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Una imagen del documental de Netflix |
Tiene 29 años y ha llegado para
revolucionar la vida política estadounidense. Emblema de los anti-Trump,
Alexandria Ocasio-Cortez es la esperanza de un partido demócrata que cayó en
coma tras la derrota de Hollary Clinton y la llegada del millonario con tupé
rubio a la Casa Blanca.
El huracán Ocasio o “la pasionaria del Bronx”, como la llama el periodista John
Carlin
(autor de “Playing the Enemy” (El factor humano, Seix Barral, 2016), ya
tiene su película. “A la conquista del Congreso”, se titula el documental dirigido
por Rachel Lears y ganador del Premio del Público
en el reciente Festival de Sundance, que puede verse en Netflix, “una oda a las emociones en
política y a la lucha de las mujeres y las minorías en tiempos de Trump”
(comentario Cadena Ser), en el que comparte protagonismo con otras tres
mujeres: Paula
Jean Swearengin, quien denuncia el preocupante nivel de
intoxicación del Oeste de Virginia, donde la gente está muriendo intoxicada ,
que perdió la elección para el Senado frente a Joe Manchin, denunciado por haber ganado millones
de dólares en activos para estas compañías: “Hemos sido un daño colateral -dijo al aceptar
su derrota- la gente cree que los del
oeste de Virginia no tenemos dientes ni zapatos ni cerebros, y creo que nos
subestiman”; la segunda es Cori Bush (nada que ver con la familia de infausta
memoria), quien basó su campaña en la denuncia del encarcelamiento masivo y la
pobresa insostenible de la población afroamericana en el estado de Missouri: “No
buscaba convertirme en activista, no era mi objetivo”, pero
el caso del asesinato del adolescente
Michael Brown en 2014 y las numerosas protestas que se
levantaron en Ferguson le llevaron a implicarse; y la última, Amy Vilela, candidata a las
primarias de Nevada defendiendo un sistema sanitario gratuito (para impedir que
la gente muera, como su hija, por falta de recursos) con la consigna “No
aceptaremos más dinero de hospitales, compañías de seguro y farmacéuticas”.
No son caucásicas, no son delgadas, no visten trajes
caros. Representan, eso sí, a su
comunidad. No esconden que no son las más preparadas intelectualmente,
ni se deshacen de sus emociones. Las incorporan para luchar contra un sistema
que no les protege, leo en un comentario sobre el documental: “Las emociones
quedaron congeladas en el capitalismo, entendido como álter ego de
la modernización”, dice la socióloga israelí Eva Illouz,
especialista en sociología de las emociones. Pues eso se ha roto, parecen
clamar estas candidatas”.
Alexandria Ocasio-Cortez, que en 2018 se
convirtió en la mujer más joven en acceder al Congreso de Estados Unidos tras
ganar las primarias en el Bronx, con el tiempo se ha vuelto también un fenómeno
mediático. “Defensora de medidas socialistas en un país profundamente
neoliberal, la neoyorquina es la cara del cambio, de la justicia y de la nueva
política norteamericana (…) Ni Swearengin, ni Bush, ni Vilela consiguieron
triunfar en sus campañas pero, para el documental ‘A la conquista del congreso’, esto no es
ninguna derrota. Todo lo contrario: tener la posibilidad de
hacer frente a los poderosos, de lanzar un mensaje de cambio entre los
electores y de poner en la agenda mediática los problemas más importantes de
sus distritos es un paso adelante. “Cien
de nosotros tendrán que presentarse para que diez puedan conseguir entrar”, le dice Ocasio-Cortez a una
desconsolada Vilela por teléfono. La revolución no es un sprint, sino una
carrera de fondo”.
La película muestra la preparación de la campaña de
Alexandria Ocasio-Cortez, casi sin dinero, centrada en los vecinos y en la
clase obrera del Bronx y Queens, totalmente abandonada por el partido
demócrata. La vemos con su madre portorriqueña que enviudó cuando Alexandria
estaba en la universidad, la vemos en su apartamento y trabajando como camarera
en un bar de copas: “Por eso nos llaman
clase trabajadora, porque trabajamos sin parar (…) Cuando terminé los estudios
debía mi crédito universitario, tenía que pagar 300 dólares al mes y, como
había muerto mi padre, mi madre estaba a punto de ser desahuciada”. Su
estrategia se centró en ir casa por casa “en ser una vecina más, en explicar
los problemas y sobre todo en saber escuchar”, sin complejos para hablar de
emociones: "Me postulo para
representar al Bronx. Soy bronxite de tercera generación. Soy
latina, soy boricua, soy descendiente de los indios taínos, soy
descendiente de esclavos africanos. ¡Estoy orgullosa de ser estadounidense!
Pero debemos estar a la altura de esa promesa”, dice al inicio del documental.
