“Con Perugino el paisaje se convierte en protagonista, ya no es un simple fondo. Este es el motivo por el que, durante más de veinte años, es el pintor más solicitado de Italia (…) en una época en la que trabajan artistas como Boticelli, Giovanni Bellini o Leonardo da Vinci…Con la pintura de Perugino el Renaciminto consigue un equilibrio perfecto (…) Después de llegar a ser el más grande de los pintores de su tiempo se convirtió en un pintor olvidado, incomprendido y desacreditado (…) pasó de moda, aplastado por una generación de pintores jóvenes”
El paisaje, siempre el paisaje de su Umbria natal circundando el lago Trasimeno, como trasfondo de las escenas religiosas que eran siempre el argumento de los encargos recibidos. Coincidiendo con las numerosas celebraciones que le rinden homenaje 500 años después de su muerte, cuando “ha llegado el momento de restituir al maestro el puesto que merece en la historia” con una gran exposición en la Galería Nacional de Umbria, llega a las pantallas europeas “Perugino: El Renacimiento eterno (“Perugino. Rinascimento immortale”), documental dirigido por Giovanni Piscaglia, (“Van Gogh, de los campos de trigo bajo cielos nublados”, “Napoleón: En el nombre del arte”), cuenta la vida y obra del artista que inspiró a Rafael partiendo de la estrecha relación que tuvo siempre con su tierra, Umbria, y que durante veinte años, de 1480 a 1500, fue el mejor pintor de su tiempo.
El documental, narrado por el actor italiano Marco Bocci (series
de TV "Squadra
antimafia" y "Las mil y una noches: Aladino y
Scherezade"), explica la
evolución de Perugino, el artista que navegó entre dos mundos diversos y al
mismo tiempo similares: la arquitectura de Piero
della Francesca, fundamental en su formación, y su inclinación hacia el
arte devocional, perfeccionado en el taller de Verrocchio en Florencia.
Las
peculiaridades del artista y su papel en la historia del Renacimiento las
cuentan en el documental expertos como Marco
Pierini, director de la Galleria Nazuinale dell’Umbria, el director de las
gallerie degli Uffizi de Florencia Eike
Schmidt, el historiador Franco
Cardini y el coreógrafo y bailarín Virgilio
Sieni, entre otros, que nos guían por las obras maestras de Perugino, de
los frescos de la Capilla Sixtina al Nobile Collegio del Cambio y el Archivio
de Stato de Perugia, de la Catedral de los Santos Gervasio y Protasio de su
pueblo a la Pinacoteca de Bologna.
“Perugino:
El Renacimiento eterno” (1) profundiza en la trayectoria
del maestro, desde sus inicios en Perugia con “La Adoración de los Magos”
(actualmente en la Galería Nacional de Umbría), hasta las obras que lo
consagraron como artista en Roma, Florencia y toda Italia. Sus pinturas
devocionales, de extraordinaria belleza y armonía, sirvieron de modelo e
inspiración a posteriores generaciones de pintores.
Pietro di
Cristoforo Vannucci, conocido como Perugino, nació mediado el siglo XV en Città
della Pieve y tras un primer trabajo en Perugia se trasladó a Florencia para
trabajar en el taller de Andrea del
Verrocchio, donde encuentró como colega a Leonardo y como alumno a Rafael:
sus caminos se cruzaron con frecuencia “coincidiendo en temas, encargos y
estilo”, y sobre todo en los retratos. Perugino es tremendamente honesto en los
retratos, no hace concesiones, pinta hasta el último pelo de sus modelos. Paradójicamente,
Perugino conocerá los primeros frutos de la
fama por haber sido alumno de Piero della Francesca.
Aunque su obra
quedó oscurecida por artistas llegados antes y después que él, el nombre del
Perugino ha quedado asociado a uno de los períodos de transición en el arte. El
documental destaca su papel en la evolución y en la historia del Renacimiento.
Viajando por la península italiana, el espectador descubrirá las obras maestras
del artista, como los frescos en el interior de la Capilla Sixtina o las dos
salas que le han dedicado en la Galería Nacional de Umbria, donde se conservan
los bocetos (cartone) finales de
algunos de sus grandes frescos: lo que comienza al carboncillo “en algunos centímetros de papel” acaba
convirtiéndose en una fiesta de colores,
en paredes enteras que se llenan de personajes –de la antigüedad y de la
Biblia, mezcla de profano y sagrado- y de paisajes.
