
Según
la familia del detenido, que ha denunciado las torturas, el tribunal tiene
pruebas de que sufrió un traumatismo craneoencefálico en 2006, mientras se
encontraba detenido en las dependencias de los servicios de seguridad.
Erkin
Musaev trabajaba en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo cuando
fue detenido. Le estuvieron interrogando durante un mes, durante el cual no
pudo ver a un abogado ni a ningún miembro de su familia. Le dijeron que si se
negaba a “confesar” le inculparían por tráfico de droga o atentado a la
legislación antiterrorista. Según su propio testimonio, le golpearon todos los
días, y por la noche le interrogaban. También amenazaron a su familia, que no
pudo verle hasta el mes siguiente, una vez que hubieron desaparecido los
hematomas. Finalmente, Erkin se avino a firmar una confesión a cambio de que
dejaran a su familia al margen. Más tarde, sin embargo, se enteró de que habían
dictado una orden de arresto de su mujer. En julio de 2014, el padre de Erkin
declaró: “A pesar de haber pasado por cosas terribles, Erkin no se rinde. Vive
con la esperanza de un tiempo mejor y piensa que, una vez que recupere su
libertad, ayudará a las personas que han sobrevivido a los horrores de la
injusticia”.
El
2012, el caso de Erkin se presentó ante el Comité de Derechos Humanos de
Naciones Unidas que consideró que “las autoridades competentes no han prestado
suficiente atención a las denuncias de tortura y confesión forzosa formuladas
por Musaev, tanto en la investigación precedente como durante el juicio”. El
Comité reconoció que las autoridades uzbekas habían violado los derechos de
Erkin y que debían examinar su recurso «mediante una investigación imparcial
sobre las alegaciones de tortura y malos tratos padecidos mientras se
encontraba detenido». Una recomendación a la que el gobierno del dictador
Karimov no ha dado respuesta alguna.
A
finales de 2014, “dice el comunicado de AI- Erkin Musaev sigue cumpliendo
condena en una colonia penitenciaria de la región de Navoi, al noroeste de
Uzbekistán. Necesita una atención médica que no se le presta en la cárcel.
La
tortura y los malos tratos son prácticas habituales en Uzbekistán. AI no cesa
de recibir testimonios de personas que los han padecido cuando se han visto
frente a los cuerpos de seguridad y el personal penitenciario. Testimonios que
confirman también la impunidad, casi absoluta, que impera en el país.
«Periodistas,
defensores de los derechos humanos, escritores, personalidades de la oposición
y creyentes religiosos languidecen entre rejas en Uzbekistán a causa de sus
actividades pacíficas y muchos de ellos han sufrido torturas y malos tratos”,
declaraba en diciembre de 2013 Steve Swerdlow, investigador de la organización
internacional de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) en
Asia central. En ese año, las autoridades uzbekas habían encarcelado a Bobomurod
Razzakov, representante de la organización humanitaria Ezgulik
(Compasión) en Boukhara; Nematjon Siddikov, miembro de la Alianza de los
derechos humanos en el valle de Fergana; Turaboi Juraboev, defensor de los
derechos humanos en Jizzakh y colaborador habitual de Radio Ozodlik, el
servicio en lengua uzbeka de Radio Free Europe / Radio Liberty, y Kudratbek
Rasulov, miembro del opositor Movimiento Popular de Uzbekistán.
Con
motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, HRW hacía pública una
lista (incompleta, naturalmente) de los presos políticos y defensores de los
derechos fundamentales en el país: Solijon Abdurakhmanov, Azam Formonov,
Mehrinisso Hamdamova, Zulhumor Hamdamova, Isroiljon Holdarov, Nosim Isakov,
Gaibullo Jalilov, Turaboi Juraboev, Abdurasul Khudoinazarov, Ganihon
Mamatkhanov, Chuyan Mamatkoulov, Zafarjon Rahimov, Iouldach Rasulov, Bobomurod
Razzakov, Dilmurod Saidov, Nematjon Siddikov et Akzam Turgunov.
El
periodista Jamshid Karimov fue secuestrado en el hospital psiquiátrico donde se
encontraba recluido; liberado en 2011, se encuentra desaparecido desde pocos
meses después, lo que hace temer que de nuevo haya sido detenido y se encuentre
encerrado en secreto en alguna cárcel remota.
Entre
los escritores, intelectuales y opositores al régimen detenidos se encuentran:
Muhammad Bekjanov, Batyrbek Eshkuziev, Ruhiddin Fahruddinov, Hayrullo Hamidov,
Bahrom Ibragimov, Murod Jouraïev, Davron Kabilov, Matluba Karimova, Samandar
Kukanov, Gayrat Mehliboev, Erkin Musaev, Yusuf Ruzimuradov, Kudratbek Rasulov,
Rustam Usmanov, Ravshanbek Vafoev y Akram Iouldachev.
En
aquellas fechas, HRW denunciaba que 24 presos políticos tenían graves problemas
de salud y un número similar habían sufrido tortura y malos tratos en la
cárcel. «Además de las personas enumeradas, el gobierno uzbeko tiene
encarcelados a miles de musulmanes independientes y creyentes de otras
religiones que practican su fe al margen del estricto control del estado, o que
pertenecen a organizaciones religiosas no registradas, con acusaciones de
extremismo religioso o intento de derrocar el orden constitucional, así como
por posesión de literatura religiosa ilegal».
Al
día de hoy resulta imposible saber si todas estas personas continúan detenidas,
han salido en libertad o hay que darlas por desaparecidas para siempre, ya que
la república presidencialista de Uzbekistán es uno de los países más «cerrados»
de la antigua órbita soviética y, como queda sobradamente demostrado, su
presidente, Islom Karimov, ha heredado las peores costumbres del régimen
estalinista, al que sirvió en su juventud.
El
régimen autoritario uzbeko niega sistemáticamente el registro oficial a los
gupos locales de defensa de los derechos humanos y, mediante presiones y
persecuciones, ha obligado a las organizaciones internacionales a marcharse del
país. HRW cerró su oficina de la capital, Tachkent en marzo de 2011.
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