«Me llamo Edward Snowden. Antes trabajaba para el gobierno, pero ahora
trabajo para todos ustedes» (Del inicio del libro “Vigilancia Permanente”)
El Departamento de Justicia de Donald Trump pretende
que los beneficios del libro « Permanent Record » (« Vigilancia
Permanente », Editorial Planeta, 19,85€), las memorias de Edward Snowden
que acaban de publicarse, vayan a parar al gobierno estadounidense. Para
conseguirlo ha presentado una denuncia de “violación de contrato”, argumentando que el libro se publica violando
un acuerdo de confidencialidad entre Snowden y la NSA (Agencia Nacional de
Seguridad) y la CIA, que le tuvieron entre sus empleados.
Para ello, el ministerio ha presentado una denuncia
civil contra la editorial Mcmillan, con la intención de garantizar que Snowden no
reciba un solo dólar de las ventas de su libro, para lo que pide a la justicia
que congele los beneficios de la venta de “Permanent Record” y los meta en un
fondo especial a nombre del gobierno. Adelantándose a posibles acontecimientos,
la denuncia reclama también los beneficios de una eventual adaptación de las memorias de Snowden al cine, así como todo
el dinero que haya ganado en los últimos seis años en conferencias e
intervenciones públicas. Según el
abogado del estado que lleva el caso “este proceso hará que Snowen no se
beneficie económicamente de haber abusado de la confianza depositada en él”.
Según el abogado de Snowden, Ben Wizner, perteneciente
a la Unión de Libertades Civiles Americanas (American Civil Liberties Union),
“el gobierno sigue empeñado en decir que son secretos unos hechos conocidos y
discutidos en todo el mundo”. Por su parte, el propio Snowden ha publicado en
su cuenta de Twitter un enlace con la página de Amazon donde sus memorias figuran
en primer lugar en la lista de ventas, con la frase : “He aquí el libro que el
gobierno no quiere que leas”.
“Vigilancia
permanente” no es, según la periodista Amaelle Guiton en un artículo publicado
en el diario francés Libération, una colección de secretos de estado –los
documentos de la NSA entregados a los periodistas Laura Poitras, Glenn Greenwald y Ewen MacAskill se han
publicado repetidamente en la prensa- “sino más bien el relato de un recorrido
individual, desde la infancia en Carolina del Norte hasta el exilio forzoso en
Moscú. Snowden se describe sucesivamente como un chaval adicto a los
ordenadores y los juegos de vídeo, un pirata informático juvenil, un escolar
aplicado, un empleado de una start-up, y un ferviente patriota al que la
masacre del 11 de septiembre de 2011 empujó a entrar en el ejército de
tierra : entonces apoyaba ‘incondicional y ciegamente ’la política
estadounidense de ’guerra contra el terrorismo’, un apoyo que, escribe, ‘hoy es
lo que más lamenta”.
Con la carrera militar truncada por un accidente
durante un ejercicio, Snowden se orientó hacia la inteligencia, primero en la
CIA y luego en NSA, donde trabajó como administrador e ingeniero de sistemas,
lo que le permitió tener acceso a los
documentos internos.
“El relato, que narra su concienciación, pasa por
Ginebra, Tokio y Hawai, donde tomó la decisión que iba a cambiar su vida”: la
revelación en los medios de comunicación, que son el cuarto poder en Estados
Unidos y están protegidos por la Declaración de Derechos Fundamentales, de todo
el aparato de vigilancia masiva.
Luego llegaron sus días en Hong Kong, encerrado en una
habitación de hotel, mientras los diarios The Guardian y Washington Post
publicaban los primeros artículos con sus revelaciones. Y después « la huída, el aterrizaje en
Moscú-Cheremetievo, que tenía que ser solo una etapa camino de Quito, acompañado de la periodista Sarah
Harrison, de Wikileaks”.
Los intentos del FSB (antigua KGB) de “contratarle” y
la noticia de que Estados Unidos había bloqueado su pasaporte, lo que le
obligaba a permanecer en Rusia : « El exilio es una escala sin
fin », escribe cuando lleva seis años viviendo “bajo la inoportuna protección del Kremlin”,
de las conferencias a distancia y de su trabajo en la Freedom of the Press
Foundation, una ONG internacional, fundada en 2012 en Estados Unidos, cuyo objetivo es apoyar y
financiar acciones de interés público
relativas a la libertad de expresión y la libertad de prensa. Su abogado,
Ben Wizner, lamenta que « a
pesar del riesgo, Snowden critique a Rusia por sus elecciones corruptas, sus
autoritarias leyes de vigilancia y la represión de las manifestaciones. Pero
muchos americanos solo tienen en cuenta que está allí ».
« El ‘momento
Snowden’ –sigue la periodista de Libération- es también la historia de un
choque de culturas y de generaciones, el denunciante (Snowden) se revela
impregnado de las utopías libertarias de
los pioneros de Internet, estableciendo un paralelismo entre la Declaración de
Independencia del Ciberespacio, escrita en 1996 por el poeta y militante John Perry Barlow, y la Constitución de
Estados Unidos”: “Considero –escribe Snowden- que los años 1990 engendraron la
anarquía más agradable y más conseguida que he conocido”.
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