“Gracias a la constancia de su pintura y a su carácter
impermeable, Perugino consiguió salir indemne de las mareas de su tiempo. El
pintor que el banquero Agostino Chigi
consideraba ‘el mejor maestro de Italia’, el emprendedor que supo difundir por
toda Italia la marca de fábrica de sus pinturas, gracias a un estilo
reconocible y a un lenguaje simple y directo, puso las bases de una pintura
armónica, equilibrio perfecto entre hombre y naturaleza, realidad e ideal,
inventando composiciones e iconografías capaces de hacer escuela y seducir a
las principales cortes italianas” (Eleonora
Zamparutti- Arte.it)
Fue el pintor de los
colores brillantes, de los rosas y los azules que nadie ha repetido después, de
las expresiones que no denotan felicidad ni tristeza, sino una mirada serena en
sus extraordinarias Madonas (…) Los encargos le llegaban de toda Italia, desde Lorenzo el Magnífico, de los Medici, hasta la sofisticada duquesa Isabella d’Este...Perugino no desdeñaba
pintar por dinero –de hecho creó auténticas empresas en las ciudades donde
residió, con empleados que realizaban los pedidos, a los que él añadía el toque
final- ni medía el tiempo que tardaba en
cumplir los encargos, pero siempre dejaba su impronta en las obras terminadas:
un ejemplo es el salón de las audiencias del Collegio del Cambio de Perugia, donde
se reunían los banqueros, que el maestro llenó de frescos con personajes representando
las virtudes cardenales, los signos del zodiaco y figuras antiguas, no
procedentes de la Biblia como en la mayor de sus trabajos anteriores.
Contribuyeron a
opacar el brillante éxito social de Perugino la estrella ascendente Rafael, su
alumno más ilustre, y el pintor, arquitecto y escritor Giorgio Vasari, quien en su obra “Vidas de los mejores pintores,
escultores y arquitectos” relegó a un segundo nivel al artista umbro,
describiéndole como ejemplo de un pasado artístico que había que superar.
Llegó un momento
en que Rafael y Perugino coincidieron, ambos pintaron sendas versiones de “Los desposorios de la
Virgen”, dos obras casi idénticas, e incluso llegaron a firmar juntos –aunque
en ningún momento se encontraron físicamente- la “Trinidad y Santos” en la
iglesia de San Severo de Perugia. En 1520 murió Rafael habiendo terminado solo
la parte superior del fresco y llamaron
a Perugino –que aún viviría veinte años más- para que terminara la obra.
Al final de su
larga vida, Perugino cayó en desgracia. Se le acusó de repetitivo, de falto de
ideas nuevas. Fue entonces cuando abandonó Perugia, donde había conseguido la
fama y el dinero ansiados desde su juventud, y regresó a Umbria, a sus paisajes
y a su lago Trasimeno. Volvió a los colores y a las formas de su tierra, a
Città delle Pieve, el lugar donde nació, “no como una derrota sino como una
oportunidad, consciente no de que había llegado alguien mejor que él, sino
alguien que era tan bueno como lo era él cuando tenía 30 o 40 años”.
Perugino pasó
los últimos veinte años en Umbria, mientras su fama se iba perdiendo tras las
genialidades de artistas como Rafael, Leonardo y Miguel Angel. Murió en 1573, a los 70 años -“con el pincel en la mano
mientras trabajaba en un último fresco”- enfermo de peste; su cadáver fue
arrojado a una fosa común. A partir de aquí comienza la leyenda que asegura que unos frailes recuperaron el cuerpo
y lo sepultaron bajo una encina.
En las razzias napoleónicas fueron enviadas a
Francia, donde continúan hoy repartidas por varios museos, siete de las tablas pintadas por Perugino
para una Adoración de los Magos y el Políptico de San Agustín de la iglesia de
su pueblo.
(1) “Armonía y Belleza”. Dos palabras
pronunciadas por el narrador Marco Bocci ponen el punto final al documental
“Perugino. El Renacimiento eterno”, que se estrena en los cines de Madrid el
lunes 17 de junio de 2024.
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