos moralmente defendibles” que pudiesen servir de
base a la negociación del final de la Gran Guerra y fueran también una
alternativa a la propuesta, rechazada, del soviético León Trotski - protagonista un año antes, junto con Lenin,
de la Revolución de Octubre, miembro del gobierno de la URSS y dirigente de la
Internacional Comunista, posteriormente enfrentado
a Stalin que encargaría su asesinato en
México en 1940-“para negociar una paz inmediata”; una propuesta que, de hecho,
procedía de Lenin y pedía una capitulación de Alemania sin contemplaciones.
La propuesta de Wilson, en
cambio, incluía un llamamiento a las
naciones europeas en conflicto para que detuvieran el fuego y dieran paso a la
reconstrucción del continente, y al establecimiento de un nuevo orden mundial,
y estaba basada en las sugerencias presentadas en un informe de la Junta
informal del Congreso de los Estados Unidos, encargada de preparar una
Conferencia de Paz.
Estos son los “14 puntos de
Wilson”, recuerdo histórico de un hombre idealista que muchos consideraron
“poco práctico”:
1. Todos los tratados de
paz son públicos y se conciertan públicamente, y después de esos tratados no
pueden concertarse ningunos acuerdos internacionales secretos de ninguna
especie. La diplomacia debe ser siempre abierta y llevarse ante la publicidad
del mundo entero.
2. Completa libertad de
navegación en el mar fuera de las aguas territoriales, y tanto en paz como en
guerra, con excepción de aquellos mares que, en todo o en parte, se hayan
cerrado por acuerdo internacional con el fin de ejecutar tratados
internacionales.
3. La mayor eliminación
posible de todas las barreras económicas y el establecimiento de la igualdad en
las relaciones comerciales entre aquellas naciones que se adhieran a la paz y
se unan para su mantenimiento.
4. Garantías mutuas
adecuadas para reducir los armamentos de cada país al mínimo compatible con la
seguridad interior.
5. Libre, magnánima y
absolutamente imparcial renuncia a todas las pretensiones coloniales. Esta
renuncia se fundará en el estricto respeto al principio de que, al resolver
sobre tales cuestiones de soberanía, los intereses de los pueblos alcanzados
tendrán igual peso e importancia que las justificadas pretensiones de los
gobiernos cuya pretensión jurídica se trate de fijar.
6. Evacuación de todo el
territorio ruso y regulación de todas las cuestiones referentes a Rusia, de tal
modo que asegure la mejor y más libre colaboración de los restantes pueblos de
la tierra para dar a Rusia la posibilidad de lograr, sin obstáculos y sin
errores, una resolución independiente sobre su propia evolución política y
nacional y para asegurar a Rusia una recepción sincera en la Sociedad de las
Naciones libres, con instituciones políticas elegidas por ella misma; y además
toda clase de apoyos que necesite y desee. El trato que Rusia reciba por parte
de las naciones hermanas en los meses venideros, será la piedra de toque que
aquilate su voluntad, su comprensión para las necesidades rusas, por diferentes
que éstas sean de las que sienten las demás naciones; será también testimonio
de su simpatía comprensiva y altruista.
7. Bélgica debe -y en
esto, coincide el mundo entero- ser evacuada y restaurada, sin que nunca se
Intente por nadie limitar su soberanía, de la que disfruta por igual modo que
todas las demás naciones libres. Ningún acto contribuirá tanto como éste a
restablecer entre los pueblos la confianza en las leyes, que ellos mismos se
han dado para regular sus mutuas relaciones. Si esta restauración no se llevase
a cabo, quedaría menoscabado para siempre el vínculo del Derecho internacional.
8. Toda la región
francesa debe ser evacuada, y las partes que han sufrido la guerra deben ser
restauradas. La injusticia que Prusia cometió en el año 1871 para con la nación
francesa en lo referente a Alsacia y Lorena, esa injusticia que desde hace casi
cincuenta años ha puesto en peligro la paz del mundo, debe ser reparada para
que pueda restaurarse la paz en el interés de todos.
9. La rectificación de
las fronteras italianas debe acometerse según las líneas de separación que
claramente circunscriben las nacionalidades.
10. A los pueblos de
Austria-Hungría, cuyo puesto deseamos asegurar entre las demás naciones, debe
dárseles la primera ocasión favorable para su desenvolvimiento autonómico.
11. Rumanía, Servia y
Montenegro deben ser evacuados y las regiones ocupadas deben ser restauradas.
Servia debe recibir un acceso libre y seguro al mar; las relaciones mutuas
entre los Estados Balcánicos deben determinarse por tráfico amistoso,
conformemente a las líneas fundamentales históricas de común pertenencia y
nacionalidad; garantías internacionales deben ser creadas para la independencia
política y económica y para la intangibilidad territorial de los distintos
Estados Balcánicos.
12. Para las partes
turcas del actual imperio osmanlí debe asegurarse una independencia absoluta;
pero las otras nacionalidades que actualmente se hallan bajo la dominación
turca deben tener su vida absolutamente asegurada y debe permitírsele un
desarrollo completo autonómico, sin el menor obstáculo. Los Dardanelos deben
abrirse permanentemente al Ubre paso bajo garantías internacionales para los
barcos mercantes de todas las naciones.
13. Debe crearse un
Estado polaco independiente que comprenda todas las regiones habitadas por
población indiscutiblemente polaca; debe proporcionársele libre y seguro acceso
al mar; por tratado internacional quedará garantizada la independencia política
y económica y la intangibilidad territorial del nuevo Estado.
14. Debe crearse por
conciertos particulares una unión general de las naciones, de suerte que se
establezca una seguridad mutua para la independencia política y la
intangibilidad territorial de las naciones grandes y pequeñas.
Los cinco primeros puntos
son de alcance general y preconizan el fin de la diplomacia secreta, la
libertad de uso de los mares, el libre-cambio, la reducción del armamento y el
derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos. Los siguientes entran de
lleno en la resolución del conflicto: restitución de Alsacia-Lorena a Francia
(entonces en zona alemana), creación de un estado polaco independiente… Y el
último punto, que refleja el idealismo de Wilson, anuncia la creación de una
Sociedad de Naciones. “El mundo con que soñaba Wilson se basaba en los
principios y no en la fuerza, en el derecho y no en el interés, y todos,
vencedores y vencidos, debían encontrar en él su sitio”, escribiría muchos años
más tarde el político estadounidense Henry Kissinger, quien fuera Secretario de
Estado, en el libro “Diplomacia” publicado en inglés en 1994.
En el punto 14 de la propuesta de Wilson, siempre
convencido de que la democracia engendra la paz mediante la igualdad y la
concertación, está la creación de un nuevo orden internacional, del que la
Sociedad de Naciones sería la garante, y también la guardiana de la
independencia territorial y política de todos los Estados sin distinción
alguna.
El deseo de un « Pacto de la Sociedad de
Naciones » estará presente después en cada uno de los sucesivos tratados
que restablecieron oficialmente la paz : el tratado de Versailles (28 de
junio 1919), el tratado de Saint-Germain (10 de septiembre 1919), el tratado de
Neuilly (27 de noviembre 1919), el tratado de Trianon (4 de junio 1920), y el
tratado de Sévres (10 de agosto 1920) reemplazado más tarde por el tratado de
Lausanne (24 de julio 1923).
Una paz efímera: en 1939 de nuevo se enfrentarían los
mismos bandos en la Segunda Guerra mundial.
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