En
octubre de 2018, la revista Vanity Fair publicó una semblanza de Alexandria
escrita por David Remmick, redactor jefe de la prestigiosa revista « New
Yorker »: A la muerte de su padre“abandona los estudios de bioquímica para
especializarse en economía y relaciones internacionales. Después entra en el
gabinete del senador demócrata Edward “Ted” Kennedy, donde trabaja sobre
inmigración. Pero es su regreso al Bronx lo que la va a comprometer en el plano
político. Su madre hace pequeños trabajos para llegar a fin de mes: asistenta,
conductora de un autobús escolar... la familia está endeudada. Se anuncia un
desahucio. ‘Era humillante, paralizante’, recuerda Alexandria. También ella
debe dejar su carrera en suspenso para convertirse en camarera. Una experiencia
agotadora ‘pero que te forma’. Finalmente, su madre consigue vender la casa y
se marcha a Florida, donde consigue un trabajo de secretaria (…) En 2008,
Alexandria participa en la campaña de Barack Obama, haciendo contactos por
teléfono. Pero es en 2016, junto a Bernie Sanders, cuado se compromete
realmente. Para las primarias demócratas transforma un antiguo salón de belleza
en oficina electoral, va de puerta en puerta, se entrevista con militantes
antirracistas, feministas… Bernie Sanders pierde frente Hillary Clinton pero varios
de sus ayudantes crean el movimiento Brand New Congress (BNC, Por un Congreso
nuevo) con el objetivo de presentar un nuevo candidato”.
Hasta
el BNC llegan apoyos para 11.000 candidaturas y entre ellas el de un tal
Gabriel Ocasio-Cortez, que propone a su hermana mayor. “A finales de 2016, los
dirigentes de BNC se ocupan de ella con una rápida formación para responder a
los medios y preparación sobre las principales cuestiones políticas, desde los
recovecos del mapa electoral hasta las estrategias en redes sociales. Con sus
militantes se mueve sobre el terreno, llama a todas las puertas, se entrevista
con mucha gente. En Twitter publica una foto de sus zapatillas de campaña,
empapadas y rotas. Trabaja sin descanso para atraer voluntarios y militantes (…)
pero hay otra cosa: el candidato demócrata saliente, Joseph Crowley, tiene 58
años de los que ha pasado veinte en el Congreso y es una especie de anacronismo
demográfico. En el perímetro q1ue cubre el noroeste de Queens y el este del
Bronx, la población, antaño dominada por los irlandeses y los italianos, ahora
está compuesta por la mitad de latinos (…) Se hace viral un vídeo de dos
minutos en el que se ve a Alexandria en
su casa, en el metro, hablando con mujeres por la calle, con una voz en off que
dice ‘las mujeres como yo no están destinadas a ser candidatas. Yo no he nacido
en una familia rica o poderosa. Esta campaña es la del pueblo contra el dinero’
(...) Su oponente no la toma en serie, pero Alexandria ha conseguido las firmas
necesarias para presentarse”.
Después
de tres debates, el día de la votación consigue trece puntos sobre su rival.
Joseh Crowley “acepta la derrota sin rechistar e incluso encuentra fuerzas para
empuñar una guitarra y dedicar a su contrincante el éxito de Bruce Springsteen
‘Born to Runnen (…)”. Al principio tampoco encuentra grandes apoyos en su
partido, Nancy Pelosi, la Presidenta de la Cámara de Representantes, la define
como un “fenómeno local”. Alexandria se enrola en “la corriente de la izquierda
de lo posible. Su programa se parece al de Bernie Sanders: prestaciones de paro
generalizadas, salario mínimo de 15 dólares/hora, sanidad universal… ‘Nadie
debería ser demasiado pobre para vivir”, repite la joven que también milita por
el cierre de muchas cárceles (…) Cuando le pregunto por sus héroes políticos no
menciona a ningún marxista. Cita a Robert “Bob” Kennedy, el hermano menor y
consejero de JFK: ‘En la universidad leía sus discursos y me decía que eso era
lo mío, sobre todo en los últimos momentos de su vida, cuando se lanzó a la
carrera a la Casa Blanca, en 1968, y quería crear una coalición que fuera desde
las minorías hasta la clase media’ (…)
“Cuando
los jóvenes estadounidenses dicen socialismo piensan en el sistema sanitario de
Canadá, no en la URSS, precisa John Della Volpe, responsable de sondeos de
Harvard. Lo que querrían es una mezcla entre Theodore y Franklin Roosevelt,
entre el Square Deal y el New Deal: un mejor control de las empresas y un
relanzamiento de la economía en el sector público (…) Alexandria Ocasio-Cortez se
interesa menos por los fallos de la administración que por la corrupción
endémica que, según ella, corroe el sistema. Le interesa particularmente el
dinero sucio en política y la falta de protección social para las clases trabajadoras”.
La izquierda
estadounidense se ha enamorado de Alexandria Ocasio-Cortez y lamenta no poder
presentarla a la elección presidencial porque no alcanza los 35 años, edad
mínima requerida. Sus broncas en el Congreso se convierten en vídeos virales. El
8 de febrero pasado denunció los conflictos de intereses en la vida política
del país. En los cinco minutos que le correspondían, la representante del
estado de Nueva York arremetió con fuerza contra las empresas privadas, y las
derivas financieras y jurídicas de las disfunciones y los abusos del sistema
actual, al defender el proyecto de ley “Fort he People Act”, que probablemente
no se defenderá nunca en esta legislatura porque el jefe de la mayoría
republicana no quiere que figure en ningún orden del día.
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