Una acción de Amnistía contra la tortura |
El pasado 26 de junio de 2019 se celebró el Día
internacional de apoyo a las víctimas de la tortura. Han pasado más de sesenta
años desde que el derecho internacional incorporó la prohibición de la tortura
pero ante la evidencia de que es una práctica real, e incluso legal, en
numerosos países, la organización Amnistía Internacional (AI) aprovechó la
fecha para recordar que en nuestros días se comercializan y venden abiertamente
“espantosos instrumentos de tortura”, que se pueden observar en los stands de los
muchos Salones de armas y seguridad que
se celebran en todo el mundo.
La prohibición de la Unión Europea (UE) de exportar
armas –que muchos países ignoran- hace un poco más difícil este tipo de
comercio, pero sigue sin existir un acuerdo internacional que prohíba la venta
de instrumentos de tortura; se trata de un asunto muy grave con el que pretende
acabar la Asamblea General de Naciones Unidas mediante una resolución, esperada
desde hace mucho tiempo y cuya ausencia es responsable de que prospere el comercio
de los instrumentos de tortura. Amnistía Internacional ha seleccionado cinco de
los que actualmente se utilizan.
Los cinturones incapacitantes
Cinturones que efectúan dolorosas descargas eléctricas
de alta tensión mediante electrodos colocados sobre los riñones de la víctima,
que muchas veces se activan con mando a distancia. Sus consecuencias son
debilidad muscular, falta de control de los esfínteres, arritmia cardiaca,
convulsiones y grietas en la piel. Esto cinturones, y el resto de dispositivos
de impulsos eléctricos (esposas, chalecos…) se fabrican en distintos países del
mundo -los más conocidos se encuentran en Estados Unidos, Latinoamérica,
Singapur y China- y se utilizan con los presos de países como Sudáfrica y
algunos estados de EEUU.
Las porras
eléctricas
Se trata de porras que producen potentes descargas
eléctricas. Lo mismo que las pistolas con aguijones y los escudos
incapacitantes pueden enviar dolorosas descargas sobre partes muy sensibles del
cuerpo, y hacerlo repetidamente sin dejar rastros físicos por lo que son
instrumentos de tortura muy solicitados en todo el mundo. En principio se
fabrican en China pero la fundación británica Omega Research ha descubierto que
una empresa rusa tiene una lista de revendedores en varios países europeos,
entre otros Bielorrusia, Kazajstán, Ucrania y Uzbekistán, y también en Irán,
Israel, Arabia Saudí, Sudáfrica y Vietnam.
Según las informaciones que posee AI, se utilizan porras eléctricas en
prácticamente todos los países del mundo: recientemente, AI ha sabido que la
policía italiana las utiliza de manera repetida contra los refugiados y los
migrantes, especialmente en los puestos de control de entrada al país.
Porras con puntas
Son bastones o porras con puntas en
metal o plástico, para aumentar el dolor, fabricados principalmente en China.
La UE tiene prohibido a sus miembros importar, exportar o promocionar este tipo
de instrumentos. A pesar de la prohibición, los investigadores de AI
encontraron estos instrumentos en venta, en 2017, en el Salón del Armamento de París, junto con
otros equipos cuya venta es ilegal en la UE. Parece ser que los utiliza
habitualmente la policía de Camboya, nepal y Tailandia. En junio de 2003, la organización Asian Human Rights Commission
(AHRC) denunció el caso de Ramesh Sharma, al que la policía de Katmandú dejó
ciego del ojo derecho al golpearle con una porra con puntas de metal.
Los collarines
Se trata de cadenas que se cierran en torno al cuello,
algunos modelos se atan también en torno a los puños. Son dispositivos muy
dolorosos y peligrosos, la presión que ejercen en el cuello puede provocar
lesiones graves e incluso sofocar a la víctima. Los fabrica una empresa china y
se utilizan en ese país con las minorías étnicas y los defensores de los
derechos humanos. .
Sillas inmovilizadoras
Son sillas provistas de esposas o cadenas, con los que
se ata a la víctima al nivel de sus puños, codos, hombros, pecho, cintura,
muslos o tobillos. Las víctimas puede herirse e incluso morir si no se las
vigila. Estas sillas tienen un papel en otros tipos de tortura y malos tratos,
como la alimentación forzada. Se fabrican en China y Estados Unidos, donde todo
parece indicar que se han utilizado en los abusos cometidos con los prisioneros
del centro de Guantánamo Bay. En 2016, “un vídeo terrorífico mostraba a un
adolescente encapuchado y atado a una de
esas sillas en Australia” que, como consecuencia, prohibió su uso en los
centros de detención de menores aunque, asegura AI, se siguen usando en los de
adultos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario