Gran Premio del Jurado y Premio FIPRESCI del
Festival de Cannes 2017, “120 pulsaciones por minuto” (https://periodistas-es.com/estreno-francia-120-pulsaciones-minuto-robin-campillo-90598),
dirigida por Robert Campillo, es una emocionante película sobre las acciones
que, al comienzo de los años 1990, llevaban a cabo los militantes del grupo Act
Up-París –conformado mayoritariamente por enfermos- en su intento de centrar el foco sobre la
realidad del Sida y presionar al gobierno para obtener visibilidad y ayuda en
aquellos años, cuando los laboratorios mantenían en secreto sus
descubrimientos, para apurar al máximo los beneficios, y los enfermos seguían
muriendo a consecuencia de una inmunodeficiencia que se presentaba en forma de
neumonía o sarcoma de karposi.
Particularmente en Francia, aunque también en
otros lugares, junto a los afectados por VIH y los enfermos de Sida procedentes
de las relaciones sexuales en grupos de riesgos (mayoritariamente homosexuales
y dorgadictos), hubo otros grupos de enfermos –así como sus familias- que se sumaron a esa lucha: los hemofílicos
y quienes en transfusiones de sangre
contaminada contrajeron el VIH o la hepatitis C; un asunto social y judicial
que afectó a varios países europeos y se
arrastró durante las décadas de 1980 y 1990.
La asociación Act Up París, que nació en 1989 y
en la que militó el director de esta película, tenía como objetivo luchar
contra la indiferencia de las instituciones y sobre todo enfrentar a la
sociedad francesa con esa realidad desconocida, o voluntariamente ignorada,
mediante debates informativos, manifestaciones, operaciones “coup de poing” (la
expresión tiene mala traducción al castellano, “puñetazo”, choque, irrupciones
breves, puntuales e inesperadas), y también fiestas e historias de amor
marcadas por la inminencia del punto final.
Sobre Act Up, y otras asociaciones de lucha
contra el Sida, se han escrito libros y
se han hecho anteriormente documentales y películas testimoniales; esta es la
primera vez que se contempla el problema desde una obra de ficción centrada en
un momento concreto de la historia de la lucha contra el Sida. Desde entonces,
la enfermedad ha ido remitiendo, los tratamientos han mejorado mucho y ya no
tienen tantos efectos secundario y, aunque lejos de estar erradicada, al menos
ya no mata como casi inexorablemente como entonces, y la esperanza de vida de
estos enfermos ha aumentado en más de veinte años.
“120 pulsaciones por minuto” es una película
coral, un retrato de grupo lleno de protagonistas que cumplen a la perfección
con los personajes que les han cabido en suerte, atravesado de principio a fin por
la idea de la muerte, y también de la vida que se expresa en la rabia, el deseo
de vivir y la esperanza con que todos
esos militantes combaten a una sociedad en la que mandan las multinacionales
farmacéuticas y las grandes transnacionales de los seguros.
Es también una película muy hermosa de amor y
guerra, que individualiza lo que fue una tragedia colectiva a través de un
corazón militante; un fresco que emociona y del que recordaremos algunas
escenas palpitantes, como esa visión del Sena teñido de rojo, “París atravesado
por un río rojo vivo, arteria contaminada de un cuerpo social impotente ante la
enfermedad que se propaga” (L’Obs).